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La levedad insoportable

Elisa Beni

“Ójala la Justicia no sucumba bajo su nombre”. El domingo por la noche el juez del caso Blesa descubrió Twitter. Elpidio José Silva abrió su cuenta y lanzó 22 mensajes en la red social. Otros muchos jueces y fiscales están en TW o FB. Algunos, los menos, con su nombre y apellidos y la mayoría disimulados detrás de avatares que sólo algunos sabemos a quién corresponden.

Si traigo aquí la serie lanzada por Silva es porque el contenido de alguno de sus mensajes incide en la idea de insoportabilidad que hoy me propongo exponer. “Un país no puede vivir permanentemente en clave procesal”, decía Silva. Y apuntaba a esa anormal situación que actualmente soportamos. Casi no es posible entender de verdad la realidad de la esfera pública hoy día sin conocimientos juridico-judiciales y un GPS procesal. No todo el mundo lo tiene, lo que viene muy bien a los interesados en embarrar el campo aún más lanzando tinta de calamar sobre los temas más peliagudos en forma de pseudo justificaciones jurídicas de lo injustificable.

Lo peor es que parecemos instalados ya cómodamente en la anormalidad. El volumen de información sobre procedimientos judiciales por corrupción, imputados, declaraciones es ya de tal calado que ni los que nos dedicamos a esto full time podemos tener todas las claves de todos los procesos. Me confieso a veces mareada por la última imputación de los ERES, las declaraciones de los testaferros de Urdangarin, los nuevos cargos contra Bárcenas y su mujer, las primas lejanas que blanquean, la declaración sobre los préstamos solidarios del PP no declarados, los pisos alquilados por las empresas de Gürtel.... y todo eso en un solo día. Los diarios tienen secciones específicas de corrupción en las que los cintillos nos remiten a veces a nombres de casos que ni recordamos. Es imposible controlar todas las piezas separadas, procedimientos, querellas presentadas por acusaciones particulares y actuaciones extrañas de la Fiscalía que se amontonan a diario.

Y no es que tengamos poca capacidad de trabajo, es que es materialmente imposible. Cuanto menos para el ciudadano que asiste en su jornada normal a destellos fragmentarios de cuestiones que en muchos casos resultan ya crípticas. Lógico. La agenda informativa parece la de un secretario judicial y los relatos periodísticos una especie de instrucción acelerada. Conste que esto no es un mérito de mi profesión. El mérito habría sido que hubiéramos descubierto todo esto cuando estaba sucediendo pero no fue así. Nos limitamos ahora a “investigar” las investigaciones. Debemos plantearnos volver a ejercer nuestro papel de controladores del poder de verdad. Ahora somos simples cotillas de lo que acaece en los juzgados.

Los tribunales, ese último bastión que el ciudadano ve para purgar a una sociedad gravemente enferma. “Los procesos judiciales cumplen su función pero no bastan para resolver los problemas de fondo” tuiteaba el juez Silva el domingo y llevaba razón. Sobre todo cuando uno de los problemas de fondo reside en el empeño del poder político de gripar definitivamente esa posibilidad de control que aún conserva el Poder Judicial. Y a eso también asistimos bastante impasibles. Nombran a los obedientes y solo pataleamos. Ellos lo dan por descontando. Me despellejarán unos días pero tendré un mandato de nueve años. Eso es lo que piensan. No hay más consecuencias.

O la reforma del CGPJ. Nos referimos a ella puntualmente pero más allá de una recogida de firmas que seguimos retuiteando, ¿que más resistencia ciudadana van a tener? Cuentan con ello. Saben que habrá unos días malos de crítica pero que nada pasará. Jueces para la Democracia dice que no se implicará en la reforma del CGPJ con este nuevo sistema impuesto por Gallardón. Es un gesto, pero les da igual. Ya se está preparando incluso el reparto. En los cenáculos y mentideros de Madrid se comenta una operación para situar como presidente del Tribunal Supremo a un hombre que ya estuvo en el Ministerio con Aznar y al que antes de ahora ya se barajó para presidente de la Audiencia Nacional o para fiscal general del Estado. Y hay que hacerlo rápido, dicen, antes de que Gallardón caiga en desgracia porque quienes esto relatan están seguros de que lo hará. En las próximas semanas sabremos de más “operaciones” que se zancadillearán unas a otras en un juego al que sólo unos pocos acceden. Si eres dócil y esperas la recompensa siempre llega. Nunca abandonan a uno de los suyos.Así lo dicen. Y así, así funciona.

Mientras han conseguido casi narcotizarnos con este olor a podredumbre. Creen que cuando hayamos recibido los suficientes impactos los efectos negativos del siguiente casi serán imperceptibles. Y si además viene una leve mejoría ecónomica están seguros de que volveremos a nuestros plasmas y nuestras Mahou de mediodía y de que les dejaremos de nuevo que dirijan nuestras vidas a su capricho.

¿Va a volver a ser así? Toda esta basura sólo tendrá sentido si somos capaces de impedirlo.

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