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El terror busca el miedo

José María Calleja

El miedo forma parte del propio atentado terrorista. Matanzas como la de Bruselas o París buscan la muerte para provocar la conmoción y para instalar el miedo en quienes las contemplan.

La conmoción y el miedo se amplifican con la redifusión de las imágenes del atentado, creado para convertirse en noticia, artefacto propagandístico en si mismo que exige máxima difusión.

En los atentados de Bruselas hay un mecanismo de identificación que funciona de manera automática con las víctimas: yo podría haber estado allí, se dice a si mismo el espectador belga. Podía haber estado en el metro, en el aeropuerto de Bruselas; en los bares , en una sala de conciertos un viernes por la noche en París; en el cercanías de Atocha, camino del curro o de la facultad en Madrid.

El miedo se convierte así en una sensación compartida por millones de personas que no se conocen entre ellas, se expande como un gas tóxico, que puede ejercer un efecto paralizante en quien lo sufre.

El miedo así fabricado pretende clausurar la ciudadanía, cambiar la forma de mirar al otro, modificar la manera de vernos a nosotros mismos, distorsionar nuestro contacto con la realidad para hacer que nos sintamos culpables y, sobre todo, para llevarnos a encontrar culpables con urgencia como una forma de tratar de buscar consuelo.

Algunas de las interpretaciones de los atentados de Bruselas parece que estaban escritas antes de que se produjeran los hechos. Una especie de análisis preventivo con el que uno no quiere arriesgarse al error. Así, hay quien incluye las bombas de Bélgica, sin despeinarse, en la milenaria lucha entre cristianos y musulmanes que, siglo arriba siglo abajo, nos acompaña desde que andamos a dos patas.

Otros, Polonia, confirman que ya habían dicho ellos que entre los refugiados sirios había mucho terrorista y muy terrorista y que a partir de ahora no admitirán un exiliado más, como si antes hubieran entrado en aquel país, gobernado por ultras, miríadas de refugiados.

Para contrarrestar esta ruindad han tenido que pintar en la barriga de algunos críos refugiados sirios frases contra los terroristas, que son los mismos que les han asesinado u obligado a salir atropelladamente de su país a los paisanos y familiares de esos chavales.

El que puede llegar a ser presidente del país oficialmente más poderoso del mundo sabe que a él esto no le pasará, porque antes expulsa a todos los que tengan cara de musulmanes. Frases simplistas con las que se pretenden despejar a puntapiés problemas complejos.

Resulta cansino ya afirmar que el terrorismo del Daesh asesina, de largo, a muchos más musulmanes que a los que considera infieles como nosotros. Que hay islamistas radicales que buscan la muerte de los herejes, pero que los últimos detenidos tienen biografías de delincuentes que se han islamizado con un lavado de cerebro que pretende dar sentido a sus vidas, que fomenta su narcisismo.

En el aniversario de los atentados de París vimos cómo la gente intentaba vencer el miedo haciendo lo mismo que hace un año: salir a la calle, charlar en los veladores, sonreír, disfrutar de la vida sin sentirse culpables por la alegría.

El miedo forma parte de la vida, pero este miedo fabricado, inoculado, expandido a base de crímenes masivos no debería quedarse a vivir entre los que queremos ser ciudadanos, es decir, libres.

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