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Unas veces se gana y otras se aprende

Wrong! Try again

Begoña Huertas

Hace unos días me sorprendió la imagen de Pedro Sánchez con casco de trabajador de obra y a pie de foto sus declaraciones sobre la necesidad de “reparar” España. El hecho me llevó a pensar en el mismo concepto de “reparación” y en lo que supone aplicado al momento político que vivimos. No, reparar no sirve de nada cuando el objeto estropeado ha demostrado su inutilidad en funcionamiento. Se trata más bien de construir, aunque la construcción, claro está, no parta de cero sino que aproveche todas las piezas viejas o estructuras ya levantadas que aún sirvan. No es nada revolucionario, así viene funcionando la ciencia desde hace siglos. El progreso científico es un crecimiento acumulativo, los elementos útiles se conservan y los inútiles se abandonan. De los partidos de izquierda y de las nuevas formaciones políticas esperaríamos eso, que especificaran qué proponen cambiar, qué construirían nuevo y qué eliminarían.

En una entrevista a Vanity Fair Íñigo Errejón afirma: “Pensamos en ganar las elecciones. Gobernar es otro escenario. La pantalla dos”. Vale. A mí también me encantan los videojuegos, pero la metáfora no me parece demasiado afortunada. Cuando uno pasa de pantalla en un juego no sabe a qué va a enfrentarse, ni en ningún caso la previsión de lo que ha de venir ha sido un requisito para completar la pantalla anterior. En los videojuegos cada nivel es una sorpresa mientras que en la actividad política a ésta habría que darle un espacio cuanto más reducido mejor. Como mínimo se espera de un político que gane las elecciones proponiendo un proyecto y convenciendo con lo que piensa hacer después. En este sentido Pedro Sánchez, con imagen de obrero a lo Mario Bros, lo tiene más claro en su sencillo juego de fontanería. Sin embargo reconstruir el mismo modelo de sociedad que nos ha llevado hasta aquí no tiene sentido. Quizás haya quien argumente que no ha sido el modelo de sociedad el que ha fracasado por sí mismo sino que lo ha hecho bajo la presión de los mercados financieros. Bien, pues entonces habrá que pensar una alternativa que corte o restrinja el poder de esos mercados financieros, lo que transformaría, se quiera o no, el modelo.

Hace unas semanas, durante una cena en un restaurante de un pueblo costero, el camarero se sinceró inesperadamente y apunto estuvo de echarse a llorar, de agotamiento. Se levantaba para ir a trabajar y volvía a su casa para dormir, dijo. Pero cómo iba a rechazar un puesto de trabajo con el paro que había, se justificaba. Me he acordado de él estos días cuando he visto a Rodrigo Rato en un yate, a Jordi Pujol en su nuevo despacho, a Cristina Borbón en su flamante nueva vida. Para ese hombre, como para tantas otras personas, el objetivo va más allá de ganar. Claro que es importante ganar, necesario, por supuesto. Pero los políticos que parecen no ver más allá de las elecciones corren el peligro de comportarse igual que publicistas: como si se tratara de vender el producto a toda costa, no apelan al cerebro racional del ciudadano sino a las emociones del consumidor, sirviéndose, como en el neuromárketing, de diferentes estrategias de seducción. No niego que en efecto sea necesario ganar y que haya que recurrir a todo lo que lo haga posible. Pero no veo por qué eso ha de estar reñido con un planteamiento más racional del asunto. La publicidad lo que hace es provocar en el consumidor el deseo de adquirir la marca/ votar la marca. No necesitamos más deseos. De eso ya tenemos suficiente. De hecho, un proyecto sin plan es un deseo, observó Saint Exúpery. Ahora se trataría de hablar del plan: ¿Repartir el trabajo? ¿Establecer una renta básica? ¿Cambiar el modelo productivo? ¿Crear bancos públicos?

Se dice que unas veces se gana y otras se aprende. Algunos llevamos mucho tiempo aprendiendo, quizás es hora de ganar y poner en práctica lo aprendido. Pasar a la pantalla dos, sí, pero habiéndola diseñado previamente.

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