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Extranjero en casa

Así no se puede. Recitemos el rap de la impotencia colectiva. Everybody, todo a pulmón, que cantar en inglés ya no es cantar en extranjero, ni sentirse europeo rima con las tres últimas letras hediondas de cada palabra deletreada por quien usted considere más indeseable entre el amplio abanico de sinvergüenzas que pueblan este país que vive de prestado. Respire hondo.

Admire la colección de trepas, seres inhumanos detestables, mediocres y oportunistas que lucen tipo en la pasarela peatonal de los vicios públicos y privados.

A retratarse. Lo bueno de estos males sangra por la herida de los enfermos crónicos de vanidad y egocéntricas costumbres. Lo mejor de esta catástrofe por capítulos se ahoga en un vaso de quitapenas. La crisis instamatic retrata al personal más mezquino. Pruebe con su vecino. Provoque un poco al mouriño de turno y sacará conclusiones incendiarias acerca del negocio de la pobreza mental. Baje los humos al sociópata de patínillo y verá la que se lía. Reduzca su cuota de hipocresía y lo tendrá mañana en la casapuerta pidiendo un poco de compasión, a little. No nos queda. Pero acabamos de recibir una remesa de revancha de primera calidad, venganza a la plancha. Todos contra todos. Europa ha fallecido.

No haga planes. Vaya plan Pons en siete días, tratamiento dermohistérico de belleza interior. Trabajar en la UE no significa trabajar en el extranjero, él vino en un barco, él es de Castilleja de la Cuesta, él es auténtico y acreditado, como las tortas de Inés Flowers, parece rubio pero no responde al nombre de hijo de juan don nadie, Johnson, por ejemplo. Se llama Españolito, está hasta el corvejón de tanto tunante junto, y vive en la calle No se Puede. Candemor de la Calzada. Esquina con Insurrección.

Así no se puede. Los portavoces altramuces se pegan el homenaje a espaldas del people suyo, 400 mil del ala. Que devuelvan el dinero al pueblo vencido. Que devuelvan sin salpicar. Los del “EREs tú” y los de la Trama Gluten. Los trileros de promesas en tierra quemada y los ladrones de indemnizaciones, los canallas y sus cómplices. Y usted también, sí, el que se pone colorao, que ríe las gracias al corrupto del bloque, del barrio, de la oficina y del aire acongojado. ¿Mentamos nombres? Otro día.

Ataque frontal de porcentajes. Setenta por ciento de amnesia, treinta por ciento de devaluación. En realidad, el objetivo déficit oculta la verdadera misión: dejar al treinta por ciento en los márgenes del sistema, una manera como cualquier otra de crear otro sistema, como Guillermo Puertas pero a tiro limpio. Caminito del exilio interior se nos va a quedar cintura de botellín de Cruzcampo. Un tercio de cerveza andaluza pero extranjera. Así salen las cuentas: treinta por ciento a la calle, treinta por ciento de sueldo, treinta por cuento chino de pensiones, cuarto y mitad de confusión y mucho miedo.

Lo suyo sería tomar medidas, a ver cuánto miden las cosas, y echar a pelear a los defensores de eufemismos criminales. El Plan de Desempleo para Menores de 85 años no admite alegaciones. Ni se le ocurra tocar fondo. Pensamos en las personas físicas y, sobre todo, en su renta. España va bene per capita de pene. Ahí vamos, Europa. Al garete el salario mínimo, adiós a la dignidad. Tonterías, a la voz de ya declaramos antiguo todo lo que usted tiene en mente, en cartera y en la nevera.

Ahora fuera de presunta broma, así no se puede. Que se pare el mundo extranjero, que nos bajamos aquí, chófer.

Así no se puede. Recitemos el rap de la impotencia colectiva. Everybody, todo a pulmón, que cantar en inglés ya no es cantar en extranjero, ni sentirse europeo rima con las tres últimas letras hediondas de cada palabra deletreada por quien usted considere más indeseable entre el amplio abanico de sinvergüenzas que pueblan este país que vive de prestado. Respire hondo.

Admire la colección de trepas, seres inhumanos detestables, mediocres y oportunistas que lucen tipo en la pasarela peatonal de los vicios públicos y privados.