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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Inmigrantes sí, refugiados también

Sirios, afganos, kurdos siguen llegando a Europa huyendo de la guerra. Y pese al clamor ciudadano en pro de la acogida, la UE no pacta un reparto y cierto sector de la izquierda española se resiste a presionar. Razón: ve injusto un apoyo a refugiados que no se da a los inmigrantes económicos subsaharianos.

Denuncian -en redes sociales y medios digitales- que frente a la pasividad ante las muertes del Tarajal o el sufrimiento diario en la valla de Ceuta/Melilla y el Mediterráneo, la opinión pública, manipulada por políticos y medios de comunicación, abre los brazos a estos “blancos, cualificados, de Siria, país que el imperialismo yanqui desea invadir”.

Ponen, con acierto, el dedo en el origen del conflicto en Libia, Egipto, Siria, ... De aquel polvo que los gobiernos occidentales esparcieron, este lodo. Pero, de ahí a justificar los regímenes previos -de Gadafi, Mubarak o Bashar al Assad- va un trecho. Y ahora la cuestión es ¿qué hacemos con quienes tras mil penalidades imploran en la frontera “Europa, ayúdame”? -mientras, políticos como Javier Maroto y escritores como Fernando Aramburu les acusan de ser “yihadistas” o “salafistas”-.

La UE es experta en perder tiempo ¡y vidas! en debates vanos. Es necesaria toda la presión ciudadana para forzar un acuerdo de admisión y distribución -complejo pues los refugiados prefieren Alemania o Suecia a Portugal y España-. Y ese activismo progresista comprometido no puede perder la perspectiva.

Ningún sirio naufragado servirá de consuelo o desagravio a las familias de subsaharianos que también se han ahogado. No caigamos en la trampa que tiende el ministro Fernández Díaz de separar en bandos a inmigrantes y refugiados. Si España no devolviera “en caliente”, ilegalmente, comprobaría que muchos son tan refugiados como inmigrantes; huyen de matanzas en África, por si el hambre no fuera bastante horror.

Se argumenta que la sensibilidad de los europeos responde a que los sirios no son “negros pobres”, sino “blancos adinerados”. ¿Los hombres, mujeres, niños, viejos, que vemos gaseados por la policía húngara en los telediarios? ¿Y en serio creemos que la UE les abre los brazos cuando Hungría, Polonia, República checa, Eslovaquia, ¡incluso los cívicos Reino Unido y Dinamarca! aún rechazan cuota de refugiados? Varios, con el argumento de que ¡no son cristianos! ¿Pensamos que EEUU y sus aliados de la OTAN han programado el éxodo para la invasión? ¿Acaso sería la primera vez que entrarían a sangre y fuego en otro estado justificando la muerte de civiles como daños colaterales?

¿Y si por una vez, compañeros, en vez de dividir fuerzas, nos unimos en la condena tanto del maltrato a los inmigrantes, como a los refugiados? ¿Si en vez de empeñarnos en matizar y no acordar, estrategia que nos ha llevado siempre a perder -incluida nuestra guerra-, oponemos al capitalismo inmisericorde, juntos, logros concretos y útiles para “los parias de la tierra, la famélica legión”? Sea cual sea su origen, color, y el causante de su opresión.

Ver Un día perfecto, de León de Aranoa, ambientada en la Bosnia de los 90, permite calibrar cuánto va a costar avanzar, cuántas zancadillas habrá. No nos lo pongamos más difícil de lo que ya es.

Sirios, afganos, kurdos siguen llegando a Europa huyendo de la guerra. Y pese al clamor ciudadano en pro de la acogida, la UE no pacta un reparto y cierto sector de la izquierda española se resiste a presionar. Razón: ve injusto un apoyo a refugiados que no se da a los inmigrantes económicos subsaharianos.

Denuncian -en redes sociales y medios digitales- que frente a la pasividad ante las muertes del Tarajal o el sufrimiento diario en la valla de Ceuta/Melilla y el Mediterráneo, la opinión pública, manipulada por políticos y medios de comunicación, abre los brazos a estos “blancos, cualificados, de Siria, país que el imperialismo yanqui desea invadir”.