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¡Nos va la vida!

9 de octubre de 2025 20:16 h

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Hace unos dos años escribí que o se impedía el desmantelamiento de la sanidad pública andaluza en el marco de una estrategia, perfectamente planificada, para justificar su privatización, o lo sufriríamos en términos de salud y de vida. Posteriormente confirmé la posición en una entrevista y en la tertulia de tv donde participo.

Las respuestas de los cancerberos mediáticos del “buen hacer” del gobierno de la Junta y de algún que otro responsable político, voceros del libre mercado, fueron, digamos, un tanto desabridas….“alarmista”, “mendaz”, “populista”… escribieron.

Hoy, cuando asistimos, perplejos y escandalizados, al desastre de los cribados de cáncer de mama, quedan pocas dudas respecto a la razón y rigor de aquella valoración.

Sin embargo esta consecuencia última conocida, por su visibilidad y especial naturaleza y gracias a las mujeres que la han situado en el centro de la agenda pública y la han acaparado, es una más que se suma a las que centenares de miles de andaluces venimos sufriendo en nuestra necesaria relación con el sistema público sanitario.

Veamos. El Gobierno de Moreno Bonilla desde el principio lo tenía y lo tiene claro: había que lograr la conversión de un derecho, una conquista, como es la Sanidad Pública andaluza en nicho de negocio para los “suyos” y a ello se aplicaron con encomiable y eficiente empeño y en esa estrategia continúan.

Una estrategia, perfectamente planificada, para conducir (por necesidad) a las y los andaluces hacia los seguros privados al tiempo que transfiere recursos públicos a la sanidad privada, vía conciertos y otras formas administrativas, recortando plantillas, limitando inversión en la asistencia primaria, dilatando las listas de espera quirúrgicas, colmatando las urgencias hospitalarias…

Y, ¿cómo lo hacen? Pues degradando y desmantelando el sistema público a través de una estrategia, perfectamente planificada, para conducir (por necesidad) a las y los andaluces hacia los seguros privados al tiempo que transfiere recursos públicos a la sanidad privada, vía conciertos y otras formas administrativas, recortando plantillas, limitando inversión en la asistencia primaria, dilatando las listas de espera quirúrgicas, colmatando las urgencias hospitalarias… Es decir, destrozando la confianza en el Sistema Público y organizando el “caos sanitario” para que el resultado y la percepción ciudadana sean evidentes: la sanidad pública no funciona y por tanto, si se quiere atención rápida, eficiente y con garantías hay que hacerse un seguro sanitario privado….Y lo están consiguiendo: cerca de dos millones de andaluces, el 23% de la población, lo tienen ya.

Las últimas consecuencias, visiblemente dramáticas, son los “fallos” en el cribado del cáncer de mama, que mantiene a miles de mujeres en la trágica incertidumbre sobre la naturaleza diagnóstica de sus mamografías.

Pero no son “errores”, ni “fallos” del sistema, sino el deplorable y dramático resultado de una política, la del PP y su Gobierno, al frente de la Junta de Andalucía.

Sin embargo en el imaginario colectivo me temo que no es esta la percepción y lo que está sucediendo en la sanidad pública andaluza se considera como un cúmulo de desgraciados errores que pueden corregirse, bien con medidas puntuales o bien mejorando la gestión. Y, en todo caso, si el problema rebasa, en términos de escándalo, lo habitual, pues se cesa a la consejera o consejero de turno (y van tres en siete años) y aquí paz y seguimos privatizando, achicando, así, espacio a la auténtica realidad: que el problema es de modelo sanitario, un modelo adenéico a la ideología neoliberal que propugnan las derechas y en este caso y en Andalucía, PP y Vox.

En este extremo hay que reconocer la eficacia de la RTVA, especialmente los informativos de Canal Sur, vía ocultación, manipulación o sencillamente mintiendo, en el “moldeamiento” de la opinión pública… sin olvidar el acompañamiento en la desinformación e intoxicación de muchos medios privados llamados “independientes”.

En este sentido, y conociendo las dificultades para ello, me atrevería a sugerir la imperiosa necesidad de hacer pedagogía, emulando aquello del dedo y la luna. No hay que mirar al primero, sino a la segunda. Es decir, no hay que aceptar “el parcheo”, ni la mejora de la gestión, ni los cambios (siempre intercalables) de los responsables como la solución coyuntural a lo que es un problema estructural, sino que hay que situar el epicentro en la necesidad de cambio de modelo sanitario público, del actual observado en exclusiva como un problema de gasto y negocio, a otro instalado en la universalidad y la calidad, entendido como un derecho y presupuestariamente bien dotado, donde el término inversión adquiera todo su sentido como exige lo común, lo de todos, que es y debiera seguir siendo la Sanidad, Pública, Universal y de Calidad.

Política es situar en el centro del relato, el discurso y la movilización social, que no es lo mismo que gobiernen las derechas que las fuerzas políticas progresistas y de izquierdas, porque izquierda y derecha no son una ubicación geográfica sino distintas y contrapuestas formas de entender la gobernanza de lo público: una centrada en el negocio y la otra en el ser humano y sus necesidades

Pedagogía y rigor para afrontar también la lucha cultural donde la política adquiera su dimensión más noble. Porque política es hablar de sanidad y de su deriva actual hacia el desastre. Porque política es discutir del modelo por el que debe regirse. Porque política es entender y explicar que el PP cuando gobierna jibariza y recorta lo público, lo entiende bajo el prisma del mercado y lo pone al servicio de los “suyos”. Porque política es situar en el centro del relato, el discurso y la movilización social, que no es lo mismo que gobiernen las derechas que las fuerzas políticas progresistas y de izquierdas, porque izquierda y derecha no son una ubicación geográfica sino distintas y contrapuestas formas de entender la gobernanza de lo público: una centrada en el negocio y la otra en el ser humano y sus necesidades.

¿Difícil? Sin duda, pero o la izquierda social y política aborda este necesario cambio de paradigma, o los millones de andaluces damnificados por el deterioro creciente y sin freno de la sanidad pública (y, en general, de los servicios públicos) lo entendemos, o lo de los cribados de cáncer de mama será un capítulo más, eso sí, lacerante y dramático a la espera del próximo.

La respuesta del “chocolate del loro” que vuelve a ofrecer Moreno Bonilla con sus ceses, obligados por la evidencia, sus disculpas y sus “mea culpas” no son más que una gatopardista reedición de aquello de “cambiar todo para que nada cambie”. Por ello, si vuelve a lograr hacer hegemonía con este relato (que ha repetido varias veces), mal lo tendremos en términos de asistencia sanitaria y salud.

Por ello no se trata de maquillar, ni de “apoliticismo” y menos aún de buenismo. Cuando se trate de sanidad pública hay exigir un cambio de modelo y, si esto conlleva, de manera lógica, la exigencia de cambio de gobierno, habrá que contemplarlo sin tibieza ni pusilanimidad…. Porque nos va la vida en ello.