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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Garzón llena dos auditorios en Málaga y apela al “voto útil de los principios”

Entra Alberto Garzón mientras suena Outsider, de Ramones, y cuando llega al escenario, el público que abarrota este auditorio del Palacio de Ferias de Málaga se arranca: “El pueblo unido, jamás será vencido”. Y luego “Que viva la lucha de la clase obrera”. Y “España mañana será republicana”. Lemas inconfundibles. Alberto es “el faro de la izquierda transformadora”, dicen al presentarlo. Garzón desbordó en Sevilla, antes en Madrid, y el jueves en Málaga, donde llenó el auditorio principal, el contiguo (900 y 593 personas de aforo oficial; había asistentes sentadas en las escaleras) y parte del recibidor, transformado en improvisada platea. El candidato llamó a “construir sueños colectivos” mientras reivindicaba mochila y lucha callejera.

En IU están satisfechos de la campaña, de la respuesta popular y, especialmente, de haber combatido en las redes sociales el “vacío mediático”. “Hemos conseguido ganar debates de los que fuimos excluidos”, dice el candidato de Unidad Popular-IU. Garzón juega en casa, donde lo presentan como “Alberto, el más grande”. A su gente, Garzón le dice que son la mochila “con la que construimos el futuro” y luego esto: “Esta es una tierra combativa, que lucha por sus derechos, tan hermosa que en su propio himno dice ”Andaluces, levantaos“. Y eso es lo que tenemos que hacer, levantarnos (…) Si nos levantamos la oligarquía se tendrá que arrodillar”. Luego llama al voto útil emocional, “de los principios” (“del corazón, no de lo que dicen los televisores”, dice el número uno por Málaga, Francisco Guzmán), pero con traducción en números: que sea suficiente para formar un grupo parlamentario propio que le permita “cortocircuitar” la continuidad del “régimen”.

El candidato malagueño (aunque nacido en Logroño) reivindicó en Málaga que Unidad Popular es “la única candidatura que ha elegido sus candidatos por primarias abiertas y que ha elaborado su programa de forma participativa”. No hubo alusión directa pero sí un aviso a Podemos y cualquier otro partido que aspire a conformar una mayoría suficiente para gobernar: “A aquellos que están pensando en los pactos del día siguiente les decimos que quien quiera pactar con nosotros ya puede ir estudiando nuestro programa electoral”.

Por la mañana, había acusado a Podemos de tener una estrategia para “huir de la izquierda”: “Ellos hablaban de adaptarse al sentido común, y yo no quiero adaptarme al sentido común cuando es contrario a la mayoría social o es machista”. Garzón se definió como “un marxista heterodoxo, no fosilizado” y lanzó esta reflexión: “Si mi clase social no me entiende, el problema no es de mi clase social, sino mío”. Ante unos 400 jóvenes de la Universidad que le acribillaron a preguntas habló de la “aparente ruptura generacional”. Contó que casi todos sus amigos de Rincón de la Victoria, que se metieron a la construcción, están en el paro, “Nuestra generación ha sufrido un shock en su relato de vida”, dijo, antes de alertar contra la vuelta a las “ensoñaciones de la burbuja inmobiliaria”. “Creo que a estas alturas ya todos sabemos que no vamos a vivir ni vivimos mejor que nuestros padres”.

Ya en el mitin, el candidato de Unidad Popular llamó a “construir sueños colectivos” y reivindicó que la esencia de su candidatura está en la calle, de donde dice que nunca podrán excluirle. “Ese país lo tenéis en vuestra cabeza y eso es lo más hermoso de todo. Lo tenemos en la cabeza y sólo falta construirlo. Nuestro proyecto se caracteriza por tener un programa. Queremos vencer convenciendo. Somos anticapitalistas porque somos gente que cree en la justicia social”.

De Vetusta Morla a… Raphael

De Vetusta Morla a… RaphaelA la salida, también los militantes insisten en el programa, pero entre ellos hay más alusiones a la competencia electoral. “El programa es lo que vale y no las personas que lo presentan”, dice Maribel Jiménez. Irene Muñoz cree que Garzón identifica qué es hoy Izquierda Unida y Natalia Eseverri, a su lado, dice que llegó indecisa al mitin, pero que ya está convencida: Pablo Iglesias le recuerda a la primera etapa “en la que ZP me engañó. No me hace falta un producto televisivo”.

Juan (70 años) y Álex Blanco (33) son padre e hijo. El padre quiere a la OTAN muy lejos, y lo expresa con vehemencia: “¿Cómo voy a ponerme de acuerdo con alguien que me presenta a la OTAN, la mayor organización criminal que ha habido? Ya tienen ministro de Defensa, ¿por qué no lo hay de Educación? Podemos tiene una mochila con las cuatro puntas de la estrella de la OTAN”. Álex es más conciliador, y del mitin prefiere quedarse con la imagen que evocó Garzón: “Cuando estás en una manifestación y te tiemblan las piernas no pides el carnet. Buscas lo esencial, lo que te une, y tenemos puntos en común”. Alba Lomeña, que viene de Marbella, cree que Iglesias es “soberbio” pero le concede el mérito de haber roto el bipartidismo: “No hemos sido nosotros”.

Hay quien se pasea con colgantes que con cápsulas de café forman la bandera republicana. También familias enteras, de padre, madre, dos hijos adolescentes y abuelo, militante en la clandestinidad del viejo PCE. En un mitin de Unidad Popular se lee El Mar, de Rafael Alberti, y suenan Vetusta Morla, Calle 13 o Serrat. Que el candidato que se siente marginado irrumpa al ritmo de Outsider (“soy un outsider, fuera de todo”) también tiene sentido. Más sorprende que alguien pinche sin avisar a Raphael, Mi gran noche. “Es que estamos cambiando el chip”, dice Ana Aís, que cree que “la verdadera gente de izquierdas está aquí”. Después de que suene el Himno de Andalucía, el público cierra el mitin, nuevamente de pie: “Que viva la lucha de la clase obrera”.