Marcos Ana (el poeta comunista o el comunista poeta) para desmemoriados

Néstor Cenizo

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De Marcos Ana, seudónimo de Fernando Macarro (Alconada, 1920 - Madrid, 2016), suele decirse que es difícil saber qué era más: si un poeta comunista o un comunista poeta. Las facetas política y literaria se confunden porque en él eran indistinguibles. Empezó a leer poesía y luego a escribirla en la cárcel, donde pasó 23 años encerrado por la dictadura: no hay preso que pasara más tiempo en las cárceles franquistas que el poeta comunista Marcos Ana. Cuando salió dijo una frase cargada de poesía y política: “España, tierra de cárceles”.

En el centenario de su nacimiento y en la semana de su muerte, la cooperativa andaluza Atrapasueños acaba de publicar un libro que recrea su último año de cautiverio. No es un libro al uso: es un trabajo de investigación guiado por el hilo conductor de la ficción, está ilustrado por Joaquín López Cruces e incluye un apéndice con una veintena de propuestas didácticas que completan la pretensión de llegar a un público joven y dan sentido al título, que toma prestado el titular de un artículo de Isaac Rosa en eldiario.es: Te llamo desde mi muro (cuéntenles a sus hijos quién fue Marcos Ana).

“Falta material que explicara quién fue Marcos Ana sin esconder la dureza de la cárcel”, explica Joaquín Recio, autor de la obra, que ya había elaborado material didáctico de Blas Infante o Blas de Otero. En esta ocasión, se trataba de preparar un material que hablara a los jóvenes de represión, cárcel, tortura y política en los años del franquismo. “Marcos Ana fue un referente de la dignidad del pueblo español frente la opresión de la dictadura franquista”, ha escrito Juan Diego Botto en el prólogo a este libro.

El aprendizaje poético en la cárcel

Para guiar al lector en el conocimiento del poeta, Recio ha inventado un personaje, Jonás. Un estudiante detenido y enviado en 1960 al penal de Burgos, conocido por ser la cárcel de los disidentes franquistas. Allí conocerá a Marcos Ana en charlas de celda y paseos de patio. Descubrirá quién fue para contárselo a sus hijos veinte años después, cuando la democracia empieza a asentarse en España. Todo lo demás es historia de la represión.

A Marcos Ana (en homenaje a su padre, Marcos -muerto en un bombardeo de la legión Cóndor-, y su madre, Ana) el franquismo le atribuyó la responsabilidad de tres ejecuciones en las que supuestamente participó con 16 años. En 1936, Marcos Ana (entonces Fernando Macarro) era el secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas en Alcalá de Henares y jefe de un grupo de milicianos. También era militante del Partido Comunista. Suficiente para caer en la causa general de la dictadura. Y aunque él siempre se declaró inocente y la condena inicial fue anulada por defectos de forma, volvió a ser condenado. En 1944, su pena de muerte fue conmutada por 60 años de cárcel. Fue encerrado en 1939 y salió en 1961.

En 1960, Marcos Ana estaba a punto de ser liberado. El año da el contexto: la supuesta apertura del régimen, las cartas con Eisenhower, el acercamiento a la Santa Sede. “Esa dictadura que se abría al mundo encarcelaba cada vez más y seguía torturando a la disidencia”, explica Recio.

Entre rejas, el comunista encarcelado se hace poeta. Allí conoce a José Luis Gallego, poeta y periodista, preso durante veinte años, un factor clave en su aprendizaje de la construcción poética. El otro fue su propia curiosidad: en aquella cárcel poblada de disidentes recibe sus primeros libros de poesía. “Había un trapicheo permanente y lee desde Santa Teresa de Jesús a Pablo Neruda”, cuenta Recio. Son años de lecturas, casi siempre en pequeño formato para mejor disimular. “Lo más fácil era coger un misal y meter el libro dentro”, añade Recio. “Los amigos me pasaron lecturas, introduciendo en mi petate unas hojas sueltas con poemas de Alberti, Neruda, Machado… Los leía y releía mil veces. Me los aprendí de memoria y me los recitaba en voz alta, llenando de ritmo y de imágenes la soledad y el silencio de mi celda”, contaba.

Esos años de aprendizaje carcelario en la llamada “Universidad de Burgos” recorren el libro, que recoge el homenaje, “con la voz ahogada”, de los presos a Miguel Hernández. Escribieron una obra teatral sobre su muerte, Sino sangriento, y la representaron entre los muros del presidio. Aún se conserva el manuscrito original. Otros pasajes de Te llamo desde mi muro son más sugestivos, aprovechando las ilustraciones de López Cruces: el dibujante ha recreado por primera vez la huida frustrada de miles de republicanos desde el puerto de Alicante. El poeta estaba entre ellos.

“La historia de la literatura la hacen los vencedores”

Al salir de la cárcel tras la campaña de Amnistía Internacional por su liberación, Marcos Ana reforzó su papel activista, girando por el mundo para reclamar la libertad de los presos políticos. Puede que su fuerza simbólica acabara ocultando el valor de su obra poética, no demasiado extensa, pero sí muy pulida tras años de encierro. “Algunos académicos la miran con recelos, pero es la poesía total, realizada desde lo más oscuro”, opina Joaquín Recio, que lamenta el relativo desconocimiento sobre Marcos Ana, el poeta: “Hay un sesgo ideológico muy importante con su obra. La historia de la literatura la hacen los vencedores”.

Te llamo desde mi muro aspira a meter una cuña presentando a Marcos Ana al público joven. El propio Marcos Ana visitaba habitualmente colegios e institutos y se carteó durante años con decenas de jóvenes en España. “Lo que más le gustaba era estar rodeado de gente joven. Lo conseguía de forma natural”, cuenta Recio, que echa de menos que apenas se hable de Marcos Ana y lo que significa en los institutos y facultades: “Este libro va dirigido a la gente desmemoriada, que no es poca, pero también a la gente joven para que conozca la historia de una persona fundamental de la historia democrática”.

De Marcos Ana a Otto Frank, padre de Ana Frank

La obra se completa con prólogo de Juan Diego Botto, proemio de Willy Meyer y epílogo de Isaac Rosa, así como veinte actividades didácticas y un anexo: la carta que dirigió Marcos Ana a Otto Frank, padre de Ana Frank, con motivo de la conferencia celebrada en 1960 en París para la liberación de los presos políticos españoles, auspiciada por el Consejo de Europa.

El poeta español escribió a Frank para pedirle su apoyo a la conferencia. “Su presencia, o su adhesión, tendría un significado singular: Ana Frank, un símbolo contra la intolerancia. Su martirio es nuestro martirio. La esperanza en la fraternidad humana que su hija legó al mundo es nuestra esperanza”.

Marcos Ana cuenta a Frank que el fascismo español llenó las cárceles “antes de que sus amos abrieran las fosas de Auschwitz y Belsen”. “Pero lo más triste es que aún seguimos encarcelados”, lamenta después de 22 años de cautiverio. “Si la pequeña Ana viviera estaría a nuestro lado, lucharía por nosotros, porque su diario es, ante todo, una acusación contra la humanidad del hombre para con el hombre”.