La renuncia de las instituciones propietarias del estadio de fútbol La Rosaleda (Ayuntamiento de Málaga, Diputación de Málaga y Junta de Andalucía) a que la ciudad sea, como estaba previsto, una de las sedes del Mundial de fútbol 2030, ha causado un terremoto político cuyas posibles réplicas aún están por verse. De momento, el alcalde Francisco de la Torre ha cosechado un aluvión de críticas de todos los partidos de la oposición, que denuncian el daño a la imagen de la ciudad, y se ha visto forzado a convocar un Pleno Extraordinario sobre el asunto, que se celebrará el próximo 24 de julio.
De la Torre compareció con gesto serio este sábado a mediodía, junto con el vicepresidente de la Diputación, Cristóbal Ortega, y el delegado de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, Carlos García, tras mantener una reunión con el Málaga CF y representantes de las peñas malaguistas y de la grada de animación. Fue él, máximo impulsor de la idea de que la ciudad acogiera partidos del evento mundialista, el encargado de comunicar que no lo hará, y que da un paso atrás pese a haber sido una de las once seleccionadas por la Federación Española de Fútbol hace ahora un año.
“Creemos que lo más responsable, lo prudente, lo sensato hoy es renunciar a la candidatura de la ciudad de Málaga al Mundial”, ha dicho De la Torre, advirtiendo de que “el Mundial supone un riesgo para el Club y supone un problema para la afición” y concluyendo que en esas condiciones “no merece la pena continuar”.
El regidor ha calificado la decisión de “prudente”, “sensata”, “inteligente”. Es mejor parar ahora que hacerlo más tarde y quedar peor, ha sugerido: “Si seguimos avanzando podríamos o dañar al Málaga o retirarnos en un tiempo que dañe la imagen de España. Cualquier conflicto que surgiera, tener la obra parada... Hubiéramos quedado fatal”. “Lo que demuestra, de verdad, pasión por la ciudad, cariño por la ciudad, pasión por el Club es renunciar al Mundial”, ha sostenido, al tiempo que ha añadido que “no pasa nada”.
El malaguismo y buena parte de la ciudad se ilusionó con la idea del Mundial, pero en estos años no hubo un debate público sosegado sobre si esta era una necesidad para la ciudad, y si, siéndolo, merecía la pena dedicar 287 millones (a repartir a partes iguales entre Diputación, Junta y Ayuntamiento) a reformar La Rosaleda, y no a otras prioridades muy acuciantes. El alcalde ha citado hoy mismo la vivienda, después de años acumulando críticas por la falta de inmuebles asequibles y la falta de respuesta al problema.
La oposición denuncia el “fraude”: “Ha mentido”
A pesar de esfuerzo por restar dramatismo a la decisión, la renuncia ha sentado como un tiro a aficionados y fuerzas vivas de la ciudad. Basta una ojeada a los periódicos locales para comprobar el impacto de la decisión. Con el Mundial se va una oportunidad de proyectar marca, como ha dicho el alcalde, pero también de negocio y de infraestructuras con un evento deportivo casi sin parangón.
Además, el fiasco consolida una trayectoria de decepciones comandadas por De la Torre, que acumula los fracasos para ser declarada Capital europea de la Cultura, sede de la Agencia Europea del Medicamento y, el año pasado, sede de la Exposición Universal 2027. Se suman otro buen puñado de ambiciosos proyectos que se anuncian con entusiasmo para terminar atascándose en algún punto: el Eje Litoral, un nuevo Guadalmedina, Parque Benítez, rascacielos del Puerto, Astoria, torres de Repsol, Auditorio, Caixaforum... El veterano regidor, que lleva 25 años en el cargo, valora si presentarse nuevamente en 2027, cuando tendrá 85 años.
La oposición ha reaccionado de inmediato acusando al alcalde de dejar a la ciudad en ridículo. La renuncia es un “fraude político” para Daniel Pérez, portavoz del PSOE municipal, quien denunciado “meses de promesas incumplidas y ocultación deliberada de información sobre el estadio provisional” recordando que el alcalde hizo de la sede una promesa electoral. “Lo que ha hecho el alcalde es jugar con la ilusión de toda una ciudad. Ha mentido a la afición, ha mentido al club y ha mentido a las instituciones”. “Hoy sabemos que todo fue humo”, ha añadido.
“El alcalde ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: propaganda. Es un especialista en el simulacro, en crear titulares y vender la marca Málaga”, ha señalado Nicolás Sguiglia, de Con Málaga, quien ha recordado que la renuncia llega dos años y medio después de que De la Torre anunciara la intención de convertir a la ciudad en sede del Mundial. Por su parte, Vox ha criticado la “falta total de interés, previsión y responsabilidad por parte de todas las instituciones implicadas, la Junta de Andalucía, la Diputación y, muy especialmente, el Ayuntamiento de Málaga”.
Ese es el gran flanco débil del alcalde: la imagen de incapacidad e improvisación que transmite al tomar una decisión que quizá fuese inevitable, pero que probablemente pudiera haberse evitado (impulsando el proyecto con decisión), desde luego pudo haberse tomado antes e, incluso, pudo haberse ahorrado si se hubieran contemplado en su momento las limitaciones con el sentido de la realidad y la prudencia que hoy se sacan a relucir. Las dificultades económicas, técnicas o logísticas son hoy las mismas que hace un año.
Un coste millonario y retrasos
La renuncia a albergar una de las sedes se barruntaba desde hace meses, pero se ha consolidado en la última semana. De fondo estaba el millonario coste, 257 millones de euros para empezar (85 millones cada una de las tres administraciones implicadas), y las dificultades logísticas, de tráfico y hasta de habitabilidad que comportaba reformar La Rosaleda para transformarla en un estadio habilitado para un evento de este tipo. El estadio está en una zona densamente poblada, con dificultades de acceso y movilidad que se agravan por motivos naturales (el cauce del Guadalmedina que discurre a sus pies) y logísticos (la próxima obra del tercer hospital no está lejos).
Pero también estaba el tiempo, cada vez más acuciante. La reforma debía estar lista para diciembre de 2028, y era ya casi imposible que, sin haber licitado nada aún, se pudiese llegar a tiempo. En estos años, el Ayuntamiento ha anunciado su voluntad varias veces, pero no ha dado pasos tangibles hacia la reforma.
El runrún fue creciendo con el paso de los meses, y a cada día que pasaba se hacía más difícil cumplir los plazos. En esas circunstancias, se fue asentando la sensación de que, antes que hacer una reforma difícil contrarreloj que dejara una Rosaleda 2.0, era mejor valorar sin las prisas de 2030 una nueva ubicación para un estadio mejor adaptado a las necesidades de una ciudad y una provincia en crecimiento. El regidor ha prometido valorar alternativas a la reforma de La Rosaleda, una posibilidad que sigue abierta, pero sin dar plazos.
La supuesta puntilla fue el aforo
La puntilla llegó el viernes 4 de julio. Para acometer la obra era necesario trasladar al Estadio de Atletismo los partidos del Málaga CF, que actualmente pena en Segunda División. Y aquel día, más de dos años después de poner en marcha la candidatura, se supo que, por problemas de cimentación, el estadio apenas permite acomodar a 12.500 espectadores, la mitad del número de abonados de la entidad y de los 26.000 que se creía hasta ahora. Allí debía pasar dos temporadas el club, sometido a las estrecheces económicas tras los desmanes de Al-Thani y maniatado por las limitaciones que impone estar bajo administración judicial ya desde hace un lustro.
El club hizo ver su preocupación por el riesgo de vaciar aún más su maltrecho bolsillo si perdía la mitad de los ingresos de taquilla, los aficionados protestaron y las peñas llegaron a colocar pancartas en La Rosaleda.
La preocupación abría una ventana de oportunidad a los impulsores políticos de la idea del Mundial para apearse del carro apuntando a una imposibilidad, supuestamente sobrevenida que, en realidad, no era tal. En el malaguismo ha sentado fatal este intento de cargarles el muerto. Este sábado, tanto el club como los aficionados, que vieron la jugada, insistieron en que la responsabilidad de la decisión está en otro sitio, aunque nadie escondió que el Mundial era difícilmente compatible con sus aspiraciones.
“Lógicamente, sí queríamos Mundial, pero hay dos líneas rojas. La primera es que no hubiera perjuicio para el Málaga y la segunda es que pudieran entrar todos los abonados al estadio alternativo al que fuéramos”, ha dicho José María Muñoz, administrador judicial. “No hemos pedido en ningún momento la renuncia al Mundial, pero lo que queríamos es que no se quedara ningún abonado fuera del estadio”, ha dicho el presidente de la Federación de Peñas Malaguistas, Miguel Molina.