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Así vio 'La Isla Mínima' el Vuelo Americano de 1946

Representación de las islas del Guadalquivir. / U.S. Army Map M581

Juan Miguel Baquero

Corría envalentonado el siglo XX y en Andalucía aún existía una frontera natural por conquistar. Eran las tres islas del delta del Guadalquivir: Mayor, Menor y Mínima. Un trinomio insular al sur de la provincia de Sevilla y en la confluencia marismeña con Huelva y Cádiz cuya colonización convirtió un espacio despoblado en una de las zonas más productivas de arroz de Europa. Y, también, en paisaje de cine con el rodaje de la premiada La Isla Mínima. Una tierra laberíntica y furtiva que aparece como un personaje más en la película y enseña su extraña figura a través de mapas.

Los avances tecnológicos y la dominación de las grandes avenidas del río hacen posible, entrados los años 30, iniciar el proceso de transformación de la marisma. Influyen, además, dos circunstancias históricas: la necesidad de abastecimiento arrocero que tenía el ejército franquista –la zona del Levante, tradicional productora, quedaba en manos de la República– y los colonos valencianos llegados en la década de los 40, que llevaron el peso de la mutación de una tierra hasta entonces hostil.

El Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA), dependiente de la consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo, da a conocer este proceso a través de representaciones cartográficas y fotografías aéreas. Trozos de historia, fragmentos de unos terrenos que, desde el aire, muestran su carácter marino y su tendencia de puzle o rompecabezas

¿Cómo es Isla Mínima desde el aire?

La imagen procedente del Vuelo Americano, de la serie A –primer vuelo conocido de la península Ibérica efectuado entre 1945 y 1946 y dado a conocer por el Instituto Geográfico Nacional–, trae la parte central de Isla Mayor en febrero del 46. Y la conocida como Isla Mínima, a la derecha, fruto de la Corta de los Jerónimos realizada en 1878 para reducir el recorrido navegable del río desde Sevilla. Así, el Brazo de los Jerónimos dibuja el contorno de Isla Mínima, ínsula por cierto colonizada antes que su hermana grande, en 1910, cuando se construye a orillas del río y al norte de la isla un poblado con este nombre.

Como cuenta el IECA en su sección El tiempo vuela, hace 5.000 años unos 2.000 kilómetros cuadrados de territorio próximo a la desembocadura del río Guadalquivir estaban sumergidos bajo un extenso mar. La potente deriva formó una flecha litoral, la Punta del Malandar, que cerró la amplia ensenada. Poco a poco, dio paso a un entrante marino que los romanos llamaron Lago Ligur o Ligustinus. Ahí, en ese cambiante espacio de marismas, entre canales y esteros, se rodó la exitosa cinta del director sevillano Alberto Rodríguez.

En la ortofoto del Vuelo Americano de la serie B, de 1956-57, aparece el contraste más nítido entre las superficies ocupadas por arrozales y terrenos aún no cultivados. La red de canales se densifica y amplía, como la construcción de muros de defensa, casas-bomba, acequias y azarbes. Antes, la marisma convertida en tierra nueva y dominio de nadie era un lugar de abundantes recursos naturales donde las poblaciones vecinas encontraban pesca, caza y práctica ganadera.

Todo, entre múltiples brazos y meandros, un sinuoso curso que forma las llamadas islas del Guadalquivir. Como muestra la imagen del Vuelo Interministerial de 1977, con un proceso de colonización casi concluido donde hubo extensas llanuras que acogían a sus primeros y dispersos pobladores en las vetas, terrenos algo más elevados donde construían chozas y hatos de pastores y vaqueros.

La navegabilidad del río sí fue tocada por el ser humano a lo largo de la historia, con sucesivas cortas que redujeron el recorrido a la desembocadura desde los 120 kilómetros que había en 1794 a los 80 en el siglo XX. Pero, retornando a la semilla del gran cambio, ésta se instala a partir de 1926 con la Compañía de las Islas del Guadalquivir, de capital inglés y suizo. La empresa llega a un territorio casi virgen e inicia su transformación para cultivar algodón, cáñamo y arroz.

El despliegue técnico es enorme para la época. Pequeños poblados emergen para facilitar cobijo: Dora o Colinas, Rincón de los Lirios, Alfonso XIII, El Puntal, Veta de la Palma y Reina Victoria. Los 'ingleses' construyen kilómetros de carreteras, de líneas de ferrocarril, telefónica y de tendido eléctrico, muelles… Y en 1929 ponen en cultivo las primeras parcelas. Fracasaron, cuentan que por la naturaleza especulativa de la iniciativa. Pero sembraron la trascendente mutación que señalan las ortofotografías de 2008 y 2010 de la Junta de Andalucía.

Diseminaron, entonces, una semilla que floreció en tierra inhóspita. Un lugar que encontró en uno de sus poblamientos estacionales, El Puntal, el centro neurálgico que en la película La Isla Mínima aparece con su nombre de entonces, en los años 80: Villafranco del Guadalquivir. Una tierra cinematográfica que ya tiene incluso su ruta de cine para conocer las islas marismeñas de Andalucía.

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