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El Ministerio de Transición Ecológica advierte de los intensos impactos ambientales que puede provocar la construcción de una central hidroeléctrica reversible en Zaragoza

La central ha sido diseñada para instalar una potencia de 95 megawatios, superior a la que suman las dos centrales de Lafortunada en el Pirineo.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

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¿Se puede almacenar energía en un depósito? ¿Y si es subterráneo? Parece que sí, lo mismo que ocurre al aire libre con los pantanos y como llevan años apuntando trabajos como los estudios de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) sobre la optimización de los recursos hidroeléctricos de la cuenca, en los que se hace un especial hincapié en el modelo de las centrales reversibles: un formato para el que el Ministerio de Transición Ecológica acaba de avalar inicialmente un innovador proyecto que, de salir adelante, generaría electricidad a la demanda con agua del Canal Imperial en un complejo de balsas soterradas y tuberías ubicado en Garrapinillos, en el triángulo que forman la plataforma logística Plaza, el aeropuerto de Zaragoza y el casco urbano de La Muela.

¿En qué consiste una central reversible? Básicamente, en un sistema que utiliza parte de la energía que ella misma genera, o que aprovecha otras fuentes por lo general renovables, para bombear el agua que ha turbinado hacia un embalse situado por encima de esa cota desde el que el caudal baja de nuevo para producir más electricidad, algo que permite adecuar la producción a la demanda. Los enormes desniveles con los que operan hacen que las centrales de este tipo lleguen a superar el rendimiento de otras de mayor magnitud e impacto como las de los grandes embalses.

Otra cosa es que el impacto de su construcción, que en este caso incluye dos balsas subterráneas de casi mil millones de litros de capacidad, una central de turbinación y un salto artificial de 240 metros, sea asumible en una zona esteparia como la elegida para ubicarlo.

En este sentido, la Dirección General de Calidad y Evaluación Ambiental acaba de emitir un informe de impacto en el que ordena “el sometimiento al procedimiento de evaluación ambiental ordinaria” del proyecto de la central hidroeléctrica reversible “Dehesa de Ganaderos”, que tiene como finalidad el “almacenamiento y mejora energética en los regadíos de la Comunidad de Regantes de Dehesa de Ganaderos en Garrapinillos», ya que ”se prevén efectos adversos significativos sobre el medio ambiente“ si llegan a ejecutarse tal y como han sido planteadas de salida.

El promotor de la planta es la empresa zaragozana Proyectos Hidráulicos y Energéticos, que planea construir una central hidroeléctrica reversible de bombeo que se alimentaría de la concesión de agua de la Comunidad de Regantes de Dehesa de Ganaderos. “El promotor informa sobre la pretensión de aprovechar unas mismas infraestructuras para hacer posible el almacenamiento de energía con la mejor eficiencia energética de los regadíos existentes”, señala la resolución.

Tuberías kilométricas entre balsas subterráneas

La central, con una potencia instalada de 95 megawatios que supera, por ejemplo, a la suma de las dos de Lafortunada, se situaría en las inmediaciones de las depuradoras de Plaza y de La Muela.

El punto de partida sería la tubería de seis kilómetros con la que ahora se abastece la comunidad de regantes desde el Canal Imperial, de la que saldría otra de casi mil metros por la que el caudal “se dirigirá hasta un embalse inferior para bombearlo a un depósito superior que turbinará en horas de mayor demanda energética”. El agua volvería al inferior tras pasar por la central, ubicada a su lado.

Cada una de esas balsas, impermeabilizadas con “polietileno de alta densidad” para “asegurar al máximo su estanqueidad y evitar filtraciones”, tendría capacidad para almacenar 0,95 hectómetros cúbicos, ocuparían sendas superficies de en torno a trece hectáreas y estarían conectados por dos tuberías de acero de tres metros de diámetro y casi cuatro kilómetros de longitud (con algo más de 500 metros de túnel) que salvarían un desnivel de 240 metros.

Todo el complejo estaría bajo tierra para evitar afecciones a las zonas de suelos protegidos bajo las que lo sitúa su diseño, salvo la subestación eléctrica y la línea de evacuación hacia la red de distribución.

Impacto “alto” o “muy alto” en el paisaje, la flora y la fauna

Sin embargo, el proyecto afecta a varias zonas de secano tradicional catalogadas como no urbanizables precisamente para protegerlas y en las que habitan algunas especies vegetales y animales protegidas, como el cernícalo primilla, que cuenta con dos colonias en la zona, el sisón común, la ganga ibérica, la ganga ortega, la avutarda común y la alondra ricotí, varias de ellas amenazadas y catalogadas como “sensibles a la alteración de su hábitat”.

En este sentido, el Inaga (Instituto Aragonés de Garantía Ambiental) del Gobierno de Aragón considera “alto” el impacto que un proyecto de este tipo tendrá tanto sobre el suelo y el paisaje, ya que se prevé el movimiento de 4,7 millones de metros cúbicos de tierra, como sobre la vegetación, ya que la obra conlleva eliminar varias zonas arboladas y esteparias de interés, y “muy alto” el que se proyecta sobre la fauna catalogada por “la disminución de territorios aptos para el desarrollo y reproducción de avifauna esteparia”.

La “acumulación” de este proyecto con “otros que se dan en el entorno, como parques eólicos y líneas eléctricas, o un posible incremento en las superficies de riego, suponen la fragmentación del hábitat de estas especies o de otras sensibles”, indica la resolución de Transición Ecológica, que apunta que el hecho de que vayan a ver “modificado el hábitat disponible a medio y largo plazo” provocará “un desplazamiento hacia zonas más alejadas”.

El proyecto de Mequinenza y los planes de la CHE

El ministerio acaba haciendo suyas las conclusiones del Inaga, que sostiene que “tal y como está diseñado y planteado el proyecto, sin un estudio adecuado de alternativas de menor afección ambiental y sin una correcta valoración de los impactos generados, tiene un efecto significativo sobre el medio natural de la zona”, algo que “debería ser caracterizado y evaluado con una mayor profundidad mediante una evaluación de impacto ambiental ordinaria”.

De salir adelante el proyecto, la central reversible de Garrapinillos se convertiría en la quinta de la cuenca del Ebro, y la segunda de mayor potencia de Aragón, tras las oscenses de Moralets en el Noguera RIbagorzana, que tiene 210 megawatios instalados, y de Ip, con 89 en el Aragón, y las leridanas de Estany Gento, con 440 en el Noguera Pallaresa, y de Montamara, que opera con 92) en el Noguera de Cardós.

“Existen proyectos para aprovechar las remarcables condiciones de la cuenca del Ebro para el desarrollo en un medio plazo de nuevos saltos reversibles que permitan almacenar hidráulicamente la energía eléctrica sobrante en horas valle e integrar en el sistema una mayor producción eólica o solar no programable”, señala el Esquema de Temas Importantes (ETI) del nuevo Plan Hidrológico del Ebro (PHE), que señala como los objetivos de desarrollar este tipo de instalaciones los de “contribuir a la seguridad del sistema” y “favorecer la integración de otras renovables poco programables (eólica o solar) que se hace cada vez más importante”.

Uno de esos estudios se centra en el pantano de Mequinenza, dentro de un proyecto para reconvertir 30.000 hectáreas de olivo y almendro en el Bajo Aragón cuya puesta en marcha se traduciría, sobre el papel, en la creación de más de 3.000 empleos en la zona.

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