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Eugenio Monesma, divulgador: “Sentir que mi trabajo sirve para algo es lo que me da el impulso moral para seguir adelante”

Eugenio Monesma se asoma a más de un millón de suscriptores de YouTube.

María Bosque Senero

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Eugenio Monesma, divulgador, productor y realizador oscense, ha sido galardonado como Altoaragonés del Año por aclamación popular en la votación propuesta por 'Diario del Alto Aragón'. Profesional especializado en la etnografía y autor de más de 3.000 documentales en sus 44 años de carrera, confiesa que de momento no piensa en retirarse y firma dos temporadas más en Canal Cocina, con lo que su programa 'Los fogones tradicionales' cumplirá 25 años en emisión de manera ininterrumpida.

Este año, por aclamación popular, recibe el galardón de Altoaragonés del Año. ¿Qué significa para usted este reconocimiento?

Es bonito porque no es un jurado sino la gente la que vota. Ha sido más de 52.000 votos, una cantidad no vista en anteriores ediciones. Este reconocimiento me da impulso para seguir adelante, sobre todo impulso moral y la satisfacción de ver que lo que hago sirve para algo; para concienciar sobre la importancia de cuidar y conservar el mundo rural, y también para poner en valor la cultura, que es algo muy distinto de lo que ahora entendemos por cultura y confundimos con espectáculo y entretenimiento. La cultura es la creatividad de cada uno, la capacidad de valorar las raíces. La cultura es un bien universal que se nos ha venido dando a lo largo de la historia, pero no de esa historia contada desde la alta alcurnia, sino de la historia del pueblo, del campesino, ellos son los que han hecho la cultura.

La gente ha reconocido su carrera en Huesca con este premio, pero también tiene seguidores en todas las partes del mundo. Con la perspectiva que aportan 44 años de recorrido profesional, ¿echa de menos algo de aquellos tiempos cuando comenzó a trabajar en formato Super-8 con 27 años?

Es una buena pregunta, y llevo unos días reflexionando sobre ello, pero no (sonríe), no echo nada de menos. Aquella era una manera muy artesanal de trabajar, la calidad de la imagen era muy débil, la manipulación del material era muy compleja, había que doblar el sonido; en definitiva, llevaba mucho trabajo. Al igual que trabajar en 16 milímetros, el proceso de revelado de la fotografía tradicional, o las grabaciones de cualquier tipo de audio. Ahora todo es más inmediato, los procesos son más cortos en tiempo y hasta las herramientas son más pequeñas y ligeras. El otro día me grabaron con una cámara muy pequeña en 4K con una calidad de imagen impresionante. Eso, en mis comienzos, era inimaginable. En 44 años de profesión la tecnología ha evolucionado muchísimo. He pasado de ver segar y trillar a mano, a observar grandes cosechadoras en el campo. En menos de medio siglo hemos pasado de la Edad Media a la super tecnología.

Y uno de los medios en los que se han dejado sentir esos cambios ha sido la televisión: en la forma de trabajar, de presentar formatos y del consumo de la audiencia. ¿Cómo ha cambiado el mundo de la televisión desde sus primeras series emitidas en abierto hasta hoy cuando Eugenio Monesma se sienta frente al aparato?

La verdad es que veo muy poco la televisión porque me pongo muy nervioso. En mis documentales los protagonistas son quienes saben hacer las cosas. Ahora lo que veo es que los periodistas tienen más protagonismo y parecen saber más que el entrevistado. Estos días veo con sorpresa como, a pesar de que no ha nevado en España, todas las cadenas se han centrado en los cuatro centímetros de nieve caída. No soy partidario de ese tipo de televisión en la que van entretener y hacen parecer que el espectador tiene un nivel intelectual muy bajo. Creo que hay cosas más importantes que contar y formas más adecuadas de hacerlo. En mis documentales, las personas a las que entrevisto son el centro de atención, y mi trabajo es conseguir que se expresen, sacar el máximo de información de los protagonistas, siendo fiel a ellos.

No aparece en ninguno de sus trabajos, o lo hace de manera muy puntual; sin embargo, todo el mundo lo conoce, y ha conseguido que uno de sus programas, 'Los Fogones Tradicionales', lleve 23 años en antena de manera ininterrumpida, siendo el más visto de Canal Cocina. ¿Hay una receta mágica para mantenerse tantos años?

La autenticidad. La gente sigue el programa, muchos me llaman para proponerme grabar en sus pueblos, y otras veces encuentro personas en mis viajes que me hablan de recetas y surge entonces una nueva grabación. Receta mágica o no, solo sé que a las personas que lo ven les gusta, y a las que participan en las grabaciones también, comparto con ellos su ilusión y a la cadena le sigue interesando, de hecho, acabo de recibir el contrato para firmar dos temporadas más, 44 capítulos en total.

Después de tantos documentales rodados y capítulos para programas como el de cocina, es fácil preguntarse si todavía queda algo por contar, ¿cómo encuentra los temas que después produce?

Quedan muchas cosas por contar: de hecho, a veces pienso si alguien querrá recoger el testigo para seguir contando estas historias cuando yo no pueda hacerlo. Pero como digo, hay mucho que hacer visible todavía en temas de oficios y tradiciones, y en la cocina también; quizás lo más complicado en este último es encontrar hogares de leña y, aun así, siempre hay algún vecino que, aunque no participe en la receta, presta su casa para rodar. Y sobre los temas, los que nos dedicamos a esta profesión somos curiosos por naturaleza, hablamos con mucha gente, y de esas conversaciones, de los viajes y las personas a las que voy conociendo surgen nuevos temas en los que trabajar.

¿Cómo es un día de grabación con Eugenio Monesma?

Normalmente voy yo solo con mi material de grabación. Monto las cámaras, ilumino la escena, tomo el sonido, y durante la grabación voy tomando notas y dando algunas indicaciones. Son muchos años de oficio, así que es un trabajo que, si no hay alguna complicación técnica, sale casi solo. Como anécdota, un día grabé tres capítulos de media hora del programa de cocina en una sola jornada, y quien trabaje en esto sabe que es bastante. Después con el material grabado uno de mis hijos monta los capítulos en el estudio.

Para hacer estas grabaciones viajo por toda España, y suelo hacerlo también solo; me gusta y aprovecho el tiempo que no grabo para hacer turismo, conocer la zona y a sus gentes.

Las tradiciones y oficios le deben mucho por su trabajo de recuperación y, en cierta manera, de conservación.¿Cómo comienza esta pasión suya?

En 1983 entré a formar parte del Instituto Aragonés de Antropología. Allí empecé a recoger oficios y tradiciones. Uno de los trabajos más importantes que hicimos fue sobre el descenso de navatas, esa película obtuvo premios y fue entonces cuando me di cuenta de que esa era una temática que interesaba pero que nadie tocaba, así que seguí profundizando en ella. En aquellos inicios tuve la suerte de que los protagonistas estaban vivos, disponían de sus herramientas y hasta de sus talleres, tenían los conocimientos y, lo más importante, se prestaron a volver a ejercer por un día para poder conservar esa grabación como ejemplo y testimonio para el futuro. Así empezó todo.

Grabar a personas haciendo su trabajo o a familiares que lo recuerdan, ¿le acerca de una manera especial, profunda, a las personas?

Sin duda, y encuentro historias de vida que me emocionan o que lo han hecho años después. En una grabación hace años me comentaron que había un taller de carros que acababa de cerrar, los visité y esos tres hombres me propusieron hacer un carro en directo para que pudiera grabarlo y conservar así el oficio y los testimonios. Casi doce años después, el hijo de uno de aquellos hombres me escribió una carta que todavía me emociona al recordarla. Decía que aquel hombre de las imágenes, ese era su padre de verdad, el hombre que ellos recordaban, el que hacía su trabajo con ilusión y con precisión. También hay otro chico, un matemático, que ahora hacer horcas en su tiempo libre y va a las ferias no porque lo necesite para vivir, sino para poner el valor y conservar la memoria de su abuelo y del trabajo artesanal que él hacía.

¿Empezamos a valorar nuestras raíces?

Sin duda, en esta generación aparecen personas que valoran lo que se hacía antes y cómo se hacía. Yo lo estoy viendo. Intentan recuperar oficios, cuentan la vida de sus familiares, y ven como un valor moral aquellos trabajos que un día se perdieron, pero que sus ancestros habían ido conservando y enseñándose de unos a otros durante más de cuatro generaciones.

A través de su trabajo, usted intenta hacer una labor de conservación, en la medida de lo posible, pero, desde su experiencia, ¿cuál cree que es el tratamiento que se le ha dado y se le está dando al patrimonio inmaterial en Aragón y en España?

Si el patrimonio material vemos cómo se está cayendo y perdiendo ante nuestros ojos, imagina lo que ha ido sucediendo con el patrimonio inmaterial, ese que no es tan evidente porque no se ve. Hemos ido avanzando, sí, y en Aragón se han protegido por ejemplo la trashumancia, la construcción en piedra seca, se ha trabajado mucho últimamente por la jota, pero siguen siendo temas muy puntuales, y hay tantísimas que proteger. En mi opinión, tenía que haber una figura más genérica, y los gobiernos deberían apostar e invertir en recuperar la memoria de nuestros abuelos. Como decía el cura Rafael Andolz, “cada abuelo que se nos muere es una enciclopedia que desaparece”.

Esa recuperación de las raíces y de la cultura de los pueblos, ¿tiene validez o aplicación en la sociedad en la que vivimos?

Por supuesto que la tiene, porque sirve de lección de humanidad y de austeridad. Vivimos en una sociedad egoísta, cuando antes, nuestros antepasados eran personas humanas y sencillas. Ahora todo es consumir, y antes no necesitaba tanto ni para vivir, ni para ser felices. Esa sencillez y austeridad, pero esa riqueza cultural y sobre todo en valores que vemos cuando recuperamos estas antiguas formas de vivir, ayuda; al menos, a pensar y replantearse la vida en la sociedad y el mundo actual.

Una sociedad que, como se nombraba anteriormente convive con las nuevas tecnologías, a las que usted ha sabido sumarse. Desde que comenzó a subir material a su canal en YouTube y a fecha de esta entrevista acumula más de 363 millones de visualizaciones, 1,45 millones de suscriptores y 543 vídeos. Todo ello le ha hecho merecedor del Botón de Oro de esta aplicación. ¿Se imaginaba convertido en youtuber a sus 71 años?

No, para nada. Darle uso al canal que ya tenía en YouTube, en desuso desde 2011, fue idea de mis hijos. Recuerdo que estaba en el cuarto día de la última trashumancia que he hecho hasta ahora y me llamaron de una entidad para darme la idea de publicar los reportajes que grababa porque eso podría hacer que “monetizara”: una palabra que desconocía. Les dije que bien, que lo pensaría, y cuando llegué se lo comenté a mis hijos. Durante los últimos días de diciembre de 2019 empezaron a subir vídeos y aquello se disparó; no esperábamos tantas visualizaciones ni el interés que ha despertado el trabajo que hago, porque además ese interés ha traspasado fronteras, y no solo lo siguen en Aragón o España sino en todo el mundo.

¿Qué le está aportando esta nueva experiencia?

Me ha hecho reflexionar sobre el tremendo cambio que estamos viviendo. Recordar cuando era un joven que iba por los pueblos a proyectar documentales en Súper-8 a 40 o 50 habitantes, y ahora cada día recibo en mi canal más de 400.000 visitas. ¿Cómo puede ser esto? Pero esa parte, la de los seguidores y los visionados, aunque es importante, es solo un número. Otra cosa son los comentarios que recibo y a los que respondo cada día, es mi primera tarea en la oficina cuando llego sobre cinco de la mañana: responder uno a uno. Esa parte, la emocional, es la que me satisface. Sentir el cariño de las personas que valoran mi trabajo y tener seguidores tan fieles es el mejor premio.

¿En qué está trabajando ahora Eugenio Monesma?

En unas cuantas cosas (sonríe). Planeta me ha encargado un libro sobre 100 oficios; esto lleva un buen trabajo. Por otra parte, sigo haciendo cosas en YouTube, también el programa de cocina y algo que últimamente me tiene fascinado, aunque es un tema que siempre me ha gustado, es la investigación sobre el uso que ha hecho el ser humano de las piedras en la naturaleza, piedras rituales y funcionales sobre las que existe una historia vinculada a la cultura de nuestros pueblos. Estoy buscando documentación y vestigios que nos puedan aportar información. Más adelante tengo programado un viaje por España para seguir rodando. Llevo muchas cosas entre manos, muchas.

Entonces, de retirarse no hablamos por el momento…

Vamos a ver si aguanto unos cuatro o cinco años más, tengo todavía ilusión y fuerza, y aunque los viajes son largos a veces, mientras la salud me lo permita voy a seguir trabajando porque me hace muy feliz. Así que, por ahora, mejor no hablamos de retirada.

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