El sector lácteo en Aragón sigue perdiendo explotaciones y Teruel se queda sin las últimas vacas lecheras de la provincia

Nerea Lozano

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“El sector lácteo en Aragón no está muy bien. Quedarán unas cincuenta granjas, un número irrisorio para lo que había en la comunidad hace 30 años. En un futuro se mantendrán las explotaciones de gran volumen y los pequeños productores tendrán que luchar por salir adelante, quedarán los más valientes”, revela el veterinario Álvaro Aranda. Él mismo trabajaba y asesoraba a la vaquería de Alcorisa, que acaba de cerrar sus puertas y ha dejado al territorio de Teruel sin vacas lecheras. Se convierte así en la segunda provincia, por detrás de Tarragona, que se queda sin ganado vacuno destinado a la leche. 

Esta granja era desde hacía cinco años la única productora de leche de Teruel, después del cierre de la de Fuentes Calientes y Villarquemado. Es solo el reflejo de lo que lleva pasando en la provincia las últimas tres décadas y es que, según cuantifica Aranda, en este tiempo “se han perdido 300 explotaciones”. Estos días se ha sumado la de Alcorisa, que contaba con “200 vacas -con fin en el matadero- y que en los dos turnos de ordeño al día producían casi 3.000 litros”. 

Dos hermanos han mantenido esta granja durante “más de 40 años hasta su jubilación” para pasar el testigo a un hijo. Quien se vio sin ayudas y con la necesidad de tener que afrontar una “gran inversión tecnológica” para poder seguir con el negocio lechero de su familia y que para Álvaro Aranda fue clave para que no hubiera relevo generacional. “Los dueños están con sensaciones encontradas. Uno de los hermanos estaba más concienciado, pero el otro todavía lo está procesando. Hay que tener en cuenta que es un cambio muy importante porque llevan toda su vida dedicándose a ello”, añade Aranda. 

También “les afecta mucho y directamente” a la yogurtera de Caspe y al obrador de quesos de Ejulve, a los que se destinaba parte de la producción obtenida en esa explotación ganadera familiar a las afueras de Alcorisa. Ambos han tenido que buscar una solución y como señala Aranda, por ejemplo, en el caso de la quesería de Ejulve podrán “continuar con su actividad” porque tienen cabras, aunque ya no podrán hacer mezclas y quizás “se ven obligados a comprar más ganado para tener la leche suficiente”. Mientras, la situación de Caspe es “más complicada” porque le va a suponer tener que hacer “más de 200 kilómetros” para recoger la leche. Algo que para Aranda no es “muy viable ni sostenible” y que, sin duda, “dificulta” el trabajo diario del obrador. Por el momento, con la producción de Aragón “es suficiente para autoabastecer” a la comunidad, pero si empieza a faltar “habrá que ir a Cataluña u otras zonas limítrofes”, aumentando todavía más los costes por el transporte. 

“El negocio no es rentable” 

Cuando se le pregunta a Álvaro Aranda sobre qué factores han provocado que el sector lácteo se encuentre en esta situación, lo tiene claro. “El principal motivo han sido los precios abusivos que han tenido las grandes distribuidoras. Al productor le llevan pagando 20 años un precio igual o por debajo del coste y apenas conseguían ganancias”, responde. Como consecuencia, apunta que con la producción de leche “nunca se ha podido vivir bien” y es un trabajo “muy sacrificado”, que conforme pasa el tiempo se ve que “el negocio no es rentable”. A esto se suma que “cada vez se ponen más trabas desde el ámbito burocrático” y asegura que “no se valora el trabajo lácteo”. 

Tampoco la PAC “compensa el volumen de costes”, a pesar de que Aranda reitera que son ayudas que “tienen un buen objetivo”. Para él, lo ideal sería que el productor pudiera “ganarse la vida” con lo que hace y no que tenga que estar “esperando subvenciones”.  

Ahora mismo por litro producido se reciben entre “55 y 60 céntimos”. Este aumento se produjo en los últimos meses, como describe Aranda, después de llegar a una “situación extrema” en la que los grandes supermercados “se quedaron sin leche”. 

“Hubo un momento que no entraba leche a las fábricas porque la gente tenía que seguir pagando facturas y por ejemplo destinaban las vacas a la carne. Hasta que no se vieron entre las cuerdas no hicieron nada, cuando es algo que llevábamos tiempo avisando. Han subido el precio y hay que esperar a ver si se mantiene en el tiempo, pero va a ser muy difícil revertir la situación y recuperar a gente que ha dado su vida por la leche”, reconoce Aranda. 

Un proyecto social

Con el objetivo de “dar a conocer la situación del vacuno de leche en la provincia”, Álvaro junto a un compañero crearon hace cerca de un año en las redes sociales el proyecto Apadrina Una Vaca. A través de él, trabajan para encontrar una institución o gente del territorio que quiera involucrarse para “devolver” las vacas lecheras a la provincia. Son conscientes de que “va a costar” y se trata de un trabajo “a muy largo plazo”. 

“El fin último a conseguir es que la producción de esa nueva granja se oriente a crear productos lácteos con el valor añadido de que sean de Teruel. Desde hace décadas se debería haber trabajado en una política o estrategia para valorizar la leche y por ejemplo en Teruel asociarlo a un producto diferenciado o, por ejemplo, ligarlo a algún queso con historia”, manifiesta Aranda.

Futuro para el medio rural 

Uno de los primeros pasos a los que apunta Aranda para recuperar en el futuro una vaquería en el área turolense consiste en la necesidad “de adaptarse a las necesidades actuales” e implantar las nuevas tecnologías en esos espacios para mejorar la calidad de vida de sus propietarios. Otra pieza clave serían los agricultores de las zonas próximas para poder proveer a las granjas de cultivos y forrajes. “Las vacas se alimentan y luego con lo que dan puedes devolverlo a los agricultores para fertilizar el campo. Es un círculo sostenible que ha funcionado toda la vida”, defiende. 

No hay que olvidar que estos negocios ganaderos “son vida” para los pueblos a nivel socioeconómico y hacen que mucha gente se asiente a vivir en ellos. La clausura de granjas es al final otra “constatación” de lo que está pasando en el medio rural “desde hace décadas”, como destaca Aranda. También supondrán una “gran pérdida” en cuanto a “soberanía alimentaria” y de cultura porque estas zonas despobladas tienen como tradición consumir la leche que se produce en su municipio y sacar los excedentes. “Son espacios con muchos beneficios y de nuevo se dejan perder porque a nivel político no se ha hecho un plan integral para el sector lácteo. Queda todavía mucho trabajo”, sentencia Aranda.