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Gracias por enseñarme a leer y a escribir

26 de octubre de 2025 05:30 h

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A los que nos han puesto libros desde la cuna (literalmente), tenemos claro la suerte de poder disfrutar con ellos. O, al menos, deberíamos.

Mis abuelas dejaron la escuela con 7 años, lo que hoy sería 2° primaria. Aprendieron las 4 reglas y a duras penas a leer y a escribir. Sí, leían en voz alta y por sílabas, y tenían una letra de niño pequeño, escribiendo con numerosas faltas de ortografía. Pero es que en una España de posguerra no se podía pedir más: aprender un oficio para llenar el gaznate. La educación era algo totalmente secundario.

Por eso, cuando influencers, que lo han tenido todo, afirmaron orgullosas hace unos meses que “no sois mejores porque os guste leer, hay que superarlo” y, encima, un ejército de borregos corroboran sus palabras... se me hierve la sangre. Porque mis abuelas no tuvieron alternativa a la incultura. Nosotros, en cambio, gracias a una educación pública, gratuita y universal, sí que gozamos de ese derecho. Privilegio hasta no hace tanto. Y no solo lo tenemos, lo debemos aprovechar por aquellos que no pudieron.

Porque un libro es un tesoro. Y la escritura, al menos para esta periodista, no solo un medio de trabajo; sino su terapia y su modo de expresión más sincero, íntimo y claro.

Por eso, hoy yendo a Delicias en el autobús urbano una escena me ha sobrecogido el corazón. Una mujer de unos 60 años ha reconocido a su maestro de la infancia, de 90. Después de, ¿cuánto? ¿Medio siglo de vida? Se han puesto al día en una breve charla y la despedida no ha podido ser más preciosa: “Gracias por enseñarme a mí y a muchos a leer y a escribir”.

Gracias, maestras y maestros, por enseñarnos a leer y a escribir... y por mucho más. Gracias por educar, por transmitir conocimiento y por enseñar a niños y a niñas a ser personas respetuosas con sus semejantes, empáticas y cultas. Y, todo ello, en una sociedad cada vez más revuelta e iletrada. Gracias a Merche, María José, Carlos, María, Martín, Sheila, Noel y, por supuesto, a mi querido Tomás. Gracias a todos por enseñarme en el pasado y el presente.