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El PSOE se conjura para no sucumbir al desconcierto por el futuro de Pedro Sánchez
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OPINIÓN | 'La multiplicación de la mentira'. Por Enric González

Y ahora en sus pantallas, el apocalipsis político del invierno

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El otoño llega a su fin sin que las siete o las setenta plagas económicas que nos auguraba la derecha política y mediática hayan caído por ahora sobre nuestras cabezas. 'El otoño apocalíptico por ahora no está ni apenas se le espera', se titulaba esta crónica a mitad de la estación astronómica, hace seis semanas. 'El otoño desastroso, más en la política que en la economía', decía el titular de hace dos semanas.

¡Y tanto! Quizás crecido porque ve a Alberto Núñez Feijóo menguante y por esas buenas nuevas económicas —no apunta a recesión ni siquiera técnica, la inflación se modera, la excepción ibérica en la luz funciona, el número de ocupados y de afiliados a la Seguridad Social está en máximos históricos, el paro registrado desciende incluso en noviembre, las arcas del erario rebosan, los Presupuestos Generales del Estado están a punto de aprobación definitiva, etc., etc...—, Pedro Sánchez se ha metido en estos últimos días en una arriesgada (o quizás temeraria) gincana de reformas jurídicas. Sedición, malversación, nombramientos en el Tribunal Constitucional...A Sánchez se le ve convencido de que si concluye pronto esas controvertidas reformas y emplea el tiempo que queda para las urnas autonómicas y locales de mayo próximo y para las generales de dentro de un año en hablar de economía y de la variada y exitosa acción social del Gobierno de coalición, el coste electoral de sus siglas será leve o ninguno. 

Quizás también por lo mismo, porque ven que la economía aguanta mucho mejor que lo que ellos auguraban y porque temen que, al paso de recuperación electoral que lleva el PSOE y a la pujanza inicial que muestra Sumar, en la Moncloa habrá de nuevo un Gobierno de izquierdas tras los próximas elecciones generales, las tres derechas han tensado aún mucho más el debate público. Exigen elecciones ya, hablan del tirano, del dictador, del anticonstitucional Sánchez, de que España se rompe, de que la democracia se acaba...Pese a que su profecía del otoño apocalíptico de la economía no se ha cumplido, las derechas ya han comenzado a predicar una nueva catástrofe, un invierno apocalíptico en la política.

El debate es sobre hechos, sin duda. Hay un escandaloso bloqueo del Consejo General del Poder Judicial por parte del PP desde hace cuatro años. Hay también en el otro lado, el del PSOE, una reducción de las penas por malversación que a muchos votantes de izquierda les incomoda o les escandaliza. No son comparables en su gravedad, es mucho peor el primero. Pero, en realidad, el debate no va de qué está bien o qué está mal de cada asunto en términos de calidad democrática. El debate y la pugna política van sobre el relato. Van sobre qué cala y qué no cala en la opinión pública, qué imágenes y qué reputaciones le habrá quedado grabadas a cada ciudadano, a cada votante, cuando en 2023 pase por diferentes urnas y deposite su papeleta. De ahí el ruido y la bronca, de ahí la exageración y la insistencia, el lenguaje desaforado, los insultos, el “y tú más”. La política se convierte cada vez más en una modalidad del arte de la interpretación, de la escenificación, de la simulación, de la farsa, del esperpento.

El otoño llega a su fin sin que las siete o las setenta plagas económicas que nos auguraba la derecha política y mediática hayan caído por ahora sobre nuestras cabezas. 'El otoño apocalíptico por ahora no está ni apenas se le espera', se titulaba esta crónica a mitad de la estación astronómica, hace seis semanas. 'El otoño desastroso, más en la política que en la economía', decía el titular de hace dos semanas.

¡Y tanto! Quizás crecido porque ve a Alberto Núñez Feijóo menguante y por esas buenas nuevas económicas —no apunta a recesión ni siquiera técnica, la inflación se modera, la excepción ibérica en la luz funciona, el número de ocupados y de afiliados a la Seguridad Social está en máximos históricos, el paro registrado desciende incluso en noviembre, las arcas del erario rebosan, los Presupuestos Generales del Estado están a punto de aprobación definitiva, etc., etc...—, Pedro Sánchez se ha metido en estos últimos días en una arriesgada (o quizás temeraria) gincana de reformas jurídicas. Sedición, malversación, nombramientos en el Tribunal Constitucional...A Sánchez se le ve convencido de que si concluye pronto esas controvertidas reformas y emplea el tiempo que queda para las urnas autonómicas y locales de mayo próximo y para las generales de dentro de un año en hablar de economía y de la variada y exitosa acción social del Gobierno de coalición, el coste electoral de sus siglas será leve o ninguno.