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Masacre de codornices para diversión de los tiradores

Meter codornices en unos cañones de donde salen expulsadas al aire para ser tiroteadas y abatidas por los competidores. En eso consistía el campeonato que aquel domingo se celebró en Cieza (Murcia) y contra el que fuimos a protestar un grupo de activistas. Había sido organizado por la Federación de Caza de Murcia y un club de tiro de la localidad, y contaba con todos los permisos legales para celebrarse.

La práctica es legal, pero no por ello menos repugnante. Sabíamos que no podríamos impedirlo, pero sí queríamos dejar claro que el asesinato de animales no puede ser considerado deporte y, sobre todo, pretendíamos rescatar a las codornices que sobrevivieran a la competición.

Fuimos muy temprano por la mañana. Un compañero consiguió entrar en el club de tiro haciéndose pasar por cazador, pero enseguida lo detectaron y le expulsaron, arrebatándole además la cámara.

Después otro compañero y yo intentamos entrar, pero creemos que debían de estar avisados por la propia Delegación del Gobierno, a la que se había solicitado permiso para la concentración. En cuanto nos vieron acercarnos nos denegaron taxativamente el acceso y cerraron la verja. Un grupo de activistas se quedó protestando en la puerta con pancartas en las que sugeríamos, por ejemplo, que cambiaran a las aves por platos. Otros fuimos rodeando la verja hasta el lateral de la línea de tiro. Dentro estaban bastante nerviosos y no querían que grabáramos, aunque no pudieron impedirlo.

Tuve unas palabras con un cacique local y con el sargento de la Guardia Civil a cargo de la vigilancia. Los dos agentes que estaban con él eran bastante majos, pero él vino a intentar aleccionarnos preguntándonos cosas como a qué seres se puede aplicar la palabra “asesinato”. En un momento dado, uno de los competidores se acercó a la verja a insultar a quienes estábamos fuera protestando y, a pesar de mi insistencia, el sargento se negó a pedirle la identificación. Llegó a advertirme: “No me digas cómo tengo que hacer mi trabajo”. Eso sí, a la mayoría de los activistas sí nos pidieron el DNI “preventivamente, por si alguno de los de dentro quería denunciarnos”.

A quienes estábamos en el lateral de la línea de tiro llegó a amenazarnos con denunciarnos si avanzábamos un centímetro más allá de una línea imaginaria que había trazado. Nada nuevo bajo el sol. Una vergüenza.

Al final pudimos rescatar a 16 codornices aparentemente ilesas pero a las que hubo que llevar al veterinario por si tenían alojados perdigones que hubieran podido pasar desapercibidos y que pudieran ser mortales por herida interna o por intoxicación por plomo. Finalmente solo 9 consiguieron sobrevivir a las heridas y se reponen en un santuario junto a otros animales rescatados de diversas formas de maltrato y explotación. Allí pasarán el resto de su vida, ya que no pueden ser devueltas a la naturaleza.

Esas codornices nunca sobrevivirían en lo que debería ser su medio natural, pues fueron criadas expresamente para cumplir una única y triste misión en su vida: ser disparadas y servir como objetivo de los tiradores. Son miles las codornices o ejemplares de otras aves que pueden ser volatilizadas en cada uno de esos campeonatos. En esa competición contra la que protestamos aquel día creemos que pudieron morir unas 3.000.

Presenciar todo lo ocurrido nos generó una enorme impotencia. Unos pobres animales que prácticamente no pueden volar lanzados con cañones para caer casi a plomo delante de los valientes que apuntaban con sus escopetas. Seguiremos luchando contra el uso de estas aves para entretenimiento de los tiradores y por su sustitución por platos. El tiro con codorniz ha sido ya prohibido en algunas localidades, como Santa Pola (Alicante), aunque la caza sigue siendo una actividad legal. Tan legal como nauseabunda. Ojalá algún día consigamos la prohibición de esta diversión que consiste en asesinar animales.

Meter codornices en unos cañones de donde salen expulsadas al aire para ser tiroteadas y abatidas por los competidores. En eso consistía el campeonato que aquel domingo se celebró en Cieza (Murcia) y contra el que fuimos a protestar un grupo de activistas. Había sido organizado por la Federación de Caza de Murcia y un club de tiro de la localidad, y contaba con todos los permisos legales para celebrarse.

La práctica es legal, pero no por ello menos repugnante. Sabíamos que no podríamos impedirlo, pero sí queríamos dejar claro que el asesinato de animales no puede ser considerado deporte y, sobre todo, pretendíamos rescatar a las codornices que sobrevivieran a la competición.