55 años del primer adiós de Pepe López

Pepe López a hombros el día del ascenso a Segunda en 1983.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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Un voto de censura y el rechazo de cuatro ex presidentes. Tras cinco años de ácidas –y no siempre justas– críticas e incomprensión, aquella fue la gota que colmó el vaso. Y la que animó a José López Gómez a abandonar la presidencia del Tenerife. Lo anunció el 12 de julio de 1967 ante su junta directiva, tras el voto de censura planteado cuatro días antes por la asamblea de compromisarios y que había contado con la firma de Juan de la Rosa, Antonio Perera, Domingo Pisaca y José Badía, cuatro antiguos dirigentes de la entidad.

El voto de censura no tenía un carácter vinculante según los estatutos, pero el presidente entendió que había llegado la hora de irse. Un lustro antes lo habían ido a buscar cuando nadie quería hacerse cargo de un equipo que acababa de bajar a Segunda División y atravesaba una delicada situación económica. Fue entonces cuando José López dio el paso al frente y durante cinco años trató de sobrevivir con un modelo imposible: el club tenía gastos millonarios y sólo dos fuentes de ingresos, los socios y los aficionados. No había más dinero.

En un tiempo sin subvenciones institucionales o derechos televisivos, en el que los ingresos sólo llegaban por abonos y taquillas, López Gómez se equivocó al anunciar, cuando llegó al cargo, que él no permitiría la venta de jugadores. Una vez en la presidencia se dio cuenta de que era la única manera que había de cuadrar las cuentas. Ya en su primer año tuvo que desprenderse de Santos y Ñito. Y luego de José Juan y Martín Marrero. Y semanas antes de que se planteara el voto de censura había traspasado a Justo Gilberto.

Había también un problema añadido: los tres últimos jugadores blanquiazules se habían ido a Las Palmas. Entonces, en aquel verano de 1967, nadie recordaba el apoyo desinteresado que durante décadas había prestado al club los cigarros La Lucha, la empresa familiar. Nadie recordaba que el Heliodoro había estrenado meses atrás un moderno sistema de iluminación eléctrica. Nadie recordaba que el Tenerife se había hecho acreedor al Trofeo Amberes por su excelente labor de cantera. Nadie recordaba nada de lo bueno que se había hecho.

Ni siquiera se recordaba que el club había sido respetuoso con su pasado y había rendido merecido homenaje a sus estrellas más rutilantes como Cuco, Julito, Villar, Santos… Y si alguien lo recordaba, había pasado a un segundo plano. Como pasaba a un segundo plano que el Tenerife hubiera 'fabricado' por vez primera un jugador internacional, el juvenil Barrios, sin necesidad de que emigrara a la Península. O que se hubiera mantenido durante un lustro en Segunda División con relativa solvencia en casi todos los ejercicios.

Con problemas clasificatorios, sin pagar a los jugadores, dejando deudas por todas partes… pero ahí seguía. El curso recién finalizado había sobrevivido incluso a un cambio al grupo Norte que le obligó a jugar en campos embarrados tras desplazamientos más costosos. Así que, tras muchísimos errores –también hay que decirlo– y aún más críticas, aquel miércoles de julio José López Gómez anunció a sus directivos que abandonada el Tenerife. Diez años después fueron a buscarlo a casa para que regresara a la presidencia.

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias’ de Luis Padilla y Juan Galarza. 

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