Espacio de opinión de Canarias Ahora
El silencio académico ante la obra de Ignacio Reyes por Octavio Hernández
Puede que no importe si por ahí andan circulando textos en los que se pretende traducir del “guanche” con raíces bereberes palabras como dolatelac (mala lectura de delacelot, es decir, de Lanzarote), por “euforbio verde”, gambuesa (portuguesismo derivado de gamboa, un tipo de corral) por “grupo de captura”, una partida de caza, o asantemir (mtamir es un tipo de granero o silo encastrado, plural de matmora) por “guerreros sagrados”. Un sinfín de palabras introducidas en Canarias después de la conquista por hablantes del exterior aparecen como “guanches” en el diccionario, otras son composiciones totalmente artificiales que no existen en ninguna lengua ni dialecto reales, mostrando el perfil de alguien realmente obtuso que desatiende la mínima racionalidad en el trabajo con estos materiales, para quien el método filológico únicamente es el decorado protector de sus fantasías. La lengua guanche de Ignacio Reyes es el idioma inventado por un solipsista egocéntrico para su solaz, que al ser publicada deja de ser una diversión u ocupación personal para convertirse en un dilema académico que no se puede continuar eludiendo. En lugar de declararse incapaz de acceder al arcano de los guanchismos con el fallido método que emplea, Ignacio Reyes suele ser bastante esquivo cuando se cuestiona su relación con el mundo académico: según él, lo que hace no pretende molestar y espera que tampoco lo molesten a él. No es cuestión de molestias, sino de honestidad, simple y llana honestidad en el trabajo académico que uno ofrece a un público que está desarmado frente al despliegue de fuegos artificiales de este obcecado juntaletras y difícilmente va a poder juzgar que le están dando gato por liebre si el mundo académico no reacciona y pone las cosas en su sitio. Libre es don Ignacio Reyes de publicar lo que quiera. Pero es una vergüenza el silencio del mundo académico ante alguien que está usando una credencial académica para amparar auténticos disparates en asunto tan permeable a ellos como es el patrimonio indígena antiguo de Canarias.
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