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Más allá del relato

Carlos Espino

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En ausencia de una (casi) imposible sorpresa, España está abocada a unas nuevas e inevitables elecciones.

Un gobierno de coalición constituiría una auténtica pesadilla para el PSOE a pesar de la capacidad demostrada por ambas fuerzas para entenderse en el ámbito autonómico y municipal. No solo porque la desconfianza se ha instalado de manera permanente entre Sánchez e Iglesias sino porque en los próximos meses el Gobierno tendrá que hacer frente a la sentencia del procés y, posiblemente, a algún tipo de ajuste derivado del empeoramiento de la economía. Resulta difícil imaginar a Podemos respaldando las medidas que pudiera ser preciso adoptar no ya desde el Parlamento, sino desde el propio Gobierno.

Un pacto de gobernabilidad, a la portuguesa, resulta inaceptable para Podemos o, al menos, para su actual dirección. Más pronto que tarde, Podemos ha de celebrar Vista Alegre 3 y no es lo mismo llegar a un proceso interno con la fortaleza de estar en el Gobierno de España que, simplemente, apoyar a un ejecutivo desde fuera. Pablo Iglesias necesita imperiosamente un triunfo, después del insatisfactorio resultado electoral, para condicionar el resultado del proceso orgánico y decidir su sucesión o, al menos, influir en ella.

Ha de insistirse en que la clave está, precisamente, en la situación por la que atraviesa Podemos. Cualquier análisis desapasionado conduce a considerar que, realmente, la mejor opción para Podemos sería la del gobierno a la portuguesa pues le permitiría condicionar a Sánchez sin quemarse en decisiones impopulares para las que el PSOE debería buscar el apoyo del Partido Popular o Ciudadanos.

Pablo Iglesias, sin embargo, se aferra a una coalición no solo altamente imposible sino difícil de manejar tanto para el PSOE como para Unidas Podemos.

En contra de lo que pudiera parecer, la repetición electoral podría desbloquear esta situación. Cierto es que con casi total certeza los resultados de un nuevo proceso electoral volverían a hacer imprescindible el concurso de Unidas Podemos pero, también con casi total certeza, de esas nuevas elecciones saldría un Podemos aún más debilitado por lo que Iglesias sería incapaz de imponer a su organización, y a la propia coalición, su estrategia negociadora.

Sánchez y su equipo juegan con la variable de negociar con Unidas Podemos en una situación de debilidad, o de sustitución, de Iglesias por lo que preferirán ir a unas nuevas elecciones. Lo prefieren antes que pactar un

gobierno de coalición no solo incómodo sino incapaz de garantizar la estabilidad: no puede descartarse que Iglesias juegue a elegir el momento de provocar unas nuevas elecciones en la medida en que Unidas Podemos recupere su tirón y se desgasten Sánchez y el PSOE.

Ante ese escenario de inevitable repetición electoral cobra una importancia especial la apelación constante de Sánchez a la derecha para que se abstenga y le deje gobernar. Apelaciones que sabe perfectamente que no darán resultado, pues van a ser desoídas de manera sistemática, pero que le permiten seguir recuperando votos de Ciudadanos.

La estrategia de Rivera, abandonando su papel de hipotética bisagra, en pos del sueño de que Ciudadanos sustituya al Partido Popular como primera fuerza de la derecha, representa una oportunidad irrenunciable para que el PSOE gane transversalidad sin el riesgo de escorarse a la derecha. La coincidencia en el tiempo de la estrategia de Rivera con el endurecimiento de las posiciones de Iglesias le permite al PSOE reforzar su imagen de el partido que más se parece a España, la estrategia de ambas formaciones ensancha la base electoral del PSOE.

Por último, el Partido Popular no puede ni siquiera considerar la posibilidad de abstenerse pues supondría regalar a Ciudadanos la condición, por la que lucha, de referente de la derecha española.

Las encuestas señalan que los grandes beneficiados de la más que probable repetición electoral serían el PSOE y el Partido Popular pero, como se ha señalado, ni Iglesias puede aceptar un gobierno a la portuguesa ni Rivera va a volver a situarse en el papel de bisagra, por lo que parece inevitable que se llegue a unas nuevas elecciones.

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