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25 años de la Fecam
La Federación Canaria de Municipios (FECAM) ha cumplido un cuarto de siglo y lo ha celebrado, después de un aplazamiento sobrevenido por las inclemencias meteorológicas, sin otras alharacas que las de expresar públicamente un reconocimiento a sus seis ex presidentes; y de reafirmar su compromiso en defensa del municipalismo que ha ido vertebrándose progresivamente como organización que enarbola iniciativas para un mejor funcionamiento de los ayuntamientos y como opción interlocutora en las relaciones con otras administraciones.
Son ya veinticinco años los de andadura comenzada con las dificultades propias de la incredulidad. Allá por 1987, cierto que ya existía la Federación Española de Municipios (FEMP), pero se necesitaba una configuración canaria que plasmara, en formas y contenidos de fondo, las peculiaridades insulares. Avanzaba el Estado autonómico pero era importante que los municipios no se quedaran atrás ni desdibujadas por otras administraciones públicas. Ahí surgió la FECAM, cuyo primer presidente, Félix Real González, a la sazón alcalde del Puerto de la Cruz, tuvo en Juan José Acosta y Esteban Padilla unos destacados colaboradores que pusieron en marcha una estructura sencilla la cual, paulatinamente, fue creciendo hasta consolidarse.
El pluralismo ideológico y representativo proporcionó estabilidad a la Federación cuyos órganos de dirección, salvo contadísimas excepciones, no fueron fuente ni escenario de discordias políticas. Al contrario, quienes accedieron a ellos fueron siempre muy respetuosos. Era claro que los avances en la búsqueda de un papel de interlocución y en las reivindicaciones que surgieran dependían, en buena medida, de la unidad de acción y de la homogeneidad con que se comportara na organización en la escena política.
Cuando en la legislatura 1991-95, siendo presidente del Gobierno de Canarias Jerónimo Saavedra, los alcaldes se plantaron en demanda de una financiación estable que garantizase la prestación de los servicios y de las competencias que los ayuntamientos iban asumiendo, la federación municipalista estaba dando unos pasos decisivos. Aquella solicitud, que tuvo en la antigua sede presidencial de San Bernardo un episodio completamente inusual, fructificaría con la denominada Ley del Fondo Municipal que permitía a las haciendas locales contar con un recurso presupuestario estable para afrontar su desenvolvimiento anual. Otro portuense, Pedro Lasso Purriños, tuvo mucho que ver con la redacción y visión de aquella Ley que, con el paso del tiempo, se convirtió en un soporte relevante de los ayuntamientos insulares.
Esa lucha concreta y otras varias, relacionadas con aspiraciones que fueron robusteciendo los afanes municipalistas, han caracterizado la trayectoria de la FECAM que amplió a otras islas su sede de Santa Cruz de Tenerife. Sus presidentes alternaron la dedicación con sus ocupaciones en la alcaldía. A medida que surgían los problemas, se precisaban respuestas eficaces. Lo tuvieron claro todos, haciendo abstracción de colores políticos para no menguar el espíritu reivindicativo que alumbró el nacimiento de la organización.
La prueba más reciente estriba en ese acuerdo unánime alcanzado en el presente mandato para oponerse a la Ley de Modernización y Sostenibilidad de la Administración Local, aprobada en las Cortes para disgusto de muchos munícipes que vislumbran malos tiempos ante los perfiles de la norma, proclives a la privatización de los servicios sociales y muy inciertos con la redefinición de las competencias y el propio sistema de financiación.
Allí estaban alcaldes en activo, otros retirados, otros quemando sus últimos cartuchos, otros ejerciendo cargos en otras administraciones, hasta algún condenado judicialmente? La FECAM les seguía uniendo y animando. Era una buena ocasión para repasar la historia y entender el desempeño de todos estos años, para algunos, media vida. De compromiso y de entrega. A las ciudades, a los pueblos, a los barrios. La cultura del consenso, que tanto ha practicado desde su alumbramiento, predominó en la celebración. Su actual presidente seguía abogando por el diálogo y el entendimiento.
Y es que las exigencias del futuro obligan a relacionarse con esas premisas. Los veinticinco años de experiencia son un espléndido aval.
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