La apremiante remodelación de El Pueblo Canario

Es una muy buena noticia que el presidente del Cabildo de Gran Canaria apoye la remodelación de este emblemático lugar de la capital grancanaria. Lo hará junto y con el concurso del ayuntamiento capitalino, quien es el propietario de dicho entorno arquitectónico y del todo sector. Parece ser, que por fin, los garantes eventuales de la administración oficial toman en consideración el imprescindible remozado de tan valiosa arquitectura canaria de El Pueblo Canario.

Es muy dado a la desidia con los deberes y responsabilidades en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, dejar casi en el negligente abandono los barrios históricos, edificaciones de solera y de caracteres únicos, y de otros elementos de la cultura y señoriales costumbres que configuran el patrimonio de toda índole, de tiempos pasados de la urbe. Este es un mal que aqueja a todos los partidos que han tenido compromisos de gobierno en este consistorio.

Quizá sea un mal de una epidemia que se sufre también en la isla, de eludir la obligada protección y mimar los vestigios patrimoniales que dan carácter e identidad a las ciudades e isla, haciéndola diferente y única en su medida. Además, de ser una de las imperativas razones que hacen atraer al turista para encontrar algo distinto, parajes únicos, culturas diferentes, etc. al trillado estilo internacional homogéneo, simbolizados por la Coca-cola y los restaurantes del fast food, vistos en todas las ciudades mundiales.

No todo son proyectos de nuevo cuño. No es de un correcto proceder, para quedar en la perennidad del ejercicio consistorial, tanto del alcalde como los concejales en una etapa por ellos gobernada. El patrimonio de antaño, realizado por las precedentes intelectualidades de artistas de todo tipo y pelaje, han hecho posible que la urbe haya adquirido una identidad propia. Esa es la razón histórica de un pueblo, de una ciudad, de una isla. Y no pueden ser ultrajadas por el olímpico vilipendio de unos gobernantes, a lo ya establecido a lo largo de su tradición.

En esa abúlica dejadez por parte del consistorio de la capital grancanaria, en el que llevan a la práctica el verbo desproteger, a la propia historia artística de la capital. Se enmarca asimismo, en la apatía por el cuidado y mimo con la primitiva Vegueta, donde se fundara la ciudad de El Real de Las Palmas, el 24 de junio de 1478. Barrio, junto al añejo de Triana, que no son debidamente respetados en su entorno y caracteres de antaño, que dan gran prestigio a la ciudad y a su antigua cultura y formas de vivir de entonces.

Las Palmas de Gran Canaria fue la primera ciudad de ultramar fundada por la Corona de Castilla y su embrión natal se parió en Vegueta, por expresa mediación y el empeño de la reina Isabel. Por lo que, desde hace años, debe haberse presentado en la Unesco los correspondientes dosieres para tener el prestigio de ser denominado Patrimonio de la Humanidad. Proyecto realizado en su momento, por el investigador Alfredo Herrera Piqué, y que desde tiempo ha, duerme el sueño de los justos en los despachos del Ayuntamiento. Pero para ello, es imprescindible una digna regeneración de todo el veterano barrio.

La remodelación de este paraje singular constituye la memoria viva de la ciudad en la etapa de los años treinta, llevada a efecto bajo la batuta creadora de los hermanos Miguel, como arquitecto proyectista (uno de los más destacados del racionalismo español) y del artista plástico Néstor Martín Fernández de la Torre, como diseñador del entorno constructivo. Y lo es más, por haber creado este pintor modernista, un primigenio estilo de originalidad grancanaria, en la que integraba en las obras los antiguos elementos arquitectónicos populares, con las vetustas edificaciones de las casas isleñas. Y en su decoración, también aportó la gran novedad de ser uno de los pioneros en la aplicación de los elementos geométricos del arte de los aborígenes canarios, extraídos de las pintaderas prehispánicas.

Estas versiones estilísticas las llevó a efecto el pintor Néstor y su hermano Miguel, tanto el paradigmático Pueblo Canario, diseñado en 1937 y comenzada su construcción en 1956, donde se encuentra su museo de este pintor modernista y simbolista, en el que figuran gran parte de sus obras pictóricas. A este modelo arquitectónico definitorio también, se vincula el Parador de la Cruz de Tejeda y en el mismo Hotel Santa Catalina.

Hizo también integrar la construcción en los espacios naturales, creando un original y primitivo Arte-Naturaleza. Conservó, con esta afortunada fórmula, la naturaleza y su y su entorno, y la adaptación a la misma con los volúmenes y componentes arquitectónicos. De esas muy acertadas invenciones en el espacio Naturaleza-Arquitectura-Arte, tuvo un adepto e ínclito seguidor en el artista e innovador constructivo, César Manrique, quien aplicó este mismo método artístico en el renacer de la arquitectura de su isla de Lanzarote. Ambos ejecutaron brillantemente la denominada Arquitectura sin arquitectos.