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El botón correcto

José Miguel González Hernández

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Al final van a tener razón y temo que me acaben por convencer. Al final puede que haya demasiada gente. Es cierto que lo que se percibe es que hay demasiada gente pidiendo caridad, con la palma de la mano hacia arriba con la esperanza que caiga algún euro. Hay demasiada gente rebuscando en los cubos de la basura con la esperanza de reutilizar lo que los que más fortuna tienen ya han usado.

Hay demasiada gente durmiendo en la calle o arriesgándose a utilizar a la economía paralela como método de supervivencia. Hay demasiada gente deambulando sin rumbo fijo a media mañana con la finalidad de olvidar las circunstancias acaecidas de las malas decisiones en el esplendor de nuestras vidas. Hay demasiada gente buscando con la mirada baja con la finalidad de esconder la incredulidad y la vergüenza de la situación. Hay demasiada gente esperando a ser tratada con la celeridad que la dignidad humana merece... Hay demasiada gente que, queriendo trabajar, no lo puede hacer. Hay demasiada gente que aguanta, sobre la cultura del miedo, condiciones que vulneran hasta la propia dignidad de la persona. Hay demasiada gente que se le dijo que eran especiales, que nunca necesitarían una red sobre la que sostenerse, que el camino sólo tenía un sentido sin ningún tipo de peligro. Hay demasiada gente que confió en la universidad de la calle y ahora resulta que no otorgaba título oficial alguno…

La abundancia difumina los errores. Y su falta de gestión, también. Vivir en la opulencia para eliminar el enfrentamiento tampoco es la solución. Plantear la convivencia como un juego de suma cero es una apuesta interesada por quienes quieren fomentar un yugo inmortal y permanente hacia parte de la sociedad porque ahora resulta que no disponemos de tanta inteligencia como se nos había hecho creer. Ahora resulta que tenemos que medir nuestras posibilidades porque algo o alguien ha decidido cuáles son nuestras eventualidades. Ahora resulta que el problema está en la generación y no en la distribución.

Crear no se nos da mal. Repartir, algo peor. De ahí que la falta de mirada solidaria desde una perspectiva integral debe ser el objetivo de la década. Si ya tenemos escrutados y diagnosticados los problemas; si ya tenemos ciencia que aporta escenarios, estrategias y soluciones sobre ellos; si ya tenemos conciencia de que algo ocurre y no va bien… es que no estamos apretando el botón correcto. De lo contrario, parecería que identificamos las situaciones para perpetuarlas, porque las sensaciones de dependencia generan debilidad y, ante la debilidad, se demandan salvaciones basadas en el pánico. Así que, definitivamente, hay que procurar que exista demasiada gente en los diferentes ámbitos de la vida para ofrecer soluciones. O, en otras palabras, hay que evitar que abunden las personas que no hacen otra cosa que mirarse a los ojos sin que se les ocurra una brillante idea adaptable fuera de la dialéctica política. Mientras, la sociedad se desmoraliza a pasos agigantados.

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