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Todo cambia bajo el sol

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Hace algunos años, pocos, había que sumergirse, horas o días, en los polvorientos establecimientos de “libros de segunda mano y antiguos” para encontrar textos de la literatura marxista, incluso los mas fundamentales. No resultaba fácil. Con el tiempo, a veces, lográbamos descifrar las rutas entre el caos de los destartalados estantes, con la satisfacción del que descodifica los engañosos mapas de la Isla de Tesoro hasta dar con el cofre. Muchas ediciones, auténticos tesoros, salvaron así su existencia de la voracidad de los ratones.

En alguna oportunidad llegué a rescatar ejemplares que me pertenecían, de lo que daba fe inapelable mi firma y fecha de adquisición o inconfundibles subrayados y notas. Debí, inexplicablemente, haberlos prestado -hecho inaudito- a algún “arrepentido” de los tantos que he conocido.

Por entonces, cuando invocábamos la autoridad ideológico/científica de esos excepcionales ensayos, a menudo recibíamos una sonrisa, indulgente, es verdad, y a continuación una idiotez: “eres un antiguo”. Lo peor era el aire conmiserativo. Es como cuando adversarios iracundos, que con gusto te empalaban en el centro de la Plaza de Santa Ana, te indultan a la manera de: “estás equivocado, pero eres una buena persona”. Lo que te molesta no es que te califiquen así, lo que te infla las venas del pescuezo es que cuando te lo dicen es porque te consideran inofensivo.

Pues bien, lo nuestro era lo “antiguo” y lo “moderno” resultó ser esto que estamos viviendo y las políticas y concepciones que lo trajeron, ya fuera en línea directa o en parábola: “el fin de las ideologías”, “el pensamiento único”, “las terceras vías”, “el eurocomunismo”... ¿Se acuerda alguien de teorías tan “novedosas”? ¿Tuvieron alguna significación histórica más allá de momentos en el curso que nos condujo a esto?¿Representaron otra cosa que eslabones de liquidación ideológica y política, deserción y amarillismo?.

Vino la “crisis”, en propiedad, el capitalismo en su consecuencia, y con ello los polos de la contradicción intercambiaron su puesto: lo moderno pasó a lo antiguo catastrófico, y lo “antiguo” a la moderna necesidad histórica.

Ahora se difunden los tesoros de la literatura marxista como pan caliente, se encuentra su pensamiento, con mayor o menor aproximación, o sin aproximación alguna, hasta en lo pozos de una tacita de agua de menta con poleo. Se dice, incluso, que se ha publicado más de esto y sobre esto, en los tres últimos años que en las dos décadas precedentes. Es el tono de la época.

La pleamar empujó a la superficie a nuevas y combativas promociones, limpias de subjetivismo, imaginativas?y puso a flote a sobresalientes compañeros y compañeras que en su día tuvieron razones más que suficientes para la desorientación y el abatimiento: las más severas derrotas del movimiento obrero y socialista del siglo XX. Conforman hoy un capital que no tiene precio.

Bien es verdad, todo hay que decirlo, que no nos vamos a librar, como sucede siempre en los ciclos de auge, de otras impertinencias que, aconsejo por experiencia, se deben afrontar con paciencia benedictina.

Retornarán los que, para “acumular experiencias”, han pasado los tiempos de piedra, viajando, a cubierto, por todas las regiones de las políticas y las ideologías. Y volverán no como si hubieran dado la vuelta al mundo en veinte años, sino con el ánimo encendido del que ha dado la vuelta al año en veinte mundos. Se espabilarán los catalécticos que en su prolongado nirvana místico han descubierto las enseñanzas de todo lo mal que lo han hecho los que han permanecido dando la cara a ras del suelo, sin acceso la celeste verdad. Y tendremos también a los prodigios que aún con dientes de leche han sido tocados por el dedo de Júpiter. Que el destino no les adelantara su tiempo, fue suerte con la que anduvo Franco para poder irse al otro mundo desde la cama. Desgracia fue la nuestra de no haber contado con ellos en aquellos días. Otro gallo hubiera cantado.

Pensándolo bien, nada de esa bobería importa mucho, es casi anecdótica, ¿qué más da?, lejos de negar el tono del tiempo lo confirma, de lo contrario, estarían en otros quehaceres.

Al fin y al cabo, ni de ocurrencias de pedantes, ni de aspavientos infantiles, ni de propuestas enigmáticas, difusas, distantes, ni de frases sonoras, ni de insidias de resentidos...deducen las masas la prioridades políticas, sino de necesidades a satisfacer que puedan traducirse en demandas efectivas. Estas, sin duda, si bien, no son el “objetivo final”, son transiciones que nos acercan a él, las que movilizan a millones, las que pueden cambiar la correlación de fuerzas, determinar nuevos agrupamientos y más elevadas necesidades y objetivos.

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