Espacio de opinión de Canarias Ahora
Corrupción
Me preguntaba hace poco un lector que si yo era periodista. Le dije que no, que no había cursado estudios de periodismo, y tampoco soy escritor, por supuesto. Simplemente, le dije, soy un ciudadano preocupado por nuestra realidad, que a veces, ante una noticia o comentario que me parece interesante o indignante, escribo unas reflexiones para compartirlas con los lectores que quieran leerlas con el ánimo de contribuir a un debate. Nada más.
La noticia que me ha motivado hoy, que por otra parte es un tipo de noticia reiterada y abundante cada día, está relacionada con el caso del senador Francisco Granados y su cuenta millonaria en Suiza: “La dirección del PSOE reaccionó pidiendo a Mariano Rajoy que garantice a los españoles que no hay más cargos del PP evadiendo impuestos con cuentas bancarias en Suiza”. Indignante y ridículo. Es como si ante un delincuente reiteradamente condenado por hurto, al descubrirle un nuevo delito, el juez se limitara a decirle: “Por favor, prométeme que no vas a volver a robar en Mercadona”.
Así que los cargos del PP, según la dirección del PSOE, podrán evadir impuestos mediante cuentas bancarias en Aruba, en Bahamas, en Islas Marshall, en Singapur, en Isla de Man, en Hong Kong, en Islas Caimán, en Barbados, en Luxemburgo, en San Marino, en Islas Seychelles, en Jersey, en Panamá... pero en Suiza no, por favor, que las autoridades helvéticas están colaborando mucho con la justicia.
Si el PSOE quisiera de verdad luchar contra la corrupción, tendría que empezar por dar la batalla contra el fraude y los paraísos fiscales, que no son otra cosa que nido y refugio de defraudadores y delincuentes. Tendría que empezar por proponer y defender una verdadera justicia independiente que pudiera luchar contra la corrupción, y no repartirse con el PP la tarta del CGPJ. Tendría que empezar por defender una transparencia absoluta en la gestión de los recursos públicos. Tendría que empezar por defender una auténtica democracia y denunciar la connivencia y como le llaman ahora, las puertas giratorias, entre el poder político y el poder económico. La casta que nos domina, que diría Arturo Pérez Reverte.
La corrupción y la mentira invaden casi todos los ámbitos de la sociedad, pero parece que nos estamos resignando a estar gobernados por corruptos. Unos corruptos además que nos insultan en la cara negando lo evidente. Negando lo que ellos saben que nosotros sabemos. Convirtiendo la mentira en paradigma, y haciendo buena aquella expresión orwelliana de: “El que domina el pasado (Y lo modela a su conveniencia a base de la mentira), domina el futuro, y el que domina el futuro, domina el presente”. Es en esencia, pura propaganda goebeliana.
¿Porque en unas elecciones los ciudadanos vuelven a votar a alguien que está imputado y de quien todos su vecinos saben que es un corrupto?, me preguntaba alguien hace poco. Muy sencillo, porque como todos los partidos políticos están afectados por la corrupción, el ciudadano hace una sencilla reflexión: “Si hay elecciones y tengo que votar, pues voto por ”mis corruptos“.
Yo comparto la opinión de que la crisis en la que estamos metidos no sólo es una crisis económica, sino que es además y sobre todo diría yo, una crisis de valores: Una crisis de ética, de civismo y de principios. Se tolera y se admite la corrupción y la mentira, y el que defrauda a Hacienda no es considerado como alguien que nos está estafando un poquito, porque el impuesto que él no paga lo tenemos que pagar los demás, sino que es considerado como “un tipo listo” que se la juega a la Agencia Tributaria.
Porque es evidente que la corrupción existirá siempre. Es una tendencia connatural al género humano asociada al instinto de supervivencia, y ningún sistema ni sociedad podrá erradicarla del todo, de la misma forma, que las enfermedades existirán siempre. Pero precisamente, como existen las enfermedades y seguirán existiendo, tenemos un sistema sanitario bastante eficiente, vacunas para prevenir, antibióticos para combatir infecciones, cirugía cuando hay que reparar o extirpar parte de un órgano enfermo, etc. que tienden a preservar la salud del paciente.
¿Y cuál es el problema de la corrupción? Decía hoy mismo Francisco Granados en una entrevista, que “es lógico que en política nadie ponga la mano en el fuego por nadie”, con lo que reconocía implícitamente que la corrupción está generalizada. Pero el verdadero problema no es que exista. El verdadero problema de la corrupción es que, a diferencia del sistema sanitario, no hay un sistema político eficaz para combatirla porque la corrupción está en el tuétano del mismo sistema político.
¿Son corruptos todos los políticos y los jueces? Por supuesto que no. Hay muchísimos políticos honestos, con verdadera vocación altruista de servicio a la comunidad, y que pasan desapercibidos. No son noticia. Como no es noticia que noventa y nueve automovilistas hagan correctamente el stop en un cruce de calles. La noticia es la del que se salta el stop, tiene un accidente, y sale la foto en el periódico.
Con los jueces ocurre igual. La inmensa mayoría trabajan con admirable dedicación y sacrificio y con muy escasos medios, tratando de impartir justicia. No son noticia. Pero se convierten en noticia si se encuentran con “el lado oscuro de la fuerza”, con alguno de los intocables. Entonces “todas las fuerzas del mal, el resentimiento y la venganza se abaten sobre de él, y es expulsado de la galaxia judicial”. Y si aún así la justicia rozara al intocable, al gobierno le queda aún otro recurso medieval: El indulto.
¿Por qué no se combate la corrupción con eficacia? Porque los mismos políticos corruptos participan en el nombramiento de los jueces que les van a juzgar por corrupción. Porque el Parlamento, que teóricamente está para controlar al Gobierno, está controlado por el Gobierno. Porque esta es una democracia ficticia, montada de forma “transitoria” por el franquismo sociológico, y convertida en una partidocracia al servicio de los poderes fácticos.
Para empezar, los partidos políticos carecen de verdadera democracia interna y cauces de participación. Lo decía hace poco Esperanza Aguirre hablando del “dedo de divino” que elige al candidato del PP andaluz, y también lo dijo Alfonso Guerra hace años con aquello de que “el que se mueve no sale en la foto”. Es decir, los Secretarios Generales de los partidos llaman a los elegidos y los ponen en sus listas, y los elegidos muestran fidelidad y sumisión a los que les nombraron y no a los electores que cada cuatro años van a poner una papeleta con una lista en una urna de metacrilato.
Este es el país que tenemos. La corrupción es la mayor preocupación de los ciudadanos después del paro, no sólo por conculcar valores éticos y de civismo, sino porque la corrupción es una verdadera sangría económica que pagamos entre todos. Es una verdadera estafa a los ciudadanos honestos que permite que unos pocos acumulen fortunas fabulosas a costa del patrimonio común de todos, después de pagarle un peaje al político corrupto de turno. Es un lastre para la eficiencia económica del país.
Por eso el presidente del gobierno y el líder de la oposición no inspiran confianza ni credibilidad al más del ochenta por ciento de los españoles, según encuesta del CIS. Pero ahí siguen. ¿Y nosotros que hacemos? Esperar a ver si llueve. Me viene ahora a la memoria aquella célebre frase de Joan Báez: “Si no puedes pelear para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”. Pues eso.
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