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Cuentos y fábulas

Cristóbal D. Peñate

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Fernando Clavijo compareció ayer en el Parlamento de Canarias para defenderse de las acusaciones del caso Grúas cuando era alcalde de La Laguna. Calificó de “cuentos y fábulas” el relato de los denunciantes, pero el presidente del Gobierno autónomo está en capilla, en vísperas de que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias decida si lo imputa por prevaricación y malversación.

Por lo pronto, la juez instructora y el fiscal del caso, que en principio exoneraron a Clavijo, han cambiado de opinión. Por eso también varios partidos de la oposición advirtieron ayer que pedirán responsabilidades políticas si finalmente el presidente es investigado por la justicia.

Hace tiempo que el ciudadano normal, corriente y moliente ha perdido la confianza en sus representantes públicos. En cualquier conversación cotidiana los políticos no quedan bien parados, pero eso no es ninguna novedad. Es algo con lo que nos hemos acostumbrados a vivir desde hace ya bastantes años. La corrupción sigue siendo una de las principales preocupaciones de los españoles, solo equiparable al paro y la economía.

Sin embargo, la desconfianza hacia los políticos también se ha ampliado a los jueces y fiscales. En nuestra historia hemos desconfiado siempre de los gobernantes y puntualmente también lo hemos hecho de la judicatura. Pero en los últimos tiempos la prevención hacia los magistrados se ha ido agrandando.

El ejemplo de las rectificaciones de la juez y el fiscal del caso Grúas es solo un ejemplo. Hay más. Mucho más. Como las sentencias conocidas este verano de los casos Faycan y eólico. En su momento, los fiscales y los jueces instructores vaticinaban grandes casos de corrupción en el Ayuntamiento de Telde (también en el de Mogán) y en la consejería de Luis Soria, el hermanísimo, con el director general Celso Perdomo al frente de los chanchullos de los molinos de viento.

Finalmente, uno y otro caso se han desinflado porque los tribunales han condenado a los procesados a unas penas irrisorias si las comparamos con las acusaciones que soportaban en los tribunales. Tenemos que exigir seriedad a los políticos, pero también debemos hacerlo con los jueces y fiscales que no hacen bien su trabajo. ¿Quién fiscaliza al fiscal, quién juzga al juez? ¿Quién le pone el cascabel al gato? Como no sea el carcamal de Trece Televisión...

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