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Dejen al istmo en paz

Antonio González Viéitez

Hacía tiempo que nos habían dejado tranquilos, pero los emprendedores vuelven con entusiasmo a la carga.

Porque hay que resaltar que todo ciudadano grancanario, sobre todo si es de Las Palmas, se ha dado cuenta hace muuuuuuucho tiempo que la pieza urbanística del Istmo es el objeto más deseado por cualquier emprendedor que aspire a beneficiar “a toda la ciudadanía que le estará escuchando”.

Esa fue la bienaventurada justificación por la que, en tiempos de Luis Hernández como presidente de la Autoridad Portuaria, se perpetró el mamotreto del Centro Comercial El Muelle, en primera línea. Ocupando justo el sitio donde debería haberse localizado la necesaria Terminal para cruceristas. Que, como es lógico, nunca se ha hecho ni está prevista, porque ya no tiene sitio.

Con posterioridad, la misma argumentación defendió el Ayuntamiento de Las Palmas en tiempos de la alcaldesa Josefa Luzardo, para proyectar y llevar adelante el llamado Frente Marítimo. Que pretendía hacer una torre de negocios (por supuesto conocida como City Center) y llenar de rascacielos (denominados “episodios”) todo el Istmo. La contundente, amplia y festiva movilización ciudadana, junto con la inteligente actuación del Colegio de Arquitectos y, por último, con el veredicto de los Tribunales de la Unión Europea, evitamos tamaño disparate.

El último intento que llegó a fin y se acabó construyendo fue el acuario de Kiesling. A mi juicio, menos brutal que el ominoso Centro Comercial El Muelle, pero igualmente insolente con nuestro Istmo, sobre todo por sus posibles y futuros efectos colaterales.

Y es que no ha existido ningún “emprendedor-banefactor” que haya sobrevolado la ciudad y no haya quedado seducido por el impresionante Istmo que todavía une, aunque ya no lo parezca, La Isleta a la isla. Y, con toda su inventiva y “don de gentes”, han venido proponiendo: una espléndida noria gigante, un hotel de todo lujo con más altura de la permitida, la estructura base de un maravilloso funicular hasta la montaña del Vigía y, por último lo que hoy aquí nos trae, un astillero para megayates, es decir para clientes VIP, que tienen que demostrar sus poderes y piden atraque en el santa santorum de la ciudad.

Sobre este astillero, estos días ha habido una discusión muy reveladora entre la Autoridad Portuaria de Las Palmas, el Ayuntamiento y el Cabildo Insular. Aquí nos interesa destacar lo siguiente.

Autoridad Portuaria de Las Palmas

El actual presidente, nada más reincorporarse (después de una corta etapa en la política) ha decidido reavivar el proyecto de astillero en El Refugio. Y, aprovechando las inmensas posibilidades que se labra en la prensa escrita, difunde y afirma con rotundidad que no va a haber contaminación. Y que su impacto visual va a ser reducido. Teniendo en cuenta que, si en el proyecto inicial la altura era de 24 metros, la afirmación resulta evidentemente increíble. Por último, el astillero es “imprescindible para la ampliación prevista en el muelle deportivo que pasaría de 1.200 a 2.000 atraques”. [Esa es otra…]

Es cierto que el presidente viene defendiendo el necesario “Encuentro Puerto-Ciudad”. En ese sentido la Onda Atlańtica del Mercado del Puerto (al margen de quién la pague), persigue mejorar ese encuentro. Pero el astillero, justo al lado y con esa altura, consigue cualquier cosa menos un encuentro. Es entendible que la Autoridad Portuaria persiga conseguir lo mejor para La Luz. Pero en la actualidad, la principal tarea no es ampliar las extraordinarias infraestructuras que ya posee, sino dedicarse a intentar mantener y ampliar los tráficos de todo tipo.

En cualquier caso, el astillero para los megayates cabe en otros sitios. Y no tiene sentido colocarlo en El Refugio, impidiendo que la ciudadanía pueda disfrutar de lo que nos va quedando del Istmo. Que debe convertirse, como lo vienen reclamando las organizaciones sociales y vecinales, en deslumbrante escaparate para quienes nos visiten y espacio abierto y pulmón urbano para todos los que aquí vivimos.

Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

Hay una primera cuestión, socialmente irrelevante, sobre quién tiene la competencia para emitir un informe sobre la evaluación del impacto ambiental del astillero: el Cabildo o el Ayuntamiento. Que dirima quien sea competente (se supone que eso sí estará claro).

El fondo de la cuestión es otro. El concejal de Urbanismo del Ayuntamiento interrumpe el plazo para dar la licencia al astillero, a la espera de nuevos informes y pronunciamientos de los técnicos municipales. Y sostiene que “las licencias son actos reglados” pero que se va a “esperar los informes” porque “se tomarán las decisiones que digan los técnicos y no los políticos”.

Estas declaraciones son terriblemente polémicas. Los papeles de los técnicos y de los políticos no son intercambiables. Cada cual tiene sus funciones perfectamente diferenciadas. Los técnicos tienen que indicar y precisar las posibles soluciones que puedan existir para resolver un problema, sus pros y sus contra. A su vez, los políticos son los responsables de elegir la decisión que consideren más adecuada de acuerdo con los intereses generales. Y es que la responsabilidad más importante de los políticos es tomar decisiones. Si no fuese así y los problemas los resolviesen los técnicos, los políticos sobrarían. La tecnocracia no es otra cosa que llevar a ese extremo la solución de los problemas sociales.

Para más inri, que esa dejación de responsabilidad recaiga sobre un tema localizado nada menos que en el Istmo, es aún menos entendible.

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