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Se nos ha desbaratado todo el tinglado tribal

Carlos Castañosa

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Es motivo de reflexión recordar cómo hace exactamente 82 días celebrábamos por todo lo alto la feliz entrada del nuevo año 2020. ¿Quién nos iba a decir entonces que hoy estaríamos así?

Que un microorganismo invisible sea capaz de colapsar a toda la humanidad es una dura lección para el hombre, que se cree rey de la creación pero en verdad es una minucia en el espacio y en el tiempo, cuya existencia como concepto de vida es tan breve e insignificante como la del mismísimo virus perverso que ha plantado cara, para devolvernos a nuestra vulnerable realidad.

Un revulsivo social, económico, cultural y de salud pública que sirve para aflorar las mejores virtudes de colectivos grupales, junto a escasos y nocivos comportamientos individuales que empañan otras actitudes ejemplarizantes de solidaridad y entrega de profesionales con un importante componente vocacional que, aun a riesgo de su salud y de la propia vida, dedican su esfuerzo altruista y humanitario de atención y ayuda a los más afectados por el ataque pandémico.

El sentimiento de supervivencia colectiva no es un simple instinto reflejo, sino un acto de inteligencia racional reflejado en nuestro lema: “Solo la sociedad civil está capacitada para resolver sus propios problemas”… a pesar de las excepciones, escasas y puntuales, que no suelen faltar a citas como esta emergencia.

La gestión política para tratar con acierto una epidemia de esta naturaleza es compleja y muy difícil, pues requiere extraordinarias facultades estratégicas en los dirigentes; capacidad de decisión práctica e inteligente; voluntad exclusiva de buscar soluciones, que no esté afectada por intereses personales o partidistas; y transparencia en la comunicación al ciudadano con veracidad y honradez, exentas de intención propagandística que, en circunstancias tan adversas, solo es un insulto para el receptor de un mensaje que pretende ser ilustrativo.

Podemos valorar la idoneidad o no de las medidas impuestas, de su oportunidad, de los aciertos y errores cometidos, del nivel de confianza que nos inspiran los discursos y actitudes anómalas de quienes debieran dar ejemplo del estricto respeto debido al estado de alarma y a la cuarentena terapéutica. Pero para los ciudadanos normales, es imprescindible cumplir y hacer cumplir las medidas de confinamiento y normas de movilidad dictadas por las autoridades, como único medio de combatir con éxito los riesgos para la salud pública en la crítica situación actual. Sin valorar los defectos por demoras, los errores ni los malos ejemplos aludidos, virales y denostados masivamente en la redes, no nos dejemos afectar por la mala praxis. En ello nos va la vida.

Reflexiones personales y subjetivas, merecen el respaldo de un ejemplo concreto de cómo una situación anómala puede propicia actuaciones aberrantes en alguna persona poco preparada, aposentada en el lugar erróneo y con aparente afán protagonista.

Una noticia internacional que ha pasado casi desapercibida, pero creo que merece cierta atención y un análisis abierto a otras opiniones, o discrepancias.

19/03/2020 “Guayaquil, Ecuador.- Ayer una docena de coches de la policía de la ciudad de Guayaquil, invadió la pista del aeropuerto de Joaquín Olmedo, para impedir el aterrizaje de un avión de Iberia, por orden de la alcaldesa de la ciudad, Dra. Cynthia Viteri, para evitar la propagación del coronavirus en su ciudad. El avión iba en vacío, con la misión de repatriar a turistas, compatriotas nuestros”.

La rueda de prensa, (enlace: pscp.tv/w/cUFJfzFIVOV5), ofrecida por la alcaldesa para intentar explicar las bondades de su decisión, es un cúmulo de despropósitos y contradicciones con expresión de triunfalismo y prepotencia que, en mi opinión, merecen cuanto menos una fuerte repulsa. No obstante, ha recibido grandes elogios y el aplauso generalizado de los habitantes bajo su férula, por la firmeza de su gesto.

Al parecer, el gobierno de Ecuador había bloqueado el acceso y salida de la provincia el día anterior. Pero excepcionalmente, al día siguiente autorizó el aterrizaje del avión de Iberia, con 11 tripulantes, sin pasaje, para repatriar a 200 turistas españoles y holandeses, que ya habían sido trasladados a Guayaquil. La señora no era partidaria de que los tripulantes que venían de Madrid pernoctasen en la capital por el riesgo de contagio que podían traer desde la contaminada Europa. (Otra versión es que embarcarían pasaje y saldrían. No se quedaban).

Como ella no tiene potestad sobre una operación que depende de las autoridades aeronáuticas de su país, decidió por las bravas invadir la pista de aterrizaje con 12 coches de su policía local. En su discurso alardea ostensiblemente de la asunción de su exclusiva responsabilidad. Su contundencia ha aumentado su popularidad municipal y si se presenta, también ganará las próximas elecciones. Quizá fuera ese un importante matiz a tener en cuenta a la hora de enfrentarse al gobierno de su nación. Veremos si hay alguna reacción oficial.

Del autoritarismo que rezuma en su diatriba, se deduce también cierto menosprecio expresivo hacia Europa, los europeos, España y los españoles, que en sentido contrario, sin duda, sería tratado en algunos foros como de indicios xenófobos.

Reconoce que su provincia es la más afectada por el número de contagiados. En cuyo caso, el mayor riesgo lo sufrirían los 11 tripulantes que tenían pernoctarían y que, por el hecho de estar en activo, no estarían afectados por el virus.

Este detalle abunda en el reconocimiento a los colectivos, Sanidad, Seguridad y Servicios, que continúan con su actividad profesional con entrega absoluta a pesar del riesgo de contagio y de comportamientos poco humanitarios como el aquí relatado, al tener que soportar el trato como de auténticos apestados en algunos sitios como este.

Esta imprudencia temeraria afecta a la seguridad en vuelo. ¿Qué habría pasado si en corta final el avión sufre una anomalía que requiriese aterrizaje inmediato?

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