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La dignidad, a la cola

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A primera hora de la mañana, cuando los servicios de protocolo del Ayuntamiento de Santa Cruz comienzan a preparar el acto de turno que se habrá de celebrar en la Casa de los Dragos con dinero de todos los ciudadanos, cuando el coche y el guardaespaldas del señor alcalde lo esperan para dirigirse a una reunión, una mujer lleva ya varias horas despierta, de pie y haciendo cola en cualquiera de las Unidades de Trabajo Social (UTS) de nuestro municipio. Delante y detrás de ella hay otras decenas de hombres y mujeres, con sus niños, y en el resto de las UTS la escena se repite cada madrugada.

En la actual situación de crisis económica y social, promovida y favorecida por un sistema neoliberal en el que la dignidad humana es un valor secundario, las UTS pasan por ser el último hierro al que aferrarse para que a una familia no le corten el agua o para que le tramiten una prestación económica mensual que equivale a una ínfima parte de lo que el Ayuntamiento se gasta en protocolo. Pero, en lugar de dotar de herramientas técnicas, personales y económicas a este pequeño recurso, los gobernantes municipales miran para otro lado y permiten con su indiferencia que la dignidad quede a la cola de los derechos ciudadanos, y esa cola la podemos ver cada madrugada en Barranco Grande, en Añaza, en La Salud, en Ofra?, donde decenas de familias sin medios económicos compiten por ser los afortunados que serán atendidos durante esa mañana por el personal municipal, sometido a su vez a unas condiciones laborales inquietantes.

El grupo municipal de Sí se puede en Santa Cruz lleva reclamando desde el principio de este mandato un sistema de garantía de rentas que asegure a las personas la satisfacción de sus necesidades desde una lógica de autonomía y dignidad. Ante los elevados niveles de pobreza y desempleo, en lugar de adelgazar el Estado social, los gobiernos han de garantizar el bienestar de la ciudadanía y no el de los mercados. Pero, lejos de aceptar estas propuestas, vemos que nuestro Ayuntamiento hace oídos sordos a una ciudadanía cada vez más empobrecida mientras insiste en su permanente derroche en gastos superfluos, como los de protocolo, asesores innecesarios y salarios de políticos que no dan la talla. Mientras las políticas sociales sigan siendo indignas, la dignidad no dejará de estar a la cola.

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