Espacio de opinión de Canarias Ahora
Por quién doblan ahora las campanas
No me quiero imaginar qué ocurriría si Hemingway fuera un periodista enviado hasta nuestro país para cubrir el juicio contra el juez Baltasar Garzón, interpuesto por los líderes de una de las mayores tramas de corrupción organizada de la España contemporánea. Sus editoriales y artículos nos retratarían como un país capaz de juzgar a un juez que trataba de desentrañar los manejos entre unos desalmados que hacían caja, gracias a los presupuestos oficiales en vez de empeñado en perseguir la corrupción. Su pluma nos elevaría a la categoría de país esperpéntico, anquilosado, cobarde e incapaz de forjar un futuro para las nuevas generaciones, dado el interés de la “caverna” más inmovilista por evitar el más mínimo atisbo de evolución.
En su afán por conocer la realidad, aquella se esconde tras este juicio y otros de similares características seguro que lograría encontrar algún ser bien pesante que muy gustoso le daría su opinión de las cosas. Mire, señor Hemigway , lo que importa es el aquí y el ahora y lo que venga después no es mi problema. Las cosas siempre han sido así y mientras este país se “abra de piernas a mi conveniencia yo seguiré apadrinando y protegiendo mandarines corruptos, empresarios caraduras y lameculos serviles”.
Después, sólo tendría que leer los editoriales de los medios afines a la causa, aquellos que con tal de lograr una campaña institucional llenan con mentiras las páginas de sus periódicos, revistas, panfletos y portales digitales, y el cuadro estaría completo.
La realidad es que buena parte de nuestro país permanece ajeno al procesamiento de Baltasar Garzón, en parte por desconocimiento ?es mucho más importante conocer la última hora de la liga de las estrellas que preocuparse por el futuro de la nación- y en parte porque el común de los mortales de nuestra tierra no considera corrupción hacer regalos a un cargo público y que éste los acepte. En sus obtusas cabezas no existe el nexo de unión entre un regalo/ dádiva o presente y el beneficio que, luego, obtuvo quien hizo ese regalo de la administración de tal o cual lugar. Es más, muchos ambicionan el lograr tener esa misma influencia para poder lucrarse de la misma manera.
Y, claro está, el que alguien quiera atentar contra el estatus quo es algo inaceptable y casi diría que indecente. Piensen, si no, en la otra causa en la que está implicado el mismo juez, la cual fue interpuesta por partidos y asociaciones de marcado carácter fascista. En toda Europa, ese tipo de partidos y/ o asociaciones están prohibidos o muy controlados mientras que en España campan, en la mayoría de los casos, con una impunidad que sonrojaría a cualquier ciudadano con los más mínimos conocimientos de historia contemporánea.
Aún así, son muchos los que piensan que la Ley de Memoria Histórica es una estupidez y que ese tema ya lo zanjó el dictador cuando erigió ese monumento a la megalomanía llamado el Valle de los Caídos y dio sepultura a unos cuantos insurrectos republicanos.
De igual modo, hay muchos que no entienden la razón de los juicios que ahora mismo tienen sentados en el banquillo a ex-dirigentes del Partido Popular, implicados en la misma trama que ha logrado sentar a Baltasar Garzón en el banquillo. Según el razonamiento de esos mismos ciudadanos, es una pérdida de tiempo y dinero juzgar a alguien por aceptar regalos, los cuales no tenían nada que ver con el cargo en el que estaban, ni buscaban nada más que agasajar al mandarín de turno.
Doctores tenía y debe seguir teniendo la iglesia, pero justificar algo que esta mal por no alterar la idiosincrasia me parece tan peligroso como el juzgar a un juez por tratar de acabar con una corrupción responsable de que nuestro país esté en la situación que está. Lo malo es que son pocos los que pueden tirar la piedra de la honradez y la causa contra Baltazar Garzón esconde intereses de ambas ideologías, no nos engañemos.
Es más que probable que Ernest Hemingway, en su artículo final, dijera cosas como ésta:
En mi carrera como corresponsal he asistido a muchos sucesos, pero pocos reflejan la podredumbre y la indecencia moral que rodea a este juicio y al país en el que se está celebrando.
Si es verdad que el juez Baltasar Garzón se extralimitó en sus funciones, su comportamiento debería ser censurado. Sin embargo, no es menos cierto que su investigación quería desentrañar los manejos de quienes estaban empeñados en saquear las arcas públicas en beneficio propio, con el beneplácito de buena parte de las autoridades.
Además, los mismos abogados que ahora han logrado sentar al juez en el banquillo puede que luego tengan que rendir cuentas, por sus manejos en dicha trama, lo que elevaría todo este proceso hasta el surrealismo más delirante.
Al final, quien sale perdiendo es la credibilidad de un sistema judicial anquilosado, lento y conservador, empeñado en anteponer sus vendettas particulares antes que administrar justicia, sobre todo ahora, cuando las cosas poco tienen que ver con aquellos “días de vino y rosas” de antaño.
Ignoro cuál será el veredicto, pero el mismo proceso y quienes lo han impulsado, de un lado y de otro, es una lacra y una losa para la credibilidad y el futuro de un país demasiado castigado por los “salva patrias” y todos aquellos que anteponen su bien personal ?y su cartera- al bien común.
Eduardo Serradilla Sanchis
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0