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El efecto mariposa

José Miguel González Hernández

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Según la Organización de Naciones Unidas, en el mundo hay 194 países. El COVID-19 afecta al 90%. Dato demoledor e increíble. Sobre todo, porque se pensaba que situaciones de esta naturaleza no nos podía afectar. A nuestra sociedad, no. Imposible ¿Había una crisis sanitaria en China? Está muy lejos y no hay nada de qué preocuparse. ¿De verdad?

El 31 de diciembre de 2019 se da a conocer por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto al Gobierno de China, la existencia de una enfermedad respiratoria en la ciudad de Wuhan. Solo 27 casos, aunque alguno de ellos muy críticos. Nueve días después, el número de personas afectadas asciende a 59, todos ellos dentro de la región. La probabilidad de transmisión era muy alta, aunque, aparentemente, era menos letal. No obstante, el 11 de enero de 2020 fallecía la primera persona por esta causa. La propagación comenzaba. De hecho, dos días después aparece el primer caso en Tailandia. Se trataba de una persona que provenía de la primera zona de contagio.

Ante este panorama, el 17 de enero comienzan los controles de temperatura en los aeropuertos de diferentes países, tanto del entorno cercano como de destinos más remotos, relacionados con los vuelos procedentes de la zona de riesgo. La preocupación iba en aumento porque, más allá de la certificación del contagio entre personas, las mutaciones del virus podrían provocar una propagación aún más elevada y agresiva. La incertidumbre crecía. Ya son seis las víctimas y 300 las personas afectadas.

El 21 de enero el virus sale de Asia y llega a Seattle afectando a una persona. Procedía de China. Un día después se cierra la ciudad de Wuhan, con lo que sus once millones de habitantes no podían atravesar sus fronteras. Ya hay 17 víctimas y se superan los 400 casos de personas infectadas. Pero el 23 de enero, tanto en Francia y como en México, aparecen los primeros casos. Las personas afectadas habían regresado de las primeras ciudades afectadas. Ese mismo día, se decide cerrar dos ciudades más en la provincia de Hubei. El 24 de enero, tras continuar detectándose casos en Francia, continúa la propagación por diferentes países asiáticos. Incluso el virus llega a Australia con cuatro casos. Ya se contabilizan 47 muertes y 1.300 personas infectadas.

Ante la evolución de la enfermedad y la proliferación geométrica tanto de personas infectadas como de fallecimientos, la OMS decide incrementar el nivel de alerta de moderado a alto. Esto sucedía el 27 de enero de 2020. En total, son 2.846 personas afectadas y 81 víctimas. Un día después aparecería el primer caso en Alemania tras estar en contacto con personas afectadas de la región oriental donde se originó el brote.

En esos momentos se seguía estimando que la mortalidad era más baja que otros episodios víricos, pero el contagio era mucho más virulento. Por ello, el 29 de enero se decide cancelar vuelos por parte de determinadas compañías aéreas desde diferentes países europeos con las regiones con mayor afección del problema. Días después, esta decisión se ampliaría a otras partes del mundo y a otras aerolíneas. El 30 de enero, la OMS declara la alerta internacional como emergencia de salud mundial. Ese mismo día, en Italia, se detectan los dos primeros casos.

Finaliza enero con la repatriación de españoles desde la región de Wuhan, mientras que aparecen los primeros casos en el Reino Unido. A nivel mundial ya hay 9.776 personas enfermas, con 213 fallecidos. Por fortuna, ya hay 187 personas que han recibido el alta médica. No obstante, empieza febrero con la detección del primer caso en España, concretamente en la Isla de La Gomera. Al día siguiente, fallece la primera persona fuera de las zonas donde el brote se originó. Se trata de un hombre chino cuyo diagnóstico y fallecimiento ha tenido lugar en Filipinas.

A partir de aquí la propagación se mezcla con los ensayos clínicos. La idea inicial de tomar en consideración determinadas medidas de contención se van viendo insuficientes. Se necesitaba más contundencia. Los mensajes de calma no eran suficientes. Aparte de la crisis sanitaria, la economía empieza a verse afectada. Las primeras fábricas en China comienzan a cerrarse, con lo que se puede comenzar a detener parte de la cadena productiva, habida cuenta que es el mayor exportador mundial. Paralelamente, congresos de índole internacional poco a poco se van cancelando por el temor al contagio. Los primeros en Asia. Luego en Europa. Solo han transcurrido nueve días del mes de febrero cuando aparece otra persona contagiada en España. Esta vez en Baleares.

África entra en escena el 14 de febrero, concretamente en Egipto. Mientras, el 15 de febrero fallece la primera persona en Europa. Las cifras son de 71.710 personas infectadas, 1.775 fallecimientos y 11.175 altas. El 18 de febrero, en España, a todos los casos se les da el alta. No obstante, entre el 21 y 22 de febrero de 2020 aparecen nuevas “zonas cero”, como son las de Corea del Sur, Irán e Italia en donde la proliferación es exponencial.

24 de febrero: nuevo caso en España. De hecho, se trata de un turista italiano que se encontraba de vacaciones en Tenerife. De decide proceder a un aislamiento total de las instalaciones hoteleras donde se hospedaba. Un día más tarde, se detecta un cuarto caso en Barcelona, tras regresar de un viaje por el norte de Italia. A partir de esa fecha, comienzan a aparecer nuevos casos en diferentes ciudades españolas. En Sudamérica también empiezan a detectarse personas que dan positivo en las pruebas realizadas.

De hecho, el 28 de febrero la OMS eleva a “muy alto” el riesgo global por el coronavirus. La evolución es exponencial a nivel mundial y se decide tomar medidas más drásticas para evitar la propagación por parte de muchos países: la limitación en el trasporte de personas para limitar el contagio se muestra como una de las medidas más eficaces a tomar. La afección sobre la economía de bienes y servicios ya no es un riesgo, es una realidad. Las bolsas de valores se desploman con cifras históricas. La confianza cae de forma importante. Las instituciones económicas y gobiernos revisan a la baja las tasas de crecimiento mundial y regional. Se empieza a hablar de posible crisis y recesión. De hecho, concretamente para la economía de Canarias, se lleva a cabo una modelización (basada en una población activa y productividad del factor trabajo constante) donde se estima que, de media, por cada semana de afección y por cada 10% de economía afectada, el PIB caerá un 0,2%, con la consiguiente destrucción de empleo y crecimiento de la tasa de paro.

El 9 de marzo, Italia se aísla en su totalidad. El 11 de marzo, la OMS declara la situación como pandemia. El 13 del mismo mes se anuncia el estado de alarma en España con medidas que se anuncian el 14 que entrarán en vigor el domingo 15 de marzo. Entre ellas, se destaca las restricciones de desplazamiento de la población. En principio, será de quince días, aunque se decide ampliar con posterioridad hasta el 12 abril porque, mientras China controla la expansión por nuevos contagios, en otras partes del mundo aún no se ha llegado a disminuir la progresión de personas infectadas.

Según la Organización de Naciones Unidas, en el mundo hay 194 países. El COVID-19 afecta al 90%. Dato demoledor e increíble. Sobre todo, porque se pensaba que situaciones de esta naturaleza no nos podía afectar. A nuestra sociedad, no. Imposible ¿Había una crisis sanitaria en China? Está muy lejos y no hay nada de qué preocuparse. ¿De verdad?

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