Espacio de opinión de Canarias Ahora
Ergia y Energía
Los decires se construyen en la mente como caótica colisión de mundos heterogéneos y luego, al decirlos, los formamos o deformamos, que al cabo es lo mismo, para alumbrar esa espora que el viento debe trasladar a los pistilos del escuchar. Y, dicen, es entonces cuando hay comunicación. De modo que estaba yo haciendo lo que hacía, cuando escuché a lo lejos a alguien que se quejaba de que estaba “harto ya de estar harto de preguntar al mundo por qué y por qué” ... Y sobre la mesa descansaba el ya vintage artículo de Juan Seoane: Cioran 2011. Sin buscarlo yo ni él venirme a buscar, aparecía el filósofo de la vacuidad, también en ese justo momento en que hacía lo que estaba haciendo.
Se produjo una colisión a tres bandas como en el buen billar, ya que llevo sucediendo mis días combinando estupores y aconteceres por estas tierras de España, sin entender lo que no se entiende. Decía Bertrand Russell que “Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible y los políticos por hacer imposible lo posible”. De tal forma que vivimos – la mayor parte de la sociedad sólo existe - la absoluta falta de respeto a la ciudadanía y su voto, a base de cambalaches, chaqueterismos malevos, ladridos más que parlamentos, conspiranóicos disparates y otros entornos arrabaleros, pozoraimundianos y de mal vivir. Pareciera que mientras más luz se arroja sobre la iniquidad y la desvergüenza política, más se incrementa la indolencia y sinrazón de los que la sufren. El Síndrome de Estocolmo ha bajado desde Escandinavia al sur. Algo parecido, osada comparación, me pasó varias veces en esas madrugadas de las carreteras de las cumbres grancanarias: la lechuza, quieta sobre el asfalto, más inmóvil se volvía cuanto más las luces del coche se acercaban a sus ojos. Era el negro de la noche necesidad para salvar la vida del negro de los neumáticos. Y yo cegaba el vehículo y ella encontraba la luz. Que era el oscuro. Y volaba.
Por lo que he leído, sé que no todo era trigo limpio en el Olimpo, pese a que había un Dios Pan – no me explicó por qué era medio humano, medio cabra y medio dinosaurio - que debió haberse encargado de la masa, el amase y el amasijo, en vez de largarse a la Arcadia a vivir en plan Kerouac, además de fornicar con todas las Ménadas, ebrias asistentes de Dionisos. Pan, parece que fue el único Dios que murió, aunque no he podido confirmarlo. Puesto que aún no me han amenazado con el Tártaro, acudo en ocasiones, en nombre de la Fiesta Nacional – ahora, la muleta se puede acompañar de un bebé para dar más espectáculo. Como en el Congreso, que también es otra 'fiesta' pero plurinacional -, acudo digo por razones profesionales, a reuniones con un número determinado de dioses, semidioses, héroes, amazonas y hasta bufones cursis como Cupido, al que sin embargo Zeus nunca quiso meter en un expediente de regulación de empleo (ERE), dada su archiconocida pasión, la de Zeus, por el fornicio con todo tipo de hembras de alto standing, fueran humanas, semidiosas o diosas. Al gran Dios de dioses le bastaba con que tuvieran pulso. E impulso.
Allí en el Olimpo, el zángano, el pobre zángano que muere castrado tras ejercer de Porfirio, no era el macho de la abeja sino Ergia, un dáimon haragán que, se comenta, estaba todo el día durmiendo rodeado de telarañas. Y como el lenguaje también tiene esas posibilidades que parecen surgidas de la mente de Pascal … pues resulta que el griego (la lengua muerta) permite que una simple conjunción copulativa separe a dos opuestos aunque muy similares vocablos: Ergia y Energía, luego, indolencia y entusiasmo. Pues bien, añadido a los criminales índices socioeconómicos, el endeudamiento inabarcable, la corrupción política, las iniciativas secesionistas y ahora los pactos para unos y los pastos para otros, pareciera que hubiese emigrado del país la energeia y Zeus le hubiera otorgado a Ergia las españas como si se tratara de su ínsula Barataria. Este tal Ergia se ha dedicado con tanto esmero a imbuir de sus ideas a los españoles, que la cosa es tan grave que el fatalismo, la desesperanza y lo que es muchísimo peor, la indolencia social contemplada desde el punto de vista psicológico - la indiferencia ante el sufrimiento de los demás - son las características esenciales de un pueblo que más que pueblo es rebaño en eterna tashumancia, con sus correspondientes machos cabríos y no digo cabrones. A esas características tan desalentadoras se ha unido el miedo que paraliza y permite la humillación como norma de convivencia. Decía Ciorán, que padecía ‘cafard’ (absoluto desánimo), que nada puede hacerse contra esa sobrevenida lacra alienante, que convierte al hombre en vegetal sin savia y sin función clorofílica. Así, una propuesta que me parecería pertinente y oportuna, una vez se encuentre un Presidente de Gobierno en el mercado negro, sería cambiar en la Carta Otorgada de 1978 aquello de que “España es una Monarquía Constitucional” por “España es una Monarquía Cafardiana”. Sol y playa para Ergia (ausencia de pensamiento y acción). Eriales y mendrugos para la sociedad civil, donde debería habitar la energeia.
Hubo una época, una larga época, en que cuerpo y espíritu, cuerpo y pensamiento, cuerpo y mente, eran elementos rotundamente disociados, pero yo establecería en Darwin, en la Teoría de la Evolución de las Especies - también desde el convencimiento personal de que quedan muchos primates poco avanzados con corbata o flauta y perro - el momento en que el hombre comienza a darse cuenta de que en su cuerpo hay gato encerrado. Y como ya llevaba encerrado en la habitación mucho tiempo, decidí salir y hacer nada, que es lo más difícil de hacer. Aún así, tuve mucha suerte y me crucé en la acera con el cirujano Mario Alonso Puig quien, como presentación, me obsequió con la siguiente frase:
“Son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo”. Rápidamente, reduje nuestro mundo a España y un frío espantoso me anduvo desde el bulbo raquídeo hasta los calcetines. Visto el mundo que tenemos, vade retro los pensamientos que lo han forjado y forjan.
Metido ya en la Psiconeuroinmunobiología, la ciencia que estudia la conexión que existe entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano, una conexión que desafía el paradigma tradicional, dice Alonso Puig: “El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos”. A tal efecto, pensé, y digo pensé, que el problema del tedio de los españoles entra dentro de la evolución de la especie hacia atrás. Involución o recule. Y, como asimismo, desde que lo comenté con Chomsky, Vigotsky y Piaget, siempre he considerado sinónimos lenguaje y pensamiento, miré a ver si este amigo cirujano me decía algo acerca de las palabras. Y lo dijo: “La palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente personas con trastornos psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades.”
La indolencia y vacuidad de la gran mayoría de los españoles, acompañada por la actuación patológica de los mass media intervenidos, es una enfermedad, está claro, agravada a mi juicio por una característica también fundamental de esta nación y de gran parte del planeta: lo más importante en la vida es tener el último modelo de teléfono móvil. ¿Cómo va a hablar uno consigo mismo si siempre está hablando con los demás del modelo de móvil desde el que está hablando? Por mi no hubiera puesto ni una letra esta noche, pero encontrar a Mario Alonso Puig en la defensa de la palabra me procuró dejar de estar harto ya de estar harto por un momento … Ojalá la palabra mueva a los ciudadanos a decir palabras y elimine también de paso a base de positrones los trastornos psiquiátricos de nuestros insoportables oligarcas y variadas gentuzas. Y que la lechuza vuele, recobrado el ver en la oscuridad.
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