Gorroneo de altura jet

Solo se me ocurren dos razones para que viniera a presenciar los fuegos. Además, claro, de cuanto le encanta volar en aviones que pagan otros; el llamado “jet gorroneo de altura” a costa, esta vez, de un Estado que no llega a fin de mes, Montoro dixit. La primera razón, que no le apetecía comparecer ante el Congreso no fueran a soltarle en el hemiciclo un volador desrabonado así que se montó con Cañete una de tú a Boston yo a California. Son como niños.

La segunda razón es su indeclinable propósito de convertirse en el Javier Arenas canario. De ahí la necesidad de orearse y hacer como que no duerme cada vez que surge un problema susceptible de proporcionar imágenes de Telediario de la islas que aspira a presidir sin que hayan hecho nada malo para merecerlo. Deberían cargar el coste del vuelo a la próxima campaña electoral, que de eso va la cosa.

No entro, para qué, en los días transcurridos desde el comienzo del incendio hasta la decisión soriana de volar; como si hubiera esperado a que alcanzara proporciones suficientes para que lo fotografiaran con la grave expresión recomendada para el caso. La número 25 del manual, creo.

Lo que no he visto escrito ni he oído decir respecto a estos incendios es si su dimensión fue resultado de recortes de los medios de prevención y de extinción y del despido merkeliano de personal de vigilancia, mantenimiento y limpieza de los montes y todas esas cosas que solo se echan en falta cuando se presenta el fuego; ya sea intencionado, ya porque así lo ha querido Dios, que es otra forma de intención; divina, por supuesto. Tampoco parece haber llamado la atención que ardieran simultáneamente tres islas ni que, milagrosamente, don José Esteban no barruntara la criminal presencia de canariones envidiosos con la tea incendiaria en la mano. Comienzan a fallarle los reflejos.