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Heridos del butrón bancario

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El Congreso de los Diputados se dignó hablar de las preferentes entre otros motivos, por la situación inadmisible en la que han quedado los ciudadanos que apostaron por invertir en semejante producto, así como por la proliferación de denuncias a la actitud de un Gobierno dispuesto a acabar de un plumazo con las pequeñas fortunas de aquellos que a golpe de sudor en su trabajo, consiguieron amasar un pequeño montón de dinero con el que asegurarse parte de la jubilación. La alevosía demostrada por el Ejecutivo en relación al pago de la deuda contraída con Bruselas, le hace prodigarse hasta lo menos presumible en recaudar de donde sea menester hacerlo y sin mirar lo que se puedan llevar por el camino hacía lograr el éxito de sus medidas.

Un modelo sistemático de inyectar una medicina basada en los ajustes, inoculando con ello un grave daño a la estructura social que sin lugar a dudas, queda desequilibrada al carecer de defensas necesarias con las que sobrevivir a la enfermedad de una economía demasiado deteriorada; una dolencia que lejos de ser circunstancial se asemeja bastante al pensamiento europeo de estructura orgánica basada en la austeridad a la que apelan los organismos de la Unión Europea como la manera eficaz de frenar una recesión que ya dura demasiado. Hacerles caso a los que aducen a la reforma como baluarte de crecimiento o hacérselo al Gobierno con los ajustes discriminados a la sostenibilidad de las clases sociales, el resultado a la vista es el mismo, el deterioro social emergente.

¿Cómo empezaron los bancos a mercadear con las preferentes a niveles exentos de normas éticas? Se escapa un poco de lo razonable embaucar en ese ambiente financiero normal en el que se mueven los inversores de alto standing al pequeño ahorrador. Un producto tan complicado y de un riesgo considerable solo tiene una explicación lógica la insensatez de sacarlo de ese selecto mercado, la falta de liquidez que los bancos comenzaron a mostrar con el comienzo de la rotura del sistema bancario; faltos de recursos a consecuencia del butrón que se había generado en su estructura, vieron la posibilidad de hacerse con dinero rápido sin miramiento. El riesgo al fin y al cabo, solo lo sufrirían los dueños de un dinero que se mantenía oculto, en el aire que mejor viniera a los intereses de los bancos.

Un producto al que los pensionistas y gente sin conocimientos de Bolsa y sin asesoramiento honrado y profesional en la inversión vieron una rentabilidad provechosa, lejos de un depósito a plazo fijo, que le repercutiría notablemente en unos futuros y opíparos ingresos. Así fue como estos ciudadanos pusieron en manos de quienes les parecían honestos, un dinero que ha quedado volatilizado por la ruina de la banca española; un acto rayano en el fraude que sin embargo, ha quedado reducido a un daño colateral provocado por el desastre bancario. Bien por la falta de responsabilidad de los directores de las Cajas comprometidas, con el mero propósito de sacar a flote los objetivos exigidos por sus respectivas zonas de comercio y que en algunos casos cayeron en sus propias redes; el verdadero problema es el de que un producto financiero llamado hibrido, haya estado expuesto sin protección alguna al libre albedrío de los bancos.

Los ahorradores, creyendo en la buena fe, descubrieron tarde que estaban siendo timados descaradamente para que las entidades bancarias obtuviesen la liquidez con la que rellenar sus cajas vacías. Fue el PSOE el que estaba en el Gobierno cuando la venta se produjo y ha sido el PP el que ha rescatado a las entidades con el dinero del contribuyente dejando a muchos ahorradores con los bolsillos vacíos; al fin y al cabo, todo ha sido tan fácil que no sólo se han quedado con los intereses declarando suspensión de fondos, sino que se han quedado con el capital diciendo que se les fue de las manos. Insólito.

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