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Las huelgas y los tomates

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Las protestas, las concentraciones y los movimientos de los ciudadanos en defensa de derechos o pensamientos han adquirido un gran protagonismo en los últimos tres años de nuestra historia.

Si bien las manifestaciones, las huelgas generales, los movimientos sociales y los agravios a la ciudadanía se producían en momentos puntuales determinados, hoy puedo afirmar que las anteriores circunstancias mencionadas forman parte de la vida cotidiana de un país que vive sometido a la dictadura de la mayoría absoluta otorgada a la derecha neoliberal que comanda el Partido Popular, causante con total injusticia, de muchas sensaciones de impotencia de los españoles. Cierto es y no hay que rehuir, que estas medidas reivindicativas recientes comenzaron en la última etapa del anterior mandato de José Luís Rodríguez Zapatero, pero quede claro que se han vislumbrado o potenciado, como usted quiera verlo, en la legislatura presente y sobre todo, por el incumplimiento de un programa electoral digno de la niña de Rajoy.

Pero lo que realmente quiero analizar aquí no es si el PP mintió en la campaña pasada, que eso ya lo sé, sino analizar estas medidas o métodos de protesta de la ciudadanía, de los sindicatos y en definitiva de todo aquel que se sienta maltratado, observando y examinando como eran y como son.

La práctica de las manifestaciones, aún con grandes aglomeraciones de personas, ya no generan las repercusiones que conquistaban antes. Las Huelgas Generales de un día, para los señalados son simplemente una parada por tiempo determinado de la actividad laboral en algunos sectores y mientras las cifras de seguimiento bailan de un lado para otro, quien gobierna no las toma en serio y resuelve hacer lo que se le antoja aún posicionándose en contra de la opinión mayoritaria de la ciudadanía. Esto sin duda no es lo que ocurría en el pasado cuando las Huelgas Generales eran capaces de retirar cualquier asunto que a los sindicatos y a la ciudadanía les pareciera dañino o que se considerara una injusticia social.

También quiero dejar constancia de la rabia e indignación que me produce la utilización partidista, perversa y a veces malintencionada, de algunas manifestaciones, concentraciones y movimientos, por parte de alguna o algunas organizaciones políticas que, sin lugar a dudas merecen llevarse la Palma de Oro o algún Goya por saber hacer a la perfección un papel tan despreciable con la mayor hipocresía.

En definitiva, ahora ya no es necesaria una gran concentración humana para ser más escuchado, más bien un número inferior ha demostrado ser capaz de poder modificar las intenciones de quien gobierna y un ejemplo claro lo hemos tenido aquí en Canarias recientemente con la huelga de hambre de las trabajadoras del tomate de nuestro querido municipio grancanario de la Aldea de San Nicolás que han conseguido, con mucho sacrificio y “un buen par de tomates”, las garantías de recibir las ayudas reivindicadas.

En conclusión, no quiero decir, no se me malinterprete, que las Huelgas Generales no sean útiles, sin duda son herramientas absolutamente necesarias y con las que comulgo por vocación y convicción, pero no puedo obviar el origen de una nueva técnica de protesta, que siendo muy peligrosa, genera más consecuencias en pro del que las pone en escena que cualquier otro procedimiento y en mi opinión cual como digo siempre no quiero generalizarla, obtienen una mayor rentabilidad que cualquier otra forma de exponer una queja o una demanda.

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