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Iglesias y la normalidad democrática

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¿Era normal lo que pasaba en EE.UU. durante la Presidencia de Donald Trump? Él decía, ya antes de las Elecciones, que los del Partido Demócrata iban a manipularlas e incitó a la rebeldía. Hubo republicanos que no aceptaron las arbitrarias afirmaciones y otros, una mayoría, que siguieron mansamente al Gran Jefe. Para mí lo “normal” hubiera sido desobedecer al Trump como yo “desobedecí” en los tiempos de la dictadura a la “legalidad franquista”.

Yo no estoy de acuerdo en todo lo que dice o hace el actual vicepresidente del Gobierno, pero en lo que se refiere a que la actual democracia española no es perfecta estoy de acuerdo.

Haré a continuación unas consideraciones que van más allá de la gramática y del uso del diccionario, entrando en el terreno político.

Exilado es equivalente a desterrado, expatriado, emigrado en muchos diccionarios y en el uso diario, de manera que si yo estoy largo tiempo fuera de España puedo decir irónicamente que estoy “en el Exilio” sin que ello suponga un insulto o menosprecio de aquellos que realmente hayan sido desterrados o sean huidos de una situación de guerra o de un régimen dictatorial. Exilio es también pena de expulsión. No es el caso de Puigdemont, que huyó. Yo personalmente no tengo ninguna admiración por alguien que huye y deja en la estacada a sus aliados de gobierno, ni que ande por el resto de Europa haciéndose el mártir por una situación que él originó para no oír el abucheo de sus manifestantes, acompañado orquestalmente por el entonces presidente del Gobierno, el Sr. Rajoy, que por su ineptitud negociadora les puso en bandeja a los independentistas el pretexto y la ocasión. Y entre ambos produjeron un clima de miedo y de ruptura en todo el Estado y la aparición en los parlamentos nacional y regionales de una fuerza claramente franquista como VOX.

Y si el periodista con muy mala leche pregunta sobre Puigdemont y lo compara con los exiliados de la Guerra Civil uno puede esperar que Iglesias evada la comparación y hable del tiempo de los romanos y cartagineses. No lo hizo y muchos, cuyos padres fueron partidarios y militantes del Movimiento franquista y defensores de sus “valores” y agacharon sumisamente la cabeza o alzaron entusiásticamente el brazo como lo hicieran los partidarios de Mussolini o Hitler, esos muchos que nunca militaron contra la dictadura ni se opusieron a sus robos “legalizados” encontraron la ocasión de hablar de “normalidad” democrática contra el hijo de un opositor antifranquista. Curiosamente ignoran porque desconocen lo que ha sucedido en Italia, Bélgica, etc. en recientes fechas donde gobiernos de coalición anduvieron a la gresca hasta la ruptura o, peor aún, lo que sigue ocurriendo en la República Federal de Alemania, donde gobierna la socialdemocracia junto con las conservadoras formaciones democristianas de la CDU y la CSU, donde no pasa un día en que los partidos no hagan pública la una o la otra disidencia.

No resulta sorprendente que las derechas de unan. Los intereses tienen al parecer más fuerza de cohesión que las ideologías. Y ese parece ser el caso de esas personas que acusan públicamente de “infamia” a Pablo Iglesias. O sea, deshonra, descrédito, maldad o vileza. Son ex-dirigentes del PSOE, PP y Cs.

“La democracia española no se puede permitir la presencia de un pirómano en el Consejo de Ministros. Ante la historia quedará la responsabilidad de quien lo nombró”, sentencian. Estos ex-dirigentes psoístas son firmantes junto con sus amigos de Cs y del PP entre los cuales hay alguno que podría estar sentado en el banquillo de acusados por corrupción o ceguera política. O estas personas son totalmente ignorantes de lo que significan “infamia” o “pirómano”, entre otras muchas cosas, o son reos de desvergüenza política.

La asociación La España que reúne, presidida por el exdirigente socialista Nicolás Redondo, ha unido a cerca de doscientas personalidades del mundo político, intelectual, académico, diplomático y económico para lanzar el pasado jueves el manifiesto titulado Cesar en la infamia, en el que piden al jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, la destitución del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, por cuestionar la normalidad democrática en España.

Estas personas, que no han levantado ni voz ni cabeza frente a la corrupción y políticas represivas del PP, ahora -“valientemente” - atacan ferozmente al líder de Podemos. Al parecer, para los firmantes España goza de una democracia intachable e inmejorable, pese a que haya escándalos donde han estado implicados gobernantes y miembros de cuerpos policiacos, donde jueces persiguen a víctimas de robo o ignoran violencias ejercidas contra personas de la izquierda o donde durante años millares de españoles emigrantes han sido privados del voto por intereses políticos. El llamado “voto rogado” donde los españoles residentes en el extranjero tenían que rogar que les dejaran votar. Claro está que ninguno de los firmantes se vio en la situación de no poder votar por vivir en un pueblo alemán o francés alejado del Consulado correspondiente.

Que un órgano del Estado como es el Tribunal Supremo y jueces se enfrenten al Parlamento elegido y representante de la voluntad delegada del pueblo, no les parece a tales firmantes “anormal”.

Que militares retirados de alta graduación firmen un manifiesto y pidan al rey que acabe con el actual Gobierno progresista les parece a tales “intelectuales” normal. Claro, mientras en Francia y especialmente en Alemania están prohibidos y perseguidos por la Ley los que lleven símbolos nazis o hagan apología del fascismo, en España se pueden ver casi a diario. En Alemania sería inimaginable una Fundación Adolfo Hitler o en Francia una con del nombre del mariscal Petain, sin embargo a esta gente les parece de lo más “normal” que en España se siga glorificando al general que traicionó el juramento de fidelidad a la República e inició una sangrienta guerra civil con ayuda de Hitler y Mussolini y que tal exaltación esté institucionalizada en la Fundación Francisco Franco.

A mí eso no me parece normal. Yo creo que en nuestro país, para bien de todos, se debe mejorar una serie de cosas tanto en el orden civil como en el político, y eso lo creo porque los españoles nos lo merecemos. Y de igual manera que un entrenador quiere que su equipo no se conforme con el nivel alcanzado y quiere que mejore y a nadie se le ocurre pensar que ese entrenador deshonra a su gente, tampoco es un insulto decir que en España hay todavía un largo camino que recorrer, dentro de nuestra democracia, haciendo nuevas leyes o cambiando las antiguas. Y eso no es por deslealtad o falta de amor a mi patria, sino por todo lo contrario. Desleal no es el que te dice solidariamente lo que puedes mejorar, sino el que se lo calla. Y no siempre estaré de acuerdo con palabras o acciones de Pablo Iglesias pero en este caso coincido, nuestra democracia es mejorable. Y haré lo que en el ámbito de mi acción y posibilidades pueda para que así sea.

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