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De la impostura y la fragilidad

Salvador García Llanos / Salvador García Llanos

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En una red social circula el descubrimiento hecho en un programa de debate del sábado por la noche en Tele 5. Se analizaba la reforma laboral, tan controvertida. Además de los invitados, participan espectadores. Una mujer dice ser apolítica, agricultora y madre de un hijo desempleado. Confesó ser una directamente afectada por las malvadas políticas del gobierno anterior. Hasta que uno de los intervinientes en el debate la descubrió y probó con teléfono móvil que era simpatizante del Partido Popular: ahí aparecía fotografiada en un mitin, bandera azul en ristre, y en otro acto público junto al ministro Arias Cañete. ¿Infiltrada? ¿Tolerada por el canal? ¿Pillado éste en su buena fe? ¿Falta de rigor en el control?

El otro hecho: la edición digital del diario ABC insertaba días pasados una encuesta alusiva, qué casualidad, a la reforma laboral. La pregunta: “¿Te parece adecuada la huelga general como respuesta contra la reforma laboral?” dejaba dos opciones, una de ellas, “sí, el derecho de recortes laborales requiere una movilización profunda”. Cuando se quería votar “sí” a la cuestión que denotaba la necesidad de una reacción social masiva, no lo permitía: la respuesta automática era que ya se había votado. Y lo agradecía. En el momento de intentarlo, el porcentaje registrado era muy favorable para quienes así lo entendían. ¿Avería informática? ¿Lapsus de mantenimiento? ¿Malicia?

Los casos, a la espera de explicaciones convincentes que justifiquen lo ocurrido, son significativos a la hora de entender lo que puede ocurrir en estos tiempos en los que no bastan las penurias sociales impulsadas por las circunstancias sino que acentúan la fragilidad de quienes emiten sus opiniones. Hasta un sondeo que no tiene valor científico es objeto de manipulación.

Asistimos entonces a un espectáculo mediático en el que todo vale, sobre todo si es el derechío su promotor. Prestarse a papeles impostores o frenar y desvirtuar una encuesta, aunque sea inofensiva, nos da idea de lo que algunos son capaces. Se busca: patentar el fraude. Si no estaba patentado ya en algunos códigos de conducta profesional. El manipula, que algo queda, debe ser desterrado.

No pasa nada por tener una tendencia, por acreditar una empatía, por moverse en determinadas coordenadas ideológicas, por identificarse con unos postulados o unas medidas, por defender un modelo, vaya? Si se dice, siquiera sin alardes, se es consecuente, es una actitud ética y todos lo entenderemos.

Pero cuando ya se emplean ciertos métodos, la cosa cambia. Sobre todo, cuando quienes los practican y lucen van expidiendo carnés de moralidad o les exigen a otros pruebas de pluralismo y neutralidad.

El caso es que van quedando en evidencia.

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