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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Jóvenes, políticos con o sin partidos

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¿Qué les pasa a los jóvenes con los partidos políticos? Nada, el problema es de los partidos. Los jóvenes pueden participar sin los partidos, los partidos no pueden pervivir sin los jóvenes.

Aunque la juventud puede terminar a los 24, a los 30, o a los 35 en la realidad se ha convertido en un concepto ambiguo según el ámbito de la sociedad en el que nos encontremos. Hoy no sé si puedo considerarme joven, porque a pesar de que para el resto de la sociedad ya soy un ciudadano con muchos años trabajando, pago impuestos e hipoteca, tengo un hijo, etc., dentro de los partidos políticos a aquellos que estamos en la treintena se nos considera todavía aprendices; tenemos las obligaciones que cualquiera, pero es difícil que ciertos veteranos tomen con la misma seriedad una opinión de alguien de menos de cuarenta años que de alguien de cincuenta.

Es normal, el problema siempre ha existido: los que están quieren seguir porque han luchado por estar ahí donde están, porque consideran que pueden hacerlo mejor,. Han sido también jóvenes y han tenido que luchar contra otros que ya estaban establecidos para poder traer ideas y formas que en su momento eran novedosas. Los jóvenes, por su lado, traen ideas nuevas sobre participación y esto es difícil de asumir.

Los partidos deben evolucionar y adaptarse para buscar a los jóvenes y no al revés, pero parece ser que se ha elegido la segunda opción, por lo que muchos jóvenes valiosos huyen de los partidos después de las primeras experiencias para participar en colectivos, organizaciones y asociaciones que les brindan mayores facilidades para sentirse participes de un proyecto. Hoy en día hay muchos cauces de participación más adaptados a la realidad, más ágiles. Otros, los que se quedan, tratan de cambiar las cosas desde dentro pero la dinámica de los partidos es difícil de superar.

Esa misma dinámica lleva (en política) a los jóvenes de hoy a que no asuman su juventud, porque ser joven no es simplemente una cuestión de fecha de nacimiento, es también de actitud y si quieres realmente tener responsabilidades debes luchar por lograr ese hueco desde donde poder hacerte valer, aunque en momentos sea enfrentarte a las ideas establecidas. No es que todos estén acomodados, simplemente es que parece que en momentos no hay otra opción para poder ganar credibilidad.

Muchos de estos jóvenes que no terminan por marcharse se desahogan en los corrillos, como alcohólicos anónimos confesando su impotencia para superar la situación, mientras que cuando llega el momento de actuar, prefieren esperar.

Se les vende que la ambición es mala y es falso. Lo malo es la ambición desbocada o a costa de perder principios, pero deben tener ambición, al menos, en el deseo de participar activamente, de aportar nuevas ideas y no como sólo como meros adornos en actos o en puestos menores. Un día habrá que contar con ellos para que defiendan sus valores en puestos de responsabilidad y no se les habrá dado la oportunidad de aprender, fracasarán y el problema no es que fracasen, sino que se tendrá que recurrir a otras personas que han aprendido a gestionar un proyecto, pero no un proyecto político; poderosos técnicos, en algunos casos alejados de la sociedad, en otros alejados de la ideología, en otros incapaces de ilusionar a las personas que vemos en la política algo más que una simple gestión de una administración, sino la defensa de unos principios y valores. En suma, para elegir técnicos funcionan mejor las oposiciones; la política debe buscar líderes, personas que tras unas siglas que representan una ideología sean capaces de liderar equipos, de comunicar un mensaje y de representar unos valores.

Se marea a la gente que se acerca con ganas de colaborar en asuntos con de menos importancia y se recurre a ellos para puestos de responsabilidad sólo cuando hay urgencias. Tal vez una persona con buenas actitudes y aptitudes para llegar a realizar un buen trabajo en un área, pero sin haberlo preparado previamente para ello, y de la que si luego no es capaz de dar la talla, nos quejaremos.

Algunos jóvenes se quejan, pero son incapaces de entrar en política, esperando a que sean otros y otras los que den el paso y enmienden la plana. Nunca he pensado que sea efectiva la autocompasión; ayuda quizás en algún momento rendirse al desánimo para poder descansar o desahogarse ,para poder sentirse mejor, pero a la hora de la verdad o, al menos en algún momento, hay que hacer un esfuerzo.

¿Por qué no hay caras nuevas en la política? Porque hemos caído en la falacia de la fila, de esperar el turno y hemos llegado a verlo como algo natural y necesario. De ahí que el valor a tener en cuenta termine siendo la antigüedad en la espera y no la capacidad. ¿De quién es la culpa de que no haya caras nuevas en la política? De los jóvenes que se rinden, de aquellos a los que no les interesa, de los que aunque les interese, se conforman o de los partidos que no los buscan y forman. No digo que haya que arrasar a “los no jóvenes”, sería fácil derribar mis argumentos por ahí. Digo que los jóvenes deben luchar por estar ahí, porque es necesario, porque es importante, porque es natural, porque los que ahora están lucharon por estar y en definitiva, porque es la única forma de demostrar que deben estar, digo también que las estructuras deben estar dispuestas a ver los potenciales, formar y preparar a los y las jóvenes y no tan jóvenes que puedan aportar.

Muchos de los que hoy son históricos deberían preguntarse qué papel jugaban en la vida política cuando tenían 25 o 35 años o cual era la edad en la que entraron a asumir responsabilidades. Han de darse cuenta de que hoy en día los jóvenes tienen otras opciones participativas y si no las hay, las buscarán (ya está pasando y ya ha pasado), seguirán preocupándose por el medio ambiente, por la cultura, por la educación, por la justicia, por el empleo?pero en otros foros. Han de aprender a atraerles porque son los partidos los que necesitan jóvenes con energía e ilusión.

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