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Este 8 de Marzo, Buenos Aires para todas

María Nebot

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En Gran Canaria celebramos este 8 de Marzo contando, por primera vez, con la creación de la Consejería de Igualdad. Hasta ahora las escasísimas políticas de igualdad que se diseñaban desde el Cabildo estaban en segundo plano, diluidas en consejerías como la de juventud o políticas sociales. La creación de la Consejería de Igualdad por la corporación insular es indicativa de la preocupación existente en ella y supone que la apuesta por la igualdad entre mujeres y hombres adquiere con este gobierno entidad propia.

Nos echamos a andar en una calle emblemática para el feminismo gran canario: la calle Buenos Aires. Esta calle dio cobijo, allá por los años 70, precisamente en una de las sedes que hoy ocupa esta consejería, a uno de los primeros colectivos feministas de Gran Canaria así como dio cobijo también al primer colectivo gay. Estamos, por tanto, de celebración y de evocación de la historia, en la historia del feminismo hay aportaciones que siguen siendo absolutamente relevantes para pensar el presente.

Tenemos que celebrar que desde aquellos años 70, con la instauración de un régimen democrático y con la presión del movimiento feminista se han conseguido numerosos y sustantivos cambios. A pesar de las insuficiencias y dificultades, hoy las mujeres tienen derecho a acceder a todas las profesiones, a controlar su capacidad reproductora y participar en igualdad de condiciones que los hombres en la vida política, social y cultural, no siendo menor el cambio que experimenta la estructura familiar con la aparición de nuevos tipos de familia.

Pero este 8 de Marzo acontece también en un contexto de deterioro de la situación social, en un momento de esperanzas y temores en relación a qué gobierno se conformará, a si va a ser el gobierno de cambio por el que tanta gente apostó o un gobierno disfrazado de cambio pero continuista con las políticas de recortes en lo económico y en lo social que han supuesto un serio retroceso en los derechos de las personas más desfavorecidas, y de manera particular en los derechos de las mujeres.

A pesar de los avances habidos, hoy la discriminación salarial sigue siendo muy acusada, el acceso a los puestos de mayor responsabilidad parece cerrado a las mujeres en la empresa privada, en muchos de los servicios públicos y en el ámbito de la política. Los sectores de la producción mejor pagados siguen siendo básicamente masculinos. El trabajo doméstico, el cuidado de los hijos y la atención a las personas dependientes recaen mayoritariamente sobre las mujeres. En lo referente a la violencia machista, en educación sexual y educación para la igualdad, en derechos identitarios y sexuales, así como en relación al derecho al aborto hay mucho que avanzar. Para posibilitar estos avances, se hace, pues, imprescindible trabajar políticas de igualdad desde la transversalidad y desde la coordinación y cooperación interinstitucional

El desigual reparto del trabajo doméstico y de cuidados, no pagado, entre hombres y mujeres, la disminución de las rentas familiares, los recortes en los servicios públicos destinados a la atención y cuidado y el freno a las políticas de apoyo a las

familias en España, explica la mayor dedicación que realizan las mujeres a este tipo de trabajo, lo que tiene incidencias negativas en la calidad de vida, condiciona sus posibilidades de incorporación al mercado laboral y en general a su participación social y política. Cabría esperar que ante la mayor disponibilidad de tiempo de los hombres, como efecto de la destrucción de empleo masculino, hubiese una mayor dedicación de ellos al trabajo de cuidados familiares, máxime en estos años de recortes en los servicios públicos destinados al cuidado infantil y a la atención a la dependencia. Sin embargo esto no es lo que muestran las estadísticas, así, en la encuesta de uso del tiempo de 2010 se constataba que el tiempo dedicado por las mujeres en un día al hogar y la familia en Canarias era de 4 horas y 27 minutos, mientras que el de los hombres era de 2 horas y 35 minutos. Y esa encuesta en 2013 da a conocer que los porcentajes de mujeres que afirman participar siempre en las diversas tareas de la casa alcanzan, en general, el 50%, mientras que sólo un 30% de hombres participa, y lo hace principalmente en el cuidado de los niños y en la compra de alimentos.

Vivimos bajo un modelo socioeconómico que se muestra a todas luces insostenible porque prioriza los mercados frente a la vida, desde los poderes públicos resulta imprescindible la elaboración de políticas que defiendan la vida en todas sus dimensiones: en relación a la salud, a la educación, a la vivienda o al cuidado.

El cuidado de los menores y de las personas dependientes es también responsabilidad de los poderes públicos. Por ello es imprescindible la creación de una red amplia de servicios escolares y guarderías, así como de atención a la dependencia, que facilite de una forma armoniosa que hombres y mujeres se dediquen tanto a la vida pública como a la privada. Las políticas de conciliación que se llevan a cabo en España se concretan –y se ciñen, prácticamente– a una legislación que entiende la conciliación de la vida laboral y familiar como el establecimiento de permisos laborales, durante espacios de tiempo determinados, motivados por la necesidad de cuidado de personas –niños o mayores–. Y el contenido específico de estas políticas de conciliación posibilita que las mujeres puedan participar en el ámbito laboral sin dejar de atender a las responsabilidades familiares (con claras limitaciones en ambos ámbitos), pero no garantiza la participación de los hombres en el ámbito doméstico. No se considera la división sexual del trabajo que preside, actualmente, la organización de la vida cotidiana, por lo que, mientras se sigan impulsando estas políticas de conciliación, como una cuestión de y para las mujeres, persistirán las desigualdades de género dentro y fuera del mercado de trabajo.

Por otro lado, las políticas de conciliación anteponen las necesidades del mercado de trabajo a las de la vida familiar y personal, es decir, están pensadas desde una clave productivista, según la cual la actividad laboral es el eje central de la vida de las personas y la actividad familiar se coloca subordinada o dependiente de ella. Es, por tanto, necesario reflexionar sobre la duración de la jornada laboral. Aunque en estos tiempos de reformas neoliberales, de crisis y de paro puede parecer utópico, una jornada laboral más corta y una sociedad menos consumista suponen un horizonte al que no podemos renunciar.

Este 8 de Marzo desde la Consejería de Igualdad hemos elegido el lema Buenos Aires para todas queriendo enfatizar así que es imprescindible acabar con las discriminaciones en el trabajo, en el ámbito familiar, en el libre ejercicio de la sexualidad; con las dificultades para compaginar maternidad con vida autónoma; también con las dificultades para interrumpir un embarazo que no es deseado; con la violencia machista, y desde el pleno convencimiento de que la igualdad de género tiene un efecto beneficioso para el desarrollo humano y por tanto para toda la sociedad.

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