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El Museo Domingo Rivero
La apertura, en la calle Torres, del museo de Domingo Rivero dio ocasión a Guillermo García Alcalde de volver la vista a años atrás, cuando Manolo Padorno le insistía en la dimensión poética de don Domingo. El artículo de Guillermo, en La Provincia, reconforta por sus alusiones a Manolo y a su hermano Eugenio; a Manuel González Sosa, otro generoso; a Jorge Rodríguez Padrón, a Andrés Sánchez Robaina y a Arturo Maccanti; todos ellos cómplices de la recuperación, espero que definitiva, de Rivero. Fue don Domingo un poeta discreto que no debió darle en vida mucha trascendencia a su propia obra, que atesoró en el secreto de su rica vida interior. Pero tuvo la suerte, la ha tenido la cultura canaria, de contar con un nieto, Pepe Rivero, al que conozco dedicado, desde los tiempos de nuestra juventud superada, al cultivo de la memoria humana y literaria del abuelo, que ya se proyecta también fuera de las islas.
Hoy era casi obligado dedicar la columna al debate sobre el Estado de la Nacionalidad. Un ritual penoso sobrevolado este año por el intento del ministro Soria de imponernos la voluntad de Repsol. Con flecos como el alcalde Cardona, que volvió a dejarnos algunas nuevas perlas. La primera, calificar de “política” la oposición a las prospecciones petrolíferas; como si las formas virreinales de Soria surgieran del departamento de Coros y Danzas y las actitudes de sus partidarios fueran resultado de un marín de dos pingüé, cúcara, mácara, títere fue y no del deliberado propósito de favorecer (políticamente, por cierto) los intereses de una multinacional; a nuestra costa, por supuesto. La segunda, la equiparación cardoniana de la peligrosidad de las prospecciones a la acumulación de combustible en el puerto con la que ha mostrado, eso sí, un conocimiento tan profundo del asunto que te asomas y no ves nada al fondo. La tercera, volver a culpabilizar a los inmigrantes de la suciedad de la ciudad, la mismita por la que ya trataba el PP de crucificar a Jerónimo Saavedra a la semana de hacerse cargo de la alcaldía.
Logró empañar, Cardona, el listado de sus buenos propósitos para la ciudad que ya veremos en qué quedan porque tiene, el hombre, su puntito iluso. Con el añadido de Australia Navarro que acusó a Paulino de “chavista”, nada menos, olvidando en su ignorancia natural que lo de Chávez es extraer petróleo, mayormente. Total que, entre una cosa y la otra, del petróleo a Cardona, resultan premonitorias las golondrinas que sobrevuelan el Festival de Cine por más que su negritud resulte más tranquilizadora que el azul de la gaviota pepera.
Digo que estos debieron ser los temas de hoy. Por lo que doy las gracias a Domingo Rivero y a los promotores de su museo que nos han dado un respiro y nos permiten pensar, al menos hasta mañana, que no todo está perdido. Con Manolo Padorno arreando detrás, claro.
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