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Niños en el salvaje Internet

Ylka Tapia

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Estamos viviendo un acontecimiento sin precedentes: más de la mitad de los niños del mundo están confinados en sus hogares, produciéndose, por primera vez, un apagón en la educación en su forma convencional: asistir a la escuela.

Esto ha incrementado en un 50%, según el informe Everyone is a kids and family brand, de SuperAwesome, el consumo de tiempo digital. Ahora, muchos menores estudian a través de una pantalla, pero también la utilizan en su tiempo libre: ya no hay actividades en el exterior y se acabaron los juegos con los compañeros y amigos. Estos dispositivos, que ya de por sí eran patios de recreo antes de esta crítica situación, son ahora los escenarios de sus vidas.

Aparte de las clases virtuales que ofrecen muchos centros educativos, los pequeños ocupan muchas horas viendo vídeos en streaming, jugando online y/o chateando con sus amigos y familiares. El mismo estudio sugiere que este nuevo ecosistema —con sus ejes educación, entretenimiento y educación— se tendría que haber asentado en unos cinco años; la cuarentena mundial ha acelerado el proceso: en menos de seis meses, el entorno virtual será la norma.

Pero YouTube no es una niñera

No soy madre, pero, como cualquier adulto, sé que Internet presenta unas peligrosas cloacas: eso hace que el control parental digital sea obligatorio. No obstante, para mi sorpresa, muchos progenitores dejan a sus hijos (algunos, de tan solo tres años), completamente solos frente a una pantalla, sirviéndoles de niñera virtual. Y no hay mayor descuido que ese.

Tomemos como YouTube, el segundo mayor buscador del mundo después de Google: tal es la avaricia (o psicopatía) de algunos creadores por rascar unos céntimos, que son capaces de crear contenido inadecuado, salvaje e incluso traumatizante, con el único fin de alcanzar al público infantil y ganar visitas (y, en consecuencia, dinero).

Para ello, utilizan como recurso personajes populares tales como Elsa, Spider-man, Peppa Pig…; basta con ser un poco perspicaz para entender que, usando ciertas palabras claves, te garantizas un mínimo de posicionamiento. Pese a los diferentes filtros de YouTube, que posee una aplicación diseñada exclusivamente para este segmento, YouTube Kids, continúa siendo insuficientes para protegerlos al 100 %; no obstante, sus gestores aseguran que solo el 0.005 % de los vídeos de la aplicación son retirados por inapropiados, tras haber recibido su pertinente banderita roja. Aunque el daño está hecho. Hay cosas que nadie debería ver.

Llegados a este punto, asumamos que no se debe utilizar YouTube, Tik Tok o cualquier plataforma digital como niñeras. Entiendo que muchos padres tienen que teletrabajar, y necesitan que los dejen en paz para concentrarse. Sin embargo, permitir que los niños queden hipnotizados frente a una tableta, ordenador o Smart Tv es un riesgo tan elevado, que existe la posibilidad de traumas futuros —sirva de ejemplo, el caso que narra la periodista Laura June en The Outline: cómo un vídeo de una falsa Pepa Pigg que acude al dentista es, en realidad, un tratado sobre la maldad. Lágrimas y pesadillas nocturnas.

Yendo más allá, estos desalmados son capaces de animar a una Peppa Pig «probando por primera vez la lejía» —a esto lo llaman Dark Parody; es decir, humor negro—; y la audiencia infantil no sabe distinguir entre realidad y ficción. Los pequeños son curiosos por naturaleza; no podemos permitir que sean expuestos a estas barbaridades.

En resumen, queridos padres, abuelos y demás familiares: Internet no funciona como niñera virtual, porque no es un entorno como tal para niños. Es mucho más inquietante y oscuro. Podemos creer que están entretenidos viendo inofensivos dibujos animados, hasta que aparece en pantalla una salvajada. Para evitar estas desagradables situaciones, las plataformas están aplicando nuevas medidas, mucho más restrictivas, y priorizando canales que cumplan las reglas family-friendly (apto para toda la familia).

Otra solución sería la restricción de edades, pero basta con navegar de forma incógnita para saltarse cualquier limitación. Por lo tanto, cabe preguntarse, ¿cuál es la vía más efectiva: un sistema de automatización para bloquear vídeos y desmonetizar contenidos, o un control parental real por parte de los progenitores/ cuidadores? La respuesta es más que evidente.

YouTube, por citar una de ellas, no tiene capacidad para una moderación manual, más ahora con este inusitado incremento del tráfico mundial, por lo que esta función recae en adultos responsables.

Si no puedes acompañarlo (vigilarlo) mientras navega por la Red, es mejor que te tomes la molestia de buscar una película, serie de televisión, aplicación o un canal temático para menores. No dejes en manos de algoritmos la salud mental de tus hijos.

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