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Participar no es un número

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En la mayoría de los foros políticos se repite la falta de participación de las personas en la vida política y se recuerdan tiempos mejores ¿Pero, qué se hace desde partidos y sindicatos para remediarlo? La participación, como cualquier asunto relacionado con los seres humanos, evoluciona y los medios y acciones necesarias para involucrar y despertar ilusión en las personas han cambiado.

La gente sigue participando y me atrevería a decir que incluso más que en el pasado, pero, en estos momentos, son numerosos los frentes donde participar y defender sus ideas o enfoques de la vida: asociaciones, colectivos, incluso los equipos deportivos son otra manera de interactuar con la sociedad. Los partidos políticos y los sindicatos han perdido su monopolio. Pongamos por ejemplo, una persona que considere que el deporte debe llegar a los jóvenes y que es parte de una vida sana o una educación equilibrada, pero tiene la sensación de que puede hacer más por esa causa desde el equipo de su barrio que desde un partido político.

Otros tipos de colectivos han ocupado el espacio que ofrecían partidos y sindicatos y se han adaptado mejor ofreciendo más participación y realización personal de lo que puede ofrecer cualquiera de los anteriores. Estos últimos han creado estructuras internas que, a una persona que viene de fuera le hacen tener la sensación de que, en ellos, es muy difícil hacer poco más que de público inanimado y con la única utilidad de alimentar egos ya de por si bien alimentados.

Todo esto proviene de peculiaridades propias difíciles de corregir, de vicios adquiridos, de errores a la hora de enfocar la participación y de dificultades nacidas del funcionamiento mismo de estas estructuras que son difíciles de solucionar.

Conseguir una participación real de los militantes no es nada sencillo pero tampoco fueron sencillos otros retos mayores y se han logrado.

Los afiliados se confunden en unas estructuras complicadas de captar y muy diferentes de cualquier otra asociación o colectivo de personas, no sólo por el carácter político sino por el enfoque de funcionamiento. Son relativamente grandes cantidades de personas y su búsqueda de participación y de control las hacen caer en ocasiones en un mar de órganos, denominaciones y trámites.

Las urgencias del día a día, la voluntariedad y el sacrificio de tiempo que tienen que hacer los cargos orgánicos para que funcione el partido les hace, en algunos momentos, no poder asimilar mejor a los nuevos afiliados. En otros casos la prioridad de dirigir una organización hace imposible estar pendientes de asuntos más abiertos a la sociedad. Quizás la responsabilidada de esto sea de las estructuras de órganos que no se han adaptado a la época actual, pudiendo reservar unas personas exclusivamente para el funcionamiento interno y otras para la relaciones con la sociedad y los ciudadanos. En cambio otro tipo de colectivos suelen funcionar con órganos muy sencillos y las normas son bastante fáciles de entender y además, las tareas están más claramente definidas (en asociaciones de cierto tamaño).

En la mayoría de las ocasiones se valora la participación y el éxito de las iniciativas por el público que se consigue reunir para aplaudir, sin considerar si ese público ha visto cumplidas sus expectativas o si se ha sentido enriquecido o útil, o si, por el contrario, acabarán buscando otro sitio donde poder colaborar.

La participación actual necesita un cuidado y una constancia que muchas veces se olvida desde los organizadores de actos. Normalmente desde una asociación se asume que cuesta mucho conseguir colaboradores y un público fiel, teniendo claro que la regularidad y la periodicidad otorgan una seguridad y motivación a las personas para participar.

La participación no se encuentra se busca. Una frase común, muy escuchada a antiguos militantes es: “los militantes saben dónde pueden ayudar”. Se equivocan totalmente, los tiempos han cambiado los militantes pagan su cuota porque están buscando que alguien les diga: “Ven aquí, participa” “¿qué sabes hacer?” “¿qué te gustaría hacer?”? pero en lugar de eso, sienten que sólo se les reclama para llenar actos, poner carteles o ir a mesas electorales y en ocasiones, ni siquiera para eso. Hay que ofrecerles una participación real, confiar realmente en ellos y en lo que pueden aportar.

Mientras que el resto de colectivos hacen lo que pueden por atraer gente, los partidos políticos y los sindicatos se han dormido en la actitud de que la gente debe venir a la sede y si tiene interés, verdadero, noble y puro interés, volverá y preguntará aunque el primer día que vino a preguntar le atendiera alguien con “mejores cosas que hacer” y le dijera poco más que firmará la ficha.

Tanto los partidos como los sindicatos deben ser multidisciplinares. Por un lado, en los partidos sabemos que todas las facetas de nuestra vida en sociedad son política, desde la cultura a los deportes o el ocio, desde qué actos culturales hay que fomentar o los hábitos deportivos saludables o el tipo de ocio que debe subvencionarse, pero una cosa es saberlo y otra entenderlo. Por el otro, los sindicatos dejan bastante de lado la mayoría de las necesidades de los trabajadores y se han convertido en asesorías jurídicas laborales sin ningún valor añadido. Sus estructuras y enfoques se han quedados anclados en sociedades pasadas, han perdido la empatía y la visión de lo que necesitan las personas para ilusionarse en sus proyectos.

Se cree en los afiliados pero no lo suficiente como para ir valorando sus aptitudes y actitudes. Se quiere contar con su participación pero sólo como valor numérico dentro de un censo, obviando su participación real. Es increíble el valor humano que se desaprovecha en ambas organizaciones: una cosa tan sencilla como unas cuantas preguntas para estudiar, qué podría aportar cada uno y dónde, o la creación de gabinetes de trabajo aprovechando sus cualidades aportarían los recursos humanos para afrontar numerosos retos.

Por todas estas cosas muchos jóvenes en lugar de participar en partidos o sindicatos, se involucran en colectivos ecologistas o culturales, porque éstos les dan una sensación mayor de estar aportando algo, de que su trabajo e ilusión son tenidos en cuenta y sirven para algo. Les enriquece personalmente más invertir una hora de su tiempo en esto.

¿Qué me ofreces? Sí, aunque suene algo duro: Yo voy a afiliarme, voy a pagar una cuota, pero ¿Tú me prestas un servicio? ¿Cubres mi necesidad de participar? ¿De sentirme útil? ¿De tratar de mejorar la sociedad? A esa pregunta los partidos y sindicatos no saben que contestar.

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