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Patrimonio Arqueológico y deporte: un uso equivocado

Carlos Julián García

Hace menos de un mes reflexionaba en un artículo de opinión [El Patrimonio y su uso público: Los Parques Arqueológicos en Canarias Ahora] sobre algunos aspectos relacionados con el patrimonio arqueológico y su uso público. En el citado texto trataba precisamente de clarificar algunas cuestiones relativas a cómo tiene que actuar la administración pública para facilitar a las personas, más o menos interesadas, el acceso a los yacimientos arqueológicos y como dar a conocer in situ las muestras de la sociedad aborigen que se localizan en números puntos de la geografía insular. Argumentaba como ello está perfectamente previsto por la legislación vigente –singularmente con la creación de Parques Arqueológicos-, si bien remarcaba que hasta ahora la situación se caracteriza por irregularidades en la conformación de los citados parques y por un nivel de gestión ciertamente muy mejorable, por lo que hacía un llamamiento expreso a las administraciones públicas con responsabilidades directas en el tema sobre el deber y obligación de desarrollar políticas para la salvaguarda y para el uso público responsable de dicho patrimonio.

Durante el transcurso de mi vida profesional, mayormente vinculada a la planificación y gestión del patrimonio natural y cultural, he podido ver hechos y situaciones realmente grotescas, surrealistas dirá alguno. Al respecto, el último exabrupto que conozco, muy reciente, se debe a un representante público, a la sazón teniente de alcalde del Ayuntamiento de Artenara, con responsabilidades en las Áreas de Deportes, Agricultura y Ganadería, Urbanismo, desde el mes de Julio del pasado año, aunque anteriormente, desde el inicio de la presente legislatura, fue alcalde del citado municipio. Pues bien, al edil artenarense se le ha ocurrido la esperpéntica idea, según se refleja en un video promocional de la Artenara Trial que corre (nunca mejor dicho) por las redes, de organizar y celebrar en este municipio una arqueocarrera (sic).

Al socaire de la moda por las carreras pedestres en el medio rural, que se extiende por la sociedad occidental como una modalidad de ocio, cada vez más presente en nuestro ámbito insular, surge esta idea con la que se pretende hacer una competición recorriendo los yacimientos arqueológicos de Artenara, todos ellos localizados en el Paisaje Cultural de Risco Caído y los espacios sagrados de montaña de Gran Canaria y entre los que sobresalen: Tirma, Cueva de los Candiles, Acusa y, por supuesto, Risco Caído. Sin ninguna duda, podemos deducir que este es un uso contrario a las determinaciones que sobre la protección y uso público del patrimonio arqueológico se desprende de la legislación vigente y del sentido común.

La sinrazón de esta propuesta que se desarrollaría en la zona núcleo del denominado Paisaje Cultural de Risco Caído y los espacios sagrados de montaña de Gran Canaria que, como bien se sabe, tras la iniciativa impulsada por el cabildo insular aspira a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, requiere una breve y rápida reflexión que espero sirva para enmarcar una respuesta a la propuesta aludida que entiendo debe contener un nivel instructivo, a la par que un rechazo total, sin paliativos, a tal empresa.

De esta idea inaceptable se desprende, en primer término, un absoluto desconocimiento sobre la fragilidad inherente a los yacimientos arqueológicos y, por extensión, a las denominadas Zonas Arqueológicas, una ignorancia que impide en multitud de ocasiones, como es el caso, el debido respecto a las manifestaciones culturales, en esto caso de la sociedad aborigen.

Reiteradamente, dirigentes públicos realizan planteamientos descabellados, como bien se demuestra con este ejemplo. En el supuesto que la mencionada propuesta se llevara a cabo no solo pondría los pelos de punta a los comisionados de la UNESCO, sino que interferiría, con un gran hándicap, en el proceso para la declaración Paisaje Cultural como Patrimonio de la Humanidad. Con frecuencia, como en el caso que nos trae, muchos dirigentes confunden el culo con las témporas o “churras con merinas” como reza el refranero, tratando de mezclar de forma ridícula actividades incompatibles. El acceso a las zonas arqueológicas, y en general al patrimonio cultural, no es válido para manifestaciones deportivas de estas características que, sin embargo - de forma anárquica, fuera del marco de los planes de uso y gestión- sí se han extendido por doquier en los Espacios Naturales Protegidos

En mi opinión, este es un ejemplo de la inadecuada y equivocada concepción que acerca del patrimonio arqueológico tienen en la isla muchos gobernantes locales, y sobre el que, dada su gravedad, planteo las siguientes observaciones.

Uno. Corresponde al Cabildo, como responsable máximo del Proyecto del Paisaje Cultural y de la gestión del Patrimonio Histórico/Cultural de la isla -incluida la política sobre Parques Arqueológicos-, coordinarse con las corporaciones municipales que por ley, máxime en el caso que nos trae, deben colaborar con la administración insular, así como informarles de las diferentes propuestas previstas en el citado Proyecto.

Dos. Visto lo visto, entiendo que es inaplazable hacer pedagogía con los representantes públicos y por supuesto con la población local asentada en las proximidades de las zonas arqueológicas e ir más allá de recoger las propuestas surgidas del proceso de participación ciudadana, y apostar por la difusión de los valores patrimoniales excepcionales (arqueológicos, etnográficos, históricos y naturales!) que contiene el Paisaje Cultural, de tal forma que puedan ser aprehendidos y reconocidos como recursos patrimoniales por los representantes públicos y, singularmente, por los vecinos afectados por la propuesta del Paisaje Cultural.

Tres. Impedir, por obvio, la celebración del evento deportivo aludido.

Ciertamente, la Cumbre de Gran Canaria se encuentra ante una oportunidad, también ante un reto, lo que se traduce asimismo en una gran responsabilidad, por lo que entiendo que es más importante aún recalcar la necesidad de articular- con la participación e implicación de la población local- un plan bien sopesado que, independientemente de que la zona sea declarada, o no, como Patrimonio de la Humanidad, nos permita –y a las generaciones futuras- disfrutar de forma sostenible de un patrimonio excepcional que cuenta con muy buenas expectativas para impulsar la denominada “economía verde”.

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