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No se pongan a parir

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Consuelo es una madre de doce hijos que animaba a otras mujeres a la maternidad el Día de la Familia en la misa que celebró Rouco Varela el domingo en Madrid. Si Consuelo es una mujer pobre (la clase media también es hoy pobre), sus palabras son de una irresponsabilidad rayana a la estulticia. Si es rica, se comporta como una cínica, una sinvergüenza que cree que tener hijos con criada es el no va más de la familia cristiana.

Siempre me ha sorprendido que en esto de la familia hablen siempre los que menos saben. O lo hace una madre descerebrada de familia numerosa o le toca sermonear a un célibe que ha prometido votos de castidad.

En un contrasentido que discurseen sobre la familia quienes no han querido ni sabido fundar una. No vale el defecto, tampoco el exceso. Los obispos no predican con el ejemplo. Una cosa es predicar y otra tener hijos. Si lo que dios quiere es que creen una familia y procreen sin medida ni clemencia, ¿entonces por qué no cumplen los sacerdotes, que para eso han hecho también votos de obediencia?

La Iglesia católica tiene esas contradicciones. Una institución tan secularmente machista se sostiene fundamentalmente por el apoyo de las mujeres, a las que ningunea la jerarquía eclesiástica. Tanto que a ninguna de ellas le permiten ordenarse sacerdote. De obispos, arzobispos, cardenales y papas, ni hablamos.

Cuando uno entra en una iglesia durante una misa lo primero que observa es la exagerada desproporción entre hombres y mujeres. Ellas suelen triplicar a ellos, aunque el que lleva la batuta siempre es un hombre desde el altar. El catolicismo las ha hecho sumisas. Se les discrimina desde arriba pero ellas no rechistan, lo acatan. Como Consuelo, esa mujer que celebró el Día de la Familia con sus doce hijos, animando a las demás mujeres a que parieran como ella, que ya dios proveerá.

Es tal la irresponsabilidad institucional que nadie de la Conferencia Episcopal es capaz de descalificar las declaraciones de Consuelo. Los hijos no se pueden traer al mundo como si fueran ositos de peluche de feria. Y menos ahora, que la cosa está jodida.

Pero no pasa nada. Si no hay dinero para pagar la educación de la prole, no se le educa y punto. Y si no hay sanidad para tanta gente, se sigue a pies juntillas los consejos del primer ministro portugués, que para no encarecer ni colapsar los hospitales de su país ha pedido a sus compatriotas que no enfermen. Y de paso que las parturientas paran en su casa.

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