Espacio de opinión de Canarias Ahora
Proteger la salud mental materna en el momento crítico actual
En los últimos años se ha ido extendiendo una iniciativa para conseguir que se declare el primer miércoles de mayo como Día Mundial de la Salud Mental Materna. ¿Y esto por qué? Pues con el objetivo claro de crear conciencia de la relevancia que tiene el estado de salud mental de la mujer en el transcurso de su proceso de maternidad (desde el embarazo, hasta, al menos, el primer año tras el parto), fundamentalmente en lo referido a problemas emocionales como el estrés, la ansiedad y la depresión experimentados de manera continua e intensa. Hay varias razones para dedicarle a este aspecto de la salud un día conmemorativo:
-La primera de ellas es la alta prevalencia de estos problemas, pues los diferentes estudios a nivel mundial demuestran que alrededor del 25 % de las mujeres en el proceso de la maternidad, padecen algún tipo de malestar psíquico. Para hacernos una idea de lo que estas cifras representan las podemos comparar con otra patología propia del embarazo como, por ejemplo, la diabetes gestacional, enfermedad muchísimo menos frecuente y que sin embargo es investigada de forma rutinaria en todas las mujeres embarazadas por los servicios sanitarios.
-La segunda razón es el grave impacto que tiene el malestar psíquico de la futura madre. Las consecuencias van a presentarse, por un lado, en su propio estado de salud, pues el padecer ansiedad o depresión le produce sufrimiento, miedo, estado de alerta constante, pensamientos negativos, pérdida del ánimo, aislamiento, además de pérdida de apetito y trastornos con el sueño que le conducen a deterioro de su salud física. Y por otro lado habrá también graves consecuencias para su hijo/a. Las investigaciones de los últimos años han demostrado que el feto es sensible al estrés materno continuado, y por cambios hormonales y epigenéticos (modificaciones de la expresión genética por la influencia del entorno) desarrollará una forma exagerada de responder a las situaciones estresantes posteriormente en la infancia y la adolescencia. Además, ya hay evidencias científicas de que, desde la vida fetal, como consecuencia del estrés materno, se producen modificaciones cerebrales que afectan fundamentalmente al área límbica, zona cerebral responsable del miedo y de la memoria emocional de los acontecimientos vividos, así como disminución de volumen de otras zonas de la corteza cerebral. Por ello, en su vida futura, estos niños podrán tener trastornos psíquicos que se manifestarán como dificultades emocionales (introversión exagerada, dificultades en las relaciones sociales…) y de conducta (impulsividad, hiperactividad, agresividad…) que conducirán a mayor conflictividad en todos los ámbitos: familiar, educativo y social. Hay incluso estudios que relacionan el alto estrés vivido en la gestación con un menor cociente intelectual en la descendencia.
Por otro lado, el malestar psíquico de la mujer tras el parto condiciona la salud mental de su hijo/a, habiéndose ya comprobado que su descendencia tiene más probabilidades de tener temperamento difícil, trastornos de conducta y síntomas depresivos en la infancia y adolescencia.
Una vez reconocido que el que una mujer sufra malestar psíquico en su proceso de maternidad es una realidad cuantitativamente muy importante, y que además tiene unas graves consecuencias para sus hijos/as, nos debemos preguntar cuáles son los factores que condicionan que la mujer padezca estos problemas de salud emocional. Ya la OMS ha dejado claro que la salud no solo depende de las características biológicas y de estilo de vida de cada individuo, sino de los llamados “determinantes sociales de la salud” (de la salud tanto física como mental). Los diferentes estudios publicados ponen de manifiesto que las condiciones sociales en las que vive la mujer, como la pobreza y la violencia de género, son determinantes. Es fácil deducir que la precariedad económica y las dificultades para cubrir las necesidades básicas de ella y de su familia, así como ser víctima de violencia o vivir en un entorno violento conducen a la mujer a un estrés continuo y elevado. Por supuesto, también hay factores de índole personal, como su carácter, el apoyo social con que cuente o sus antecedentes de enfermedad mental.
Y es la influencia de todos estos factores lo que nos lleva a reflexionar sobre las consecuencias que tendrá la actual crisis sanitaria sobre los niños nacidos en esta época. Aunque todavía no hay estudios al respecto, no es difícil concluir que sí que tendrá un fuerte impacto en la salud mental de la infancia, y por lo tanto será un importante problema de salud pública. Esta conclusión no surge de una simple intuición, sino que estas graves secuelas han sido investigadas y su relación demostrada en mujeres embarazadas que han vivido conflictos armados y violencia como los de la República Democrática del Congo en 2012, y desastres naturales como la tormenta de hielo de Quebec en 1998, las inundaciones en Queensland en 2011, o a partir de eventos estresantes reconocidos como el 11 de septiembre en New York.
En las circunstancias en las que estamos viviendo, y en las que nos esperan, tenemos que preguntarnos: ¿En qué condiciones habrán vivido su embarazo muchas mujeres en estos meses por la incertidumbre, y por la escasez de medios económicos?, ¿y las mujeres embarazadas o tras el parto que han vivido violencia de género, y quizás han visto también como sus hijos la sufren?, ¿cómo repercutirán en su salud y en la de sus hijos estas malas condiciones sociales?, ¿qué consecuencias tendrá todo esto en los jóvenes dentro de una o dos décadas? Todo parece indicar que, como siempre que la mujer sufre emocionalmente en el embarazo y tras el parto, esta situación tendrá su proyección en el futuro.
Para finalizar, nos debemos plantear cómo se puede y se debe abordar la protección de la salud mental materna, no solo en el momento actual por la crisis sanitaria, sino en el futuro próximo. Será necesario actuar desde diferentes frentes.
-Difundir y concienciar a toda la sociedad de las condiciones de vida en las que debe transcurrir la maternidad.
-Influir en los determinantes sociales de la salud mental materna, garantizando el nivel económico indispensable que solvente la precariedad, para disminuir en lo posible el estrés, la ansiedad y la depresión en las mujeres durante el proceso de la maternidad.
-Poner los medios para que las mujeres que sufren violencia puedan salir de ella.
-Valorar el estado de salud mental de todas las mujeres en la gestación y tras el parto por parte de los servicios sanitarios, con el fin de detectar precozmente los problemas comentados, y poder así intervenir en su tratamiento.
Todo ello contribuirá al bienestar y a la salud mental de las generaciones venideras.
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