Repensar el urbanismo desde la mirada social

Pues bien, en la era de la información, la sociedad-red tiene que ser analizada desde una mirada crítica, para pensar políticas que fomenten una creatividad que revierta en la totalidad de los ciudadanos, y no como ocurre únicamente en las arcas de las creative class. Hoy, sumergidos en una crisis cuyo devenir es difuso, el giro social de la ciudad-red es una estrategia, más si cabe, en aquellas ciudades castigadas por la destrucción de empleo, único elemento integrador en estados mínimos de bienestar. El discurso de las políticas sociales tiene que recobrar su esencia, las personas, dejando atrás su orientación empresarial. La responsabilidad no puede seguir descargándose en los ciudadanos, como en la actualidad observamos con la retórica de la empleabilidad, el fomento del espíritu emprendedor, que no resuelven la problemática del desempleo y el bienestar de la ciudadanía.

El paradigma reticular, es una de los elementos ideológicos en que el mercado se basa para justificar cualquier política que defienda la desregulación. Base de la precariedad social institucionalizada. La empresa-red necesita moverse con libertad total para desarrollar la creatividad de sus proyectos, todo aquello que la sujete en algo, es concebido como obstáculo en un entorno competitivo. La relación democracia-mercado varía sustancialmente a la forjada en el fordismo, el mercado es el eje de la democracia. Lo social es el obstáculo principal y el objetivo a debilitar.

La ciudad-red, la ciudad con más posibilidades futuras (y presentes) respira por los espacios públicos, que son los pulmones de la sociabilidad de la ciudad, por tanto, el espacio ideal para generar redes sociales. Una ciudad con reducidos espacios públicos es una ciudad débil. La estructura urbana puede cerrar o abrir espacios para el conocimiento y la innovación. Así pues, contrariamente a los principios de las políticas neoliberales, en que todo lo que huela a público, es improductivo, el futuro de la economía-red pasa por éste, motor de una ciudadanía activa, y por ende, de una democracia participativa. La ciudad-red tiene que ser concebida como un espacio de redes comunitarias autónomas, que generan conocimientos locales, al mismo tiempo que, fortalecen el capital social. Estas dos cuestiones, conocimiento local y capital social, son vitales para un proyecto urbano del siglo XXI alternativo al que las políticas neoliberales diseñan. Lo público retorna a un papel preponderante, es el espacio de la crítica, manantial de ríos de creatividad social.

El conocimiento es el valor añadido más productivo en la nueva economía, la larga cola de sinergias, tiene como resultado directo, rendimientos socioeconómicos, que han de ser absorbidos por las políticas sociales, cuyo principal objeto tiene que ser la redistribución, a través del gasto en los servicios públicos, para así potenciar a la ciudadanía. La cuestión del empoderamiento de los ciudadanos es esencial para la dinámica de una ciudad-red, que articula la política de abajo a arriba, siendo necesario para la toma de decisiones, la transparencia y la accesibilidad de los datos de la ciudad. Los ciudadanos son usuarios activos no meros receptores de políticas.

El urbanismo ha de ser repensado desde la mirada social, fundamentado en la política 2.0, que tiene como elemento principal la participación. Esto representa una nueva oportunidad para lo social en un mundo individualizado, que auguraba el fin de lo social, de las ideologías, de todo. La participación puede darse con espacios públicos y políticas sociales universales, sin ella, no hay redes sociales, y sin redes sociales no se puede implementar un proyecto de urbanismo 2.0.

Existe otra cara del mundo red, es cuestión de construirla desde la política y la vida cotidiana, este es el compromiso por una ciudad, la ciudad de todos.

*Licenciado en Sociología

David Veloso Larraz*