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Espacio de opinión de Canarias Ahora

El‌ ‌ruido‌ ‌ ‌

Lidia Rodríguez

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Estos días es posible que el ánimo decaiga, eso es lo dicen la mayoría de los psicólogos que son consultados acerca de las consecuencias que puede acarrear el encierro durante el Estado de Alarma. Se pueden dar síntomas de depresión o ansiedad. Por eso, son importantes los aplausos y las caceroladas, el ruido es síntoma de que todavía nos quedan ánimos para seguir adelante. El ruido evita que el silencio nos haga sentir con mayor intensidad la soledad.

Sumidos en la precariedad y en los contratos de 20 horas el COVID-19 ha provocado que el país entero se tambalee. “Este virus nos hará más fuerte”, nos decía Felipe VI hace unas horas, sin duda alguna, esa fue la frase más acertada de todo su discurso. Ha llegado tarde, sin contundencia y sin la representatividad que se espera de un jefe de Estado. En el discurso de Felipe VI, sin embargo, sí ha habido silencios. Silencios sobre su padre, sobre las sociedades offshore, sobre las responsabilidades que tiene como monarca y sobre Corina.

Ante el silencio, la cacerolada de ayer durante el discurso de Felipe VI fue una muestra de conciencia de clase. El gesto de desaprobación de la España que madruga, de la que se queda en paro, de la que sufre ERTES y vive con miedo a que vengan los ERES y los despidos colectivos. Por eso soy de las que agradece el ruido. Lo agradezco por las limpiadoras, por las sanitarias que hacen malabares, por las cajeras, por todas aquellas que hacen esfuerzos en medio de la incertidumbre. El ruido es por Valentina Cepeda, la mujer que ha limpiado el atril en el Congreso de los Diputados durante la última sesión.

En Canarias hay 181 casos de coronavirus activos, por delante van Andalucía, Aragón, Asturias y Baleares, según los últimos datos del gobierno. Ojalá no olvidemos con rapidez el esfuerzo que está haciendo la sanidad pública y todas las personas que trabajan en ella, especialmente en comunidades como Canarias donde el porcentaje de personas que acuden a la sanidad privada es elevado.

Ojalá en los próximos meses no caigamos en el desánimo y nos encontremos con medidas políticas, tanto a nivel sanitario como económicas, a la altura de las circunstancias y de la ciudadanía. Ojalá el ruido sea mucho mayor, para que empresas como Burger King no intenten colárnosla o para que los hijos de las limpiadoras que no salen en los medios, pero tienen nombre y apellidos, puedan tener una dieta equilibrada y comer algo más que un trozo de pizza al día, como ha impulsado Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Aunque nos toque apretar los dientes, no debemos olvidar que nos sobran razones para hacer ruido.

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