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Santamaría y otras historias
Yo, la verdad, nunca creí a Santamaría capaz de algo así. Y me preocupa que esta pedazo de vicepresidenta creyera que casándose en Brasil nadie iba a enterarse aquí de sus malos pasos. Por suerte, le tocó un arzobispo blando porque, queridísimos míos, de caerle Rouco Varela me la excomulga de arriba abajo; aunque se le pasara a Rouco, la realeza ya saben, objetar al matrimonio del príncipe Felipe con una divorciada; que, por cierto, le salió a los reyes mejor nuera que la pareja de yernos, divorciado uno y presunto el otro.
Más tela tiene lo de Jaume Pujol, arzobispo metropolitano de Tarragona. Si Blázquez se remitió al Código Canónico, Pujol dio una versión light de la tradición misógina de la Iglesia, que ha superado el debate de si la mujer es o no persona, a mi entender tan irresoluble como el de unitarios y trinitarios, zanjado mediante el recurso al dogma y hasta aquí hemos llegado. Frente a los partidarios, partidarias y todo lo contrario del sacerdocio femenino, Pujol ha sido terminante sin necesidad de recurrir al flagelo: las mujeres no pueden oficiar “lo mismo que yo no puedo traer hijos al mundo”, dijo para escándalo de los fieles pues el arzobispo vino a proclamar que no cree en los milagros; con lo que ya somos dos. Para él, hombre y mujer tienen diferentes funciones, que no especificó, pero, con el embullito, se pronunció sobre los homosexuales a los que considera tan hijos de Dios como hijas a las mujeres, solo que su comportamiento no es “adecuado”. Algo hemos ganado desde que Él habitó entre nosotros y los enviaban a picar piedra a Fuerteventura de forma bastante inadecuada.
No especificó Pujol, les dije, las funciones de ellos, de ellas y de todo lo contrario. Sin embargo, reconozco que Blázquez y él han asumido la de distraernos y aligerar la angustia de una crisis que va a peor; a pesar de que Rajoy, es fama, sabe lo que hay que hacer. Me dirán que el Gobierno pepero lleva poco tiempo para que se le pidan ya resultados. Vale. Pero fueron ellos quienes afirmaron que, en llegando Rajoy a La Moncloa, comenzaría la remontada; que es lo que viene siempre después de la montada electoral. Recordé durante la campaña, volviendo a asuntos eclesiales, al dominico Juan Tetzel, que en el siglo XVI se hizo famoso vendedor de indulgencias en la frontera de Baviera. El Papa necesitaba perras para la basílica de San Pedro, apretó a los recaudadores y Tetzel, con maneras de feriante y timbeque ad hoc, aseguraba a la clientela que en cuanto las monedas sonaran en el cofre, el alma del difunto por la que se pagaba la indulgencia saldría volando del Purgatorio. Así acabó de llenársele la cachimba a Lutero. Apliquen el cuento y verán que es lo que hay.
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