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El tránsito

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No se descubre nada nuevo si se asegura que existe un importante déficit en la inversión de infraestructuras para que estas sean capaces de continuar cubriendo necesidades sociales, económicas y medioambientales en el largo plazo. De hecho, los objetivos de las inversiones no deberían ser únicamente el evitar problemas coyunturales a la vez que se solucionan los existentes. Se trataría de aumentar la capacidad de generación de rentas y su posterior redistribución, para permitir el crecimiento de la economía y del empleo, así como de nuevas oportunidades de negocio.

Con la finalidad de adaptarnos a una estrategia de futuro que sirva como palanca, más allá de un mero crecimiento, se ha de centrar en el concepto de sostenibilidad debido a que no se trata única y exclusivamente de tener y crear, junto con la circularidad, con la finalidad de reducir el desperdicio a la mínima expresión. De hecho, la gestión de residuos también crea interesantes oportunidades que ayudan a promover cumplir con los objetivos medioambientales. Por ello, dada la gran importancia estratégica, es imperativo destinar mayores esfuerzos en forma de recursos para aumentar oportunidades de inversión a la vez de la consolidación de las existentes, de forma que, si hay inversión, hay crecimiento y desarrollo económico.

Pero el esfuerzo ha de ser compartido. Por ello, con la finalidad de elevar el nivel de inversiones se debe eliminar la dicotomía público-privado, haciendo que coexistan hasta que se retroalimenten. Además, no todo es dinero. En este sentido entra en juego el capital humano como verdadero referente a la hora de ejecutar las estrategias adecuadas. De hecho, el concepto de capital humano ha generado un cambio notable en el aprovechamiento de las capacidades y habilidades de cada individuo a la hora de participar en la comunidad laboral, acompañado por la satisfacción de un adecuado clima y bienestar social en el entorno.

Una economía basada en el conocimiento se soporta en su capital humano, en el uso de las ideas más que en el de las habilidades físicas, en las aplicaciones de la tecnología más que en la transformación de materia prima a través de un número determinado de horas de trabajo. La economía del conocimiento demanda competencias vinculadas con las necesidades de la sociedad, involucra la capacidad de aprendizaje junto al sector productivo y académico, así como la generación de redes institucionales para la solución de problemas y el uso del conocimiento en el espacio social.

El tránsito de un recurso hasta convertirse en capital es imprescindible. El trabajo ya no es una mera acumulación de horas. No debe serlo. Es un proceso rentable que proviene de una inversión en conocimiento. De hecho, la producción de este requiere gestión de políticas para su desarrollo, evaluación y medida. Sin embargo, las actividades para la producción del conocimiento requieren de capital humano como el motor para su desarrollo. Por ello, hacen falta infraestructuras, pero también hacen falta personas lo suficientemente preparadas y concienciadas con el valor que se les infunda cuando las no son consideradas como un input más, sino como parte del resultado.

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