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Trapisondas españolas

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Al parecer las trapisondas españolas no tienen síntomas de acabar, y cuando comienza una semana y uno espera a que todo se calme un poco, surge un nuevo escándalo en donde menos te lo esperas. Las trapisondas, los embrollos, los enredos, la confusión generalizada tiene a muchísimos habitantes de este país sobresaltados, y no por ser la mayor parte de la gente de a pie “sobrecogedores”, al contrario, entre los menesterosos lo más normal es que agarres un despido, un desahucio, un recorte y hasta te ajustan los tornillos para que sigas por el buen camino y no empieces a ir a manifestaciones ni a reuniones subversivas.

Las trapisondas españolas han llegado hasta la familia de los Borbones. Juan Carlos Borbón no ha sido precisamente un marido ejemplar según mandan los cánones de la Santa Madre Iglesia Católica y también de la Iglesia Ortodoxa Griega, de la que es devota Sofía Grecia, aunque ambos se casaron por estas dos iglesias cristianas. La amistad entrañable de Juan Carlos Borbón con la alemana Corinna, que no se sabe si es princesa, cazadora de elefantes, o vendedora de armas y otros negocios, e incluso ha prestado servicios al Gobierno español en asuntos de alto secreto. Manda trillos.

No ha tenido tampoco suerte Juan Carlos Borbón con su hija Cristina, que tampoco acertó con Iñaki Urdangarín, y que posiblemente sea llamada a declarar por el juez José Cruz, del sumario Noos, puede que como testigo o también podría ser como imputada. Su hermana Elena Borbón tuvo más suerte, porque lo único que ha padecido es un divorcio con Jaime Marichalar, pero al menos no está bajo la mirada de la justicia, aunque claro, su madre no estará muy contenta con los yernos que le ha tocado, porque a ninguna madre le gusta que un yerno se divorcie de su hija, y el otro sea un presunto delincuente.

Por si fuera poco, el secretario de Cristina y Elena Borbón, Carlos García Revenga, también parece implicado en los asuntos/trasuntos del Instituto Noos, y esto es otra nota de alta tensión para el estamento real borbónico. Un año “horribilus”, me dice que comenta Sofía Grecia deambulando por los pasillos de La Zarzuela. Descendiendo de la Casa Real hacia otras instituciones, la situación del Partido Popular es muy delicada porque si se demuestra que se ha financiado ilegalmente, podría incluso ser ilegalizado y puesto fuera de la ley, si se hace verdadera justicia, lo cual pongo en duda.

Que Luis Bárcenas todavía no haya ingresado en la cárcel de forma preventiva, para prever una posible huida o una destrucción de pruebas, produce alarma social. Los escándalos alrededor del partido conservador son un auténtico esperpento, y pese a los vericuetos (sic) de la justicia, aparecen y desaparecen imputados como el Guadiana diversos dirigentes del PP. Ahora las novedades por Valencia son de nuevo Francisco Camps y Carlos Fabra, y con estos dos personajillos van a aparecer de nuevo cantidad de longorones, que serán los que paguen los platos rotos, porque los tiburones políticos mayormente se libran de la justicia.

No les voy a cansar con la relación de elementos implicados en presuntas actividades delictivas, como es el caso de Jesús Sepúlveda, exmarido de Ana Matos, la muy ministra de Sanidad, de numerosos exalcaldes en municipios de la Comunidad de Madrid y de diputados autonómicos implicados en el sumario “Gürtel” desde que Esperanza Aguirre estaba de presidenta madrileña, y otro sin fin de casos, como el llamativo de Jaume Matas en Baleares, que a su vez tiene ramificaciones con Urdangarín, y dos ensaimadas. La última que me llega es que el Partido Popular se va a negar en plena Semana Santa a facilitar sus cuentas y su contabilidad a los jueces Pablo Ruz y Javier Gómez Bermúdez. Y aquí paz, y en el cielo Mariano Rajoy.

Pero lo peor de todo para llegar a la conclusión que España es una trapisonda, son los EREs del Partido Socialista en Andalucía, que con el exdirector general de Trabajo y Seguridad Social de la Junta de Andalucía, Francisco Javier Guerrero Benitez, y el sindicalista de UGT, Juan Lanzas, son la punta del iceberg que tiene al PS(o)E a los pies de los caballos, y siguen las entradas en la cárcel de más presuntos delincuentes implicados, junto con otros casos como el de la moción de censura de Ponferrada, que no tiene nombre ni apellido, el de la Fundación Ideas, con los desmanes de su director, Carlos Muelas y el “consentimiento” por acción u omisión de Jesús Caldera, y en definitiva, que todo esto y el estigma de Alfredo Pérez Rubalcaba indica que las cosas no andan muy futuribles para la familia psocialista, y creo sinceramente que con esta dirección federal no se comerán ni un rosco. Para aumentar la tensión interna en el PSOE me llega cuando casi culmino este artículo la noticia que Elena Valencia, a la que Rubalcaba ha elevado al segundo puesto después del escándalo de Ponferrada, ha llamado a Carme Chacón desleal.

Por si no tenían pocos problemas los socialistas castellanos centralistas con Galicia y Catalunya, ahora con este ataque de la Valencia a Chacón la cosa se pone brava. Para colmo de todos estos enredos, como los episodios nacionales de Pérez Galdós aunque la comparación sea insultante para el gran escritor canario, Convergencia i Unió en Cataluña anda con los Pujol dando palos con el rabo con más embrollos, con lo cual las trapisondas alcanzan ya a muchas instituciones españolas que están ahora mismo al borde del k.o. técnico. Ahora llega el escrache, nacido en Argentina y que es una forma de presión a los políticos que sirven al interés particular, a sus intereses, y no al general. En realidad el escrache tuvo que llegar en la transición española, pacífica y democráticamente, pero todos tuvimos miedo al Ejército franquista y a la extrema derecha cavernícola. Pero de aquellos polvos llegan estos escraches. Me voy a tomar un mate.

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