Espacio de opinión de Canarias Ahora
Unidad de la gente
España es una nación invertebrada, que carece de columna y de esqueleto interno articulado. A los escándalos protagonizados mayormente por el Gobierno de Mariano Rajoy, con buena parte de la oposición socialista siguiéndole la estela, se ha unido en los últimos días hechos que son ahora la comidilla nacional. Si mi abuela resucitara, católica practicante, se llevaría un disgusto tremendo con el Arzobispo de Granada, Javier Martínez Fernández, que ha unido a una deuda de 30 millones de euros de su diócesis, al libro publicado y que tituló Cásate y sé sumisa, unos casos de pederastia que han causado estupor y también mucha indignación entre los católicos de base. Tres sacerdotes y un seglar detenidos, y el Papa Francisco muy enfadado con estos sinvergüenzas, son un balance que a Javier Martínez le tienen a los pies de los caballos por mucho que se haya tirado al suelo como si llegara Tejero, para pedir perdón por sus pecados y también por sus delitos, y ya acumula tal número de escándalos que está en el punto de mira del Vaticano, y dos hostias. El “Clan de los Romanones” es otro ejemplo de la España carpetovetónica, que linda con Francisco Nicolás Gómez Iglesias alias “el joven Nicolás” que ha tenido a la Zarzuela, La Moncloa y el mismísimo Centro Nacional de Inteligencia (CNI) patas arribas. No acierto a comprender como hombres hechos y derechos, nunca mejor dicho porque son de derecha, se dejan engañar por un embaucador que si a mí se me pega a hablar y tratar de embelesarme en la Avenida de Las Canteras no le dejo llegar ni a La Puntilla. No es extraño que la jueza instructora del caso haya expresado que “vaya por delante que esta instructora no acierta a comprender que un joven de 20 años sólo con su palabrería y aparentemente con su propia identidad puede acceder donde accedió sin que nadie alertara su conducta”.
Indudablemente la señora jueza debe ser bastante inteligente y observadora para llegar a esta conclusión, que no vieron múltiples representantes de la casta, desde Juan Carlos Borbón, José María Aznar, e incluso el socialista Miguel Ángel Moratinos con el que tuvo una reunión reconocida por el exministro de Asuntos Exteriores de Zapatero para “hacer negocios con Guinea”, y dos monos tan monos. Si es verdad que el pequeño Nicolás tiene información sensible que afecta a todas las instituciones del Estado y por las cuales tendría que dimitir mucha gente y gentuza, es una prueba más de las barbaridades que presuntamente ha hecho la casta y por las cuales están tan nerviosos con Podemos, por si Pablo Iglesias levanta las alfombras.
Si a estas cuestiones que suenan a coña trágica, unimos los escándalos políticos de robos de dinero que ahora no vamos a repetir, está claro que España necesita un lavado de cara y una regeneración muy profunda, y es evidente que la descomposición es mayor de lo que todos creíamos cuando comenzaron a surgir los escándalos a todos los niveles, con las empresas eléctricas “comprando” a políticos de uno y otro signo a través de las puertas giratorias, un sistema ideado por el capital que todo lo corrompe y que es la forma de comprar políticos. España ahora mismo es una olla a presión que puede estallar cuando menos uno de lo espera, y estamos en un momento en que la iniciativa de las fuerzas sociales progresistas pueden barrerlo todo, o por el contrario aparecer un Berlusconi que nos lleve al ostracismo otro puñado de años más. Pero ha surgido afortunadamente un potente movimiento político y social, Podemos, que se ha convertido en una gran esperanza para todos los pueblos de España, pero no debería caer en la “podemitis” y crear una fórmula de unidad con otras fuerzas políticas de izquierda tradicional que permitan conformar mayorías para ganar a la casta en las urnas. Las listas abiertas y el revocatorio de todos los cargos serían instrumentos democráticos que darían mucha mayor participación ciudadana. Más que la unidad de la izquierda, es necesario llegar a la unidad de la gente para acabar con esta putrefacción que invade a España.
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